Por Luis Tonelli.-

El anuncio de la fórmula Daniel Scioli-Carlos Zannini para participar en las PASO del FPV disparó inmediatamente una cadena de reacciones de todo tipo: obviamente, del lado de la oposición se buscó poner el acento en la “imposición” de CFK de nada menos el vicepresidente a Scioli, y del lado K se enfatizó el perfil de Zannini como “soldado kirchnerista”. Nótese que ambas posturas no resultaban contradictorias entre sí.

Mucho de la oposición, especialmente la proveniente de las filas PRO, descorchó champagne ante la noticia. Se sabe que para los “Amarillos” que tienen a Durán Barba como su gurú -entre ellos un tal Mauricio Macri y otro que se llama algo así como Marcos Peña- la gran cesura de la cultura política argentina es entre la Vieja Política y la Nueva Política. Sintéticamente, la Vieja Política no repara en la “G.E.N.T.E” y se basa en la relación de los aparatos con los políticos, mientras la Nueva Política busca una relación directa -aunque mediática- con la ciudadanía-televidente.

De este modo, las dos expresiones más competitivas de la política nacional hoy, por un lado, el Frente para la Victoria y por el otro, Cambiemos, adoptan perspectivas y estrategias electorales completamente diferentes. Por un lado, pese a los consejos de todos los analistas de enfatizar cada vez más la distancia del Gobierno, hace meses ya que las encuestas señalan que no hay ninguna diferencia entre Scioli y el kirchnerismo. Así que la nominación de Zannini en la fórmula no hace más que evitar cualquier estrategia de separación, que se esperaba podía darse en las PASO.

¿Significa entonces que Daniel Scioli ha perdido la partida?. En realidad, si las elecciones hubieran tenido lugar unos meses atrás, digamos que inmediatamente después de la muerte del fiscal Nisman, la estrategia de mimetización del gobernador de Buenos Aires seguramente lo hubiera hecho perder en segunda vuelta, si era que pasaba a segunda vuelta, ya que quizás la contienda hubiera sido entre Macri y un todavía fuerte Sergio Massa.

Pero mucha agua encuesteril ha corrido desde esos tiempos de borrasca para el kirchnerismo, quien hoy se ha recuperado notablemente en su score frente a la opinión pública. Todas las encuestas marcan un descenso drástico de la opinión negativa contra la Presidenta, mejoran los índices de popularidad del kirchnerismo y se consolida la intención de voto de Scioli. Obviamente, todo esto no se basa en que el Cisne Negro que representó la irrupción del caso Nisman haya podido ser pintado de blanco, especialmente por ese ariete lingual denominado Aníbal Fernández.

La respuesta a la incógnita sobre que pasó es muy simple y está en la economía. No es que haya mejorado, que se haya retomado el crecimiento, que haya aumentado el empleo. No, lo que sucedió de positivo ha sido más bien lo que no sucedió de negativo. Los gurúes económicos auguraron (otra vez!) un apocalipsis que sencillamente (otra vez!) no tuvo lugar. Y de ese modo, la mediocridad -abonada por el gasto público y convertido en consumo sweetmoney– frente al colapso anunciado y desmentido sabe a paraíso.

Para decirlo directamente, si antes el “cambio” representaba una mayoría de la población, hoy se puede decir que es cada vez más importante un sector intermedio que quiere que se respete la “continuidad” de los fundamentos de lo que ha sido la economía argentina de estos últimos años. O sea, no hay cambio de época, de ninguna manera, y quien capture ese voto en el medio será quien gane las elecciones. Paradójicamente, quien tendría que haber usufructuado más de ese electorado central es Sergio Massa, quien hoy se ha caído en pedazos, más que en las encuestas, políticamente. Pero lo que impera es la polarización, a la que han apostado, tanto el FPV como Cambiemos, y al no encabezar el Frente Renovador las encuestas, simplemente el voto que juega ganador lo fue abandonando, especialmente el de los intendentes y punteros.

La clave de esta elección, entonces, estará dada por cuál de los dos polos se presenta dividido, y esa división permite al otro polo ganar en primera vuelta. Si para algunos, la “imposición” de Zannini como vice, condena a Scioli a la minoría que quiere la continuidad a troche y moche, hay algunos elementos que pueden jugar a favor de la fórmula del FPV y que la oposición debería contrarrestar.

En primer lugar, Scioli ha pasado a ser el candidato a Presidente elegido por la Presidenta. La gran duda era que iba a hacer CFK, y con esta fórmula de integración, la continuidad de la candidatura de Randazzo pierde todo sentido. En segundo lugar, Zannini tiene alto desconocimiento entre el electorado (o sea, no es Máximo Kirchner ni Kicillof). Y la oposición necesitará un esfuerzo importante para comunicar quien es, su pasado maoísta, su perfil de comisario político, etc., etc., conveniéndole más enfatizar aspectos positivos propios que ir por la negativa. En tercer lugar, el FPV presentará seguramente un voto unificado y la oposición se encuentra dividida en tres candidatos: Mauricio Macri, Margarita Stolbizer, Sergio Massa, a lo que hay que sumarle el candidato de la izquierda, y cualquier punto aquí puede ser decisivo.

Para terminar con humor, la frase que dejó un viejo peronista al enterarse de la nominación de Zannini: “Es la mejor garantía de que a Daniel no le vamos a hacer un juicio político. El peronismo jamás dejará que Zannini asuma la presidencia”. (7 Miradas, editada por Luis Pico Estrada)

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