Por Hernán Andrés Kruse.-

El gobierno de Mauricio Macri puso en práctica un programa de ajuste del gasto y de la distribución regresiva del ingresó inédito en nuestra historia. Fútbol para Todos, cuya audiencia es masiva, equivale apenas al 0,7 por ciento de los 261 mil millones de pesos de deuda que tomó el oficialismo en los últimos dos meses. Por su parte, el plan de atención odontológica Argentina Sonríe representaba tan solo el 0,09 por ciento. Ello no impidió que el gobierno decidiera terminar con ambos programas. Por si ello no hubiera resultado suficiente recortaron gastos de áreas importantes como ciencia y tecnología, derechos humanos, cobertura de medicamentos a jubilados, asistencia a la agricultura familiar, entro otros ítems, todos ligados a cuestiones que determinan en buena medida la calidad de vida de las personas. El caso de Fútbol para Todos es paradigmático. En los últimos días los medios dominantes hablan del enorme gasto que significa el mantenimiento de Fútbol para Todos; sin embargo, le cuesta al estado 120 millones de dólares anuales, es decir tan sólo el 0,4 por ciento de los 32.0000 millones de dólares de deuda externa que fueron emitidos por el oficialismo a partir de diciembre pasado. Esto demuestra que al gobierno no le interesa lo que desean millones de argentinos: ver fútbol los fines de semana tranquilos en sus hogares. Porque si no, no se explica su decisión de no destinar el 0,4 por ciento de ese enorme endeudamiento a la transmisión gratuita de la pasión de multitudes. El problema, por ende, no es fiscal, sino la manera que ha elegido el gobierno para asignar los recursos disponibles; cuáles son, en definitiva, sus prioridades de gestión. Oh casualidad, es un factor que no se trata en los debates económicos que pululan diariamente en los sets televisivos, pese a tratarse de una cuestión fundamental para comprender la crisis que nos agobia. En agosto el número de beneficiados por la eliminación del cepo ascendió a 650.000. Entre enero y agosto una ínfima proporción de la población adquirió 23.000 millones de dólares. Sin embargo, los medios dominantes han presentado la eliminación del cepo como una medida que benefició a los 40 millones de argentinos.

La política económica de Cambiemos es similar a la de la dictadura militar, a la de Carlos Menem y a la de la Alianza: promover el endeudamiento en moneda dura para paliar la insuficiencia de las divisas que ingresan al país para abastecer a la demanda. Y lo hace no para financiar Fútbol para Todos y Argentina Sonríe, sino para que sus “amigos” puedan dolarizar sus excedentes y sentir que son más “libres”. El problema es que se trata de una inversión por demás costosa ya que esa deuda no hace más que acumular intereses y obligar al gobierno a practicar ajustes y más ajustes sobre gran parte de la población para poder afrontarla. Se trata de un proceso que los argentinos ya experimentamos: en 1982 culminó con la estatización de la deuda privada, durante el menemismo se entregaron las empresas públicas y en 2001 desembocó en la más grave crisis económica, política e institucional de la Argentina contemporánea. ¿Por qué en esta oportunidad el resultado habría de ser diferente? Según datos del propio Central las ventas de divisas para atesoramiento, viajes al exterior y transferencias fuera del país ascendieron a 23.106 millones de dólares (de enero a agosto). Durante agosto 647 mil clientes compraron dólares billetes. De ese total, cerca de la mitad adquirió hasta 10 mil dólares, un 19 por ciento entre esa cifra y 50 mil dólares, un 17 por ciento entre 50 mil y 500 mil dólares, un 7 por ciento entre 500 mil y 2 millones de dólares, un 3 por ciento entre 2 millones y 5 millones de dólares y el 6 por ciento restante compró más de 5 millones. ¿Cuál fue la utilidad social o, si se prefiere, en qué se benefició el pueblo con esta última compra?

