Por Carlos Tórtora.-

La Casa Rosada desde hace dos semanas viene excluyendo sistemáticamente al Covid-19 de la agenda oficial, al punto que Alberto Fernández le cedió su lugar a una locutora oficial para anunciar la última extensión de la cuarentena eterna. El presidente olvidó sus discursos de sanitarista y se dedicó a todo tipo de anuncios económicos y el ministro de salud Ginés González García bajó también el perfil al mínimo indispensable. Paradójicamente, el gobierno se silenció sobre la pandemia en el momento de su mayor gravedad. El motivo de todo esto no sería otro que el inocultable fracaso oficial en el control de la difusión del virus, que lleva a la Argentina a ubicarse la semana que pasó en el primer lugar mundial en contagios por millón de habitantes. Un hecho de características escandalosas viene a detonar la actual situación: el gobierno bonaerense acaba de reconocer que el nuevo sistema de registro utilizado arroja 3500 muertos más de los contabilizados hasta ahora. Esto quiere decir que no deben computarse a la fecha 15.000 sino 18.500 fallecidos. En otras palabras, que el país está orillando los 20.000 muertos y no hay señal alguna de que la curva diaria se desacelere.

Cuando se consideraba triunfante sobre el coronavirus, el presidente se jactó despectivamente de que, si no se hubiera aplicado la cuarentena total, estaríamos como Suecia con sus 13.000 muertos. El caso es que ya sobrepasamos esa cifra y estamos en ascenso, mientras que aquel país, sin haber usado la cuarentena, tiene hoy 19 muertos en la última semana.

La multiplicación de la crisis

El fracaso del gobierno kirchnerista se debe en buena medida a que se aplicaron, con poco criterio político, las recetas de la comisión de infectólogos que dirige Pedro Cahn. Éstos recomendaron una cuarentena estricta desde el primer momento apostando a que así reducirían los contagios al mínimo en algunas semanas. Pero el virus fue persistente y se expandió cuando, por agotamiento, el consenso social por la cuarentena se desmoronó definitivamente. El gobierno se quedó así sin libreto. Todas sus predicciones sobre el éxito de la cuarentena se vinieron abajo y ahora carece de discurso ante el crecimiento muy importante de los contagios y de los muertos. Otra de sus banderas era decir que los contagios estaban en su gran mayoría localizados en el AMBA, cuando ahora son muy altas las cifras de Santa Fe, Mendoza, Córdoba, Río Negro y Tucumán.

El calendario corre ahora en contra de Alberto, porque el número de contagios -70.000- ya supera al de los países de la Unión Europea y la cantidad de muertos en semanas más sobrepasará a los de Italia, España o Francia. Para ese entonces, el gobierno quedaría expuesto a las consecuencias de un gran fracaso en el tema central, hasta ahora al menos, de su breve gestión. El fracaso sería más grave aún por el hecho de que la cuarentena, que no logró frenar el virus, sí produjo en cambio un derrumbe de la economía argentina llevando al cierre de decenas de miles de empresas y a una desocupación del 13 por ciento. La única justificación de los hasta ahora 7 meses de cuarentena y de su efecto económico devastador sería un bajo índice de muertos y de contagios, lo que no ocurrió. Este panorama puede traducirse en un cuadro de graves tensiones sociales que dificultarían aún más la reactivación de la economía.

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