Por Guillermo Cherashny.-

El viernes pasado en el hotel Alvear, en un ciclo que organiza el empresario Eduardo Eurnekian, el presidente les pidió a los empresarios que «se rompan el traste», una forma elíptica de pedirles inversión privada, y resultó muy raro que un empresario de toda la vida repita con otros términos la famosa frase del dirigente radical Juan Carlos Pugliese, quien refiriéndose a los mercados, les dijo: «les hablé con el corazón y me contestaron con el bolsillo». En estos tiempos, sin que el presidente lo pida, los mercados le contestaron con una inversión financiera extraordinaria, como corresponde a un país con garantía de atraso cambiario y altas tasas de interés pero obviamente el gobierno espera una inversión en la economía real que acompañe a la financiera, que es pan para hoy hambre para mañana. Este gobierno se parece a un kirchnerismo con buenos modales, porque garantiza la timba financiera pero descuida la economía real y, aunque eliminó el cepo cambiario y solucionó el default, les pide sacrificio a los sindicatos, cuyos representados pierden poder adquisitivo, al igual que a los empresarios que inviertan en la economía real pero no baja el gasto público sino que lo aumenta generando mayor déficit fiscal y mayor endeudamiento sin solucionar las distorsiones económicas que dejó el cristinismo.

Hasta ahora, los dirigentes sindicales y políticos aceptan este planteo porque hay una historia culposa en cuanto que a que si un gobierno no es peronista le quitan colaboración en el congreso y le hacen paros generales, por lo cual anda muy bien en la política y con los principales gremios pese a la pérdida del poder adquisitivo. Pero como el presidente proviene del sector de los empresarios, se siente incomprendido por quienes fueron sus pares, aunque nunca fue un empresario competitivo sino que perteneció al sector prebendario, que lo conoce y no le tiene confianza.

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