Carlos Tórtora.-

El martes se debatirá la ley ómnibus en particular y empezará a clarificarse hasta dónde el proyecto oficialista quedará reducido por la acción de los opositores y los opositores dialoguistas. Luego viene el Senado. El gobierno deberá retomar la senda de la renegociación con los gobernadores y en la Casa Rosada se entusiasman con la perspectiva de que la Cámara Alta sea más flexible que los diputados. Sin embargo, es casi imposible que los senadores no voten modificaciones al proyecto sancionado en Diputados, así que seguramente la ley deberá volver a esta cámara.

Un dique de contención

Lo que se está midiendo, en definitiva, es la capacidad de corrección que tiene el Congreso sobre el Ejecutivo. De movida, con su discurso de asunción de espaldas al Congreso, Milei se perfiló como un hiperpresidencialista neto. Se proponía gobernar con base en el apoyo de una nueva mayoría pero dejando de lado a los partidos políticos. Lo que va resultando del debate de la ley ómnibus es que el Congreso está en condiciones de atenuar este hiperpresidencialismo. La actitud confrontativa de Milei terminó consolidando al kirchnerismo y muchos de los opositores dialoguistas están ofendidos por las continuas ofensas del presidente. Es obvio que a mediano plazo la ambición de Milei pasa por tener mayoría legislativa propia y ahí sí desarrollar un hiperpresidencialismo sin frenos. Pero, a la velocidad que marcha la política, la elección de medio término parece estar muy lejos. Mientras tanto, el Congreso funcionaría como un contrapeso eficiente al hiperpresidencialismo.

En este contexto juegan las variables. Si el malestar causado por el ajuste alcanzara niveles de conmoción social, los opositores dialoguistas podrían alejarse de Milei dejándolo en la soledad legislativa. Es probable que una situación como esta se viva el mes que viene y que entonces exista la posibilidad de que el Congreso, más que hacer de contrapeso al hiperpresidencialismo, termine por confrontarlo.

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