Por Carlos Tórtora.-

Finalmente llegó la tregua a la contienda entre Alberto Fernández y Cristina Kirchner. Él esta visiblemente agotado por el asedio que le hace sufrir el kirchnerismo. En cuanto a la vicepresidenta, es obvio que sus permanentes apariciones para criticar a su gobierno le significa un creciente desgaste. Ambos están entonces desgastados sin que esté a la vista una definición de la pulseada. En el medio, empezaron a trabajar Máximo Kirchner, Eduardo Wado de Pedro y Sergio Massa, entre otros, para crear una mesa chica que mantenga la paz en el vértice del poder. Las pautas para la paz son varias. Por ejemplo, que Cristina tolere la permanencia de Martín Guzmán en su cargo, a cambio de que Alberto la acompañe decididamente en su batalla contra la Corte Suprema. El paso del tiempo puede favorecer a la expresidenta, ya que Alberto se iría debilitando a medida que se acerque el final de su mandato y no logre construir una estructura propia dentro del peronismo. Esta debilidad del presidente se vio clara la semana pasada, cuando desde España él mismo anunció que iría por su reelección y el eco dentro del oficialismo fue casi inexistente.

La vuelta a la crisis

Los promotores de la tregua coinciden en que, si Alberto llega muy deteriorado al año que viene, a CFK le resultaría muy difícil armar un esquema electoral exitoso. El problema es que el círculo albertista de la Casa Rosada imagina que, si la inflación baja significativamente en el segundo semestre, Alberto debería lanzarse a la reelección desafiando a su vice a dirimir el tema en una gran PASO. Ella rechaza de plano competir con el presidente, ya que no le asigna a éste representación política alguna y lo considera un mero delegado.

Como se advierte, la tregua está más bien fundamentada en el cansancio de los protagonistas y no se vincula tanto a las posibilidades de construir consensos. Lo más probable es que, días más o menos, se vuelva al enfrentamiento público, porque la desconfianza entre ambos es infranqueable.

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