Según el economista Luis D’Atellis “conocemos el destino final de este esquema, y tenemos muy presente en nuestro país cuáles son las consecuencias económicas y sociales de un default por sobrecarga de deuda. Ocurrió hace poco, en 2001”. Destacó que el recurrir al endeudamiento externo necesita sí o sí, para evitar un cataclismo, un marco de desarrollo productivo que garantice el repago de la deuda. Lamentablemente, esto no está sucediendo. En otros términos, el gobierno se está lanzando a una pileta vacía. Lo que el gobierno está haciendo es crear las condiciones para que surja un escenario de puerta giratoria. Así lo ilustra D’Atellis: “los dólares que ingresan por endeudamiento externo-que recae sobre todos-financian la salida de capitales de un pequeño grupo, o el déficit fiscal generado por la caída de la recaudación, consecuencia de políticas de concentración de ingresos y debilitamiento del mercado interno”. Por su parte, Álvarez Agis, ex viceministro de Economía, analizó cómo impactan en el proceso distributivo las principales medidas económicas del gobierno de Cambiemos. La devaluación de diciembre, las ganancias fabulosas generadas por las operaciones con dólar futuro y la quita de retenciones al agro, la industria y la minería significaron unas transferencias del Estado a los sectores de altos ingresos del orden de los 18.100 millones de dólares (4,3 por ciento del PIB). En cambio, las transferencias del Estado a los sectores medios y bajos significaron tan sólo el 1,3 por ciento del PIB, es decir, unos 5.300 millones de dólares. Ello significa que el pago extra de 400 pesos a jubilados y titulares de la AUH, el reintegro del IVA a esos mismos sectores, el aumento de las asignaciones familiares a trabajadores registrados, la ley pyme, la extensión de la AUH a monotributistas sociales y el aumento del mínimo no imponible del impuesto a las ganancias, alcanzaron la suma de 5.300 millones de dólares; mientras que la devaluación de diciembre, las ganancias por las operaciones con el dólar futuro y la quita de retenciones al agro, la industria y la minería, alcanzaron la suma de 18.100 millones de dólares. 18.500 contra 5.300. He aquí, expresado en números, el orden de prioridades del presidente de la nación. Esta lógica de reparto de los recursos permite comprender la dura recesión que está soportando la población. En diez meses el oficialismo tomó la misma cantidad de deuda en términos nominales como la dictadura militar durante siete años. Sin embargo, el consumo se desplomó, la desocupación trepó a los dos dígitos, miles de empresas colapsaron, la obra pública se redujo dramáticamente al igual que la inversión privada, y la fuga de capitales se multiplicó. El modelo económico de Cambiemos se reduce a dos ideas: a) ajuste para la población, b) beneficios extraordinarios para una élite (fuente: David Cufré, “Números duros”, Página 12, 22/10/016).

En su edición del domingo 23 de octubre Página 12 publicó un excelente artículo de Alfredo Zaiat titulado “Los números de los (im)puros”, en el que pone en evidencia el manoseo de las estadísticas públicas en precios, industria, PIB, empleo, desocupación, pobreza y deuda externa. En estos diez meses de gobierno macrista se han difundido de manera oficial diversos indicadores económicos, sociales y laborales que, a juicio de Zaiat, tienen vicios que años atrás hubieran provocado olas de indignación. El análisis del accionar de los (im)puros de las estadísticas arroja el siguiente saldo (de carácter provisorio): “a) ajustar metodologías en índices del Indec para facilitar la estrategia comunicacional del gobierno de construir una revisión de la historia económica reciente; b) manipular el tradicional informe laboral del Ministerio de Trabajo, con datos del Sistema Integrado Previsional Argentino, para reflejar una menor destrucción de puestos de trabajo; c) utilizar en forma arbitraria el menor índice de precios (entre el de CABA y el de San Luis) durante los meses del inédito apagón estadístico del Indec para abonar menos deuda en pesos; d) alterar la metodología de la contabilidad fiscal del Ministerio de Finanzas para inflar el déficit de las cuentas públicas del último año del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, con el objetivo de minimizar el actual descalabro fiscal provocado por la pérdida de recursos con la eliminación de las retenciones agropecuarias, industriales y mineras; e) modificar el balance de la deuda externa para cargar el inmenso pago a los fondos buitre a los años del kirchnerismo; y f) ocultar información pasada al no empalmar las series con los nuevos indicadores del Indec para no reflejar el ciclo regresivo en materia laboral y social”. El macrismo realiza todos estos “malabares” estadísticos para construir su propio relato. Para ello no trepida en camuflar el descalabro que sus propias medidas económicas están produciendo en lo social y productivo, que en la práctica se han traducido en una gigantesca e inédita transferencia regresiva del ingreso. Busca, además, alterar los principales indicadores económicos y sociales del período kirchnerista para convencer a la población de que en realidad no hubo tanto crecimiento como pontifican los kirchneristas, que no disminuyó tanto la pobreza, ni se redujo tanto la deuda ni se crearon tantos puestos de trabajo. Lo que busca el oficialismo es hacer una nueva historia del kirchnerismo, presentarlo como uno de los peores gobiernos, tanto en lo económico como en lo moral, de la historia argentina.

