Por Carlos Tórtora.-

El viernes pasado, la OA presentó una denuncia penal contra Macri y varios funcionarios de su gobierno por «defraudación, administración infiel agravada y malversación de caudales públicos» por procedimientos aplicados para el acuerdo suscripto en 2018 con el FMI para la concesión de un préstamo por más de 44 mil millones de dólares. La presentación se basa en informes suministrados por el Banco Central de la República Argentina y la Auditoría de la Sindicatura General de la Nación y alcanza al ex ministro de Hacienda Nicolás Dujovne, el ex ministro de Finanzas Luis Caputo y los ex titulares del Banco Central Adolfo Sturzenegger y Guido Sandleris.

Con esta denuncia, el oficialismo da un giro bastante obvio: elige polarizar con Macri y deja en segundo plano a Horacio Rodríguez Larreta. El ex presidente, por su parte, venía perfilándose para el primer plano con el inminente lanzamiento de su libro. En Juntos por el Cambio, el retorno al protagonismo de Macri provoca reacciones encontradas pero es difícil que alguien le pida que dé un paso al costado. La cuestión es complicada, porque la reacción opositora a la denuncia por el endeudamiento debería ser respaldar lo hecho por Macri, pero el endeudamiento tiene una fuerte resistencia en la opinión pública. Un probable procesamiento por el endeudamiento de Macri y su equipo daría la vuelta al mundo por tratarse de un tema de primer nivel en el ámbito financiero. De más está decirlo, la denuncia es un pésimo precedente en el mundo financiero, ya que crea el precedente del enjuiciamiento a un equipo económico que actuó cumpliendo directivas del presidente.

La denuncia en cuestión se enmarca en una ofensiva de varios gobiernos de izquierda por someter a la oposición. Como se ve en Bolivia con la arbitraria detención de la ex presidente Jeanine Añez, bajo la acusación de haber dado un golpe de estado.

El hombre que duda

El intento kirchnerista de poner en la picota a Macri tiene lugar en medio de una pronunciada baja de la figura de Alberto Fernández, al cual se lo vio subordinado a los deseos de la vicepresidenta en el discurso del 1 de marzo ante la asamblea legislativa. Luego, a mayor abundamiento, con su larga dilación en nombrar un ministro de justicia en reemplazo de Marcela Losardo, el presidente aumentó la creencia generalizada de que es vacilante. Una imagen que choca con lo que se espera de un presidente.

Share