Por Carlos Tórtora.-

El liderazgo político de Javier Milei presenta características excepcionales. Por un lado, se trata de una personalidad política con tendencia autoritaria y a la concentración de poder. Pero por otra parte, le cuesta mucho ordenar sus propias filas y sufre permanentes divisiones y conflictos que una jefatura fuerte normalmente debería evitar. El conflicto más conocido es el que plantea la rebeldía de Marcela Pagano y Oscar Zago en el bloque de diputados nacionales. La fuerte intervención de Karina Milei para cerrar el conflicto no fue suficiente y Milei tampoco tuvo hasta ahora la decisión de jugar su autoridad personal.

En Buenos Aires, 8 diputados provinciales de La Libertad Avanza, liderados por Gustavo Cuervo, Constanza Moragues Santos y Martín Rozas, se separaron del bloque de La Libertad Avanza y decidieron avanzar por su cuenta en las relaciones con la Casa Rosada. A todo esto, en la Legislatura porteña, un grupo de diputados conformado, entre otros, por Sandra Rey y Edgardo Alifraco, adhieren a Zago e inician la división del bloque.

En suma, La Libertad Avanza aparece fracturada en los grandes distritos. Los disidentes no se enfrentan con Milei pero tampoco le son incondicionales.

Poca conducción

Lo menos que se puede decir es que el presidente no ejerce su liderazgo político con convicción y que se refugia en su rol de Jefe de estado. Su moderación aparece, por ejemplo, en la tensa relación que mantiene con su vicepresidenta, a la que jamás enfrenta y siempre trata de contener. Ni en los peores momentos de la relación intentó Milei someter a su vice a su voluntad.

El presidente se siente entonces cómodo en el mundo de las redes sociales y el combate mediático pero tropieza en el mundo político y sufre por demás cuando debe intervenir en alguna negociación. Se trata de un liderazgo político incompleto y de difícil pronóstico.

Share