Zaiat dedica el resto de su artículo a dar a conocer a la opinión pública los “retoques” que el macrismo viene aplicando a las estadísticas públicas. “1) En los meses del inédito apagón estadístico, cuando desaparecieron todos los indicadores oficiales hasta el Índice de Precios al Consumidor, el Ministerio de Finanzas modificó en forma arbitraria la elección del Índice Alternativo para calcular el CER. La habilitación para la venta de las acciones del Fondo de Garantía de Sustentabilidad de la Anses no fue el primer paso del macrismo para su licuación. Ese paso ya lo había dado el ministro de Finanzas y Deshacienda, Alfonso Prat Gay, cuando decidió usar el índice de precios que publica la provincia de San Luis y no el de la Ciudad de Buenos Aires para calcular el CER, lo que perjudicó a los inversores de títulos indexados por ese coeficiente de actualización, entre ellos el FGS-Anses”. Lo que hizo el ministro fue valerse al principio del índice porteño porque marcaba una cifra más baja que el de la provincia puntana. Sin embargo, cuando esa tendencia se revirtió decidió valerse del índice sanluiseño, lo que ocasionó una pérdida de 4950 millones de pesos en apenas cuatro meses, con el consiguiente perjuicio para la población. b) La información revisada del PIB presentada por el Indec presentó, según Zaiat, un buen número de “inconsistencias”. “Asegura que el Producto en el primer trimestre avanzó 0,5 por ciento interanual (luego lo corrigió a 0,4) y varios especialistas evaluaron como poco creíble ese signo positivo cuando casi todas las variables más relevantes registraron caídas en ese período”. En este sentido vale destacar la opinión del economista Mariano Kestelboim, quien cuestionó en duros términos al Indec por calcular un crecimiento del consumo del 1,1 por ciento durante el primer trimestre de 2016 respecto a igual período del año anterior y del gasto público del 2,7 por ciento, mientras que todos los indicadores, tanto públicos como privados, registraron una caída del consumo y una subejecución presupuestaria del gasto público durante ese período. Según el economista “no son consistentes los datos del primer trimestre” (…) “de nuevo hay manipulación de datos”, advirtió. c) Según el economista Daniel Sticco no resultan creíbles los números del Indec referidos al consumo privado. Los números oficiales, que desatacan una leve contracción del consumo privado del 0,1 por ciento y del consumo del sector público del 2,0 por ciento, no coinciden con los datos del propio Indec que habían destacado la existencia de fuertes caídas de la demanda de las familias. “No ayuda a despejar las dudas y las críticas que disparará este dato”, advirtió. d) El Indec revisó la serie del PIB de los años K, sobre el que existían algunas diferencias, no tan pronunciadas, pero ninguna tan profunda como en la del año 2009. Yendo más lejos que cualquier estimación privada, el Indec registró una caída del PIB del 6 por ciento. Fernando Cerro, director técnico del Indec, dijo que para alcanzar ese porcentaje no fueron tenidos en cuenta los subsidios a los servicios públicos incluyéndose en cambio el impuesto al cheque, además de utilizarse una serie de índices alternativos de “algunos insumos estadísticos”. De esa forma, sentencia Zaiat, elaboraron una serie eminentemente política para derribar el argumento del anterior gobierno según el cual hubo un importante crecimiento económico cuando gobernó. Una merma del 6 por ciento del PIB hubiera provocado un colapso económico y social que jamás tuvo lugar. e) Tampoco son creíbles las cifras de desempleo difundidas por el Indec. El porcentaje difundido-9,3 por ciento-para el segundo trimestre de 2016 no es creíble. El sociólogo Daniel Schteingart expresó que “de mucho analizar (la) EPH, creo que si hubo toqueteo fue en disfrazar desocupados como inactivos”. Luego de que el gobierno nacional difundiera ese dato, la dirección estadística porteña confirmó la manipulación puesto que para la CABA el desempleo fue dos puntos más altos durante el mismo período (10,5 por ciento). f) Según el Indec durante julio la producción industrial cayó un 7,9 por ciento mientras que en el desagregado industrial la industria textil tuvo una caída de sólo el 2,6 por ciento, “con lo cual comenzó a recortar la insólita suba de 8,0 por ciento dibujada en el primer semestre”. FIEL había dado a conocer el estancamiento textil (0 por ciento) en siete meses de 2016. Teniendo en cuenta los despidos, las suspensiones, la caída de la demanda interna y el aumento de importaciones, nadie, dentro del mundo empresario textil, se atrevería a avalar las estadísticas oficiales. G) El Indec, al sobreestimar la canasta de bienes y servicios que determina la línea de pobreza, determinó que el porcentaje de pobres asciende al 32,2 por ciento, lo que le permitió a los funcionarios de Macri salir a hablar de la herencia K en esta delicada materia. Lo cierto es que el Indec no dio a conocer los números correspondientes al último trimestre de 2015 y al primer trimestre de este año con la nueva canasta para así no verse obligado a cuantificar el feroz impacto de la política económica de Cambiemos sobre los sectores vulnerables de la población.

Luego de señalar otros retoques a los ya expuestos Zaiat concluye de la siguiente manera: “El Indec de Macri y otros organismos del área económica-laboral que difunden estadísticas están ocupados en distorsionar la realidad anterior y actual con el objetivo de confundir el análisis presente y reescribir la historia pasada reciente. Para ello el manoseo de las estadísticas es una de las principales armas, esta vez con el apoyo del FMI y de profesionales críticos del Indec kirchnerista y que ahora no se animan o no quieren observar las maniobras del Indec macrista”.

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