Por Carlos Tórtora.-

Cristina Kirchner y Alberto Fernández encuentran un alto en su guerra personal. El motivo es que la primera tiene toda su artillería apuntada contra la Corte Suprema, mientras el presidente de la misma, Horacio Rosatti, se prepara para asumir la presidencia del Consejo de la Magistratura. Pero también en esto se marcan las diferencias, porque Alberto no abrió la boca sobre la crisis con la Corte Suprema. De hecho, la asunción de Rosatti en el Consejo de la Magistratura favorece indudablemente al presidente, porque la debilita a ella, que acaba de conseguir que el Senado le dé media sanción al proyecto K de reforma del Consejo de la Magistratura pero que no llegó a la media sanción faltante en Diputados. La pérdida de control del Consejo de la Magistratura -aunque sea transitoria- es para el kirchnerismo una situación grave.

Algunos jueces federales podrían ver en este cuadro un incentivo para darle impulso a ciertas causas por corrupción contra CFK.

La estrategia de no hacer nada

Todo esto se da en un marco especial. Se va diluyendo el cambio de gabinete que muchos medios pronosticaron para este fin de semana. Una vez más, el presidente apostó a neutralizar la crisis con su inactividad. Ni barrió de sus cargos a los kirchneristas más destacados ni se rindió a las pretensiones de Cristina de que renuncie Martín Guzmán.

Ahora el albertismo está pendiente de si el nuevo Consejo de la Magistratura da pasos concretos contra jueces del kirchnerismo.

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