Por Luis Tonelli.-

Es bien conocida la anécdota como también las dudas que hay sobre su veracidad: en la histórica visita de Nixon a China, alguien de su comitiva le preguntó al Premier ZhouEnlai sobre la revolución francesa. Tras un interminable silencio, Zhou lacónicamente dijo: “Demasiado pronto para decir algo sobre ella” (¡a pesar de que habían transcurrido dos siglos!), lo cual fue tomado como la frase cliché para ejemplificar las diferencias en las consideraciones temporales de occidente versus las de oriente.

Pero en la Argentina el tiempo corre todavía más apurado que en Occidente, y así vale la anécdota. Se non e vero, e ben trovato, dirían los italianos.

Dos meses y medio de gobierno de Mauricio Macri y los opinólogos ya sacan sus conclusiones, lo cual no deja de ser válido para este lapso -y si todo sigue así, también para lo que vendrá, obvio-. Pero justamente lo que se pone en duda es si el Gobierno de Mauricio Macri va a poder seguir así, como hasta ahora. O sea, un Gobierno mimado por las noticias que vienen el exterior (el elogio más escuchado sobre el Presidente argentino de boca de los inversores extranjeros es: “Welovehim!”), y una figura presidencial cuya popularidad en las encuestas de opinión es sencillamente balística. Pero también un gobierno con problemas manifiestos de gestión, que le suman alguna complejidad a la ya de por si grave herencia kirchnerista.

El espaldarazo que significa las tempranas visitas del Presidente de Francia, François Hollande y el de los Estados Unidos, Barack Obama es tremendamente importante, aún si solo se tiene en cuenta la situación de cuello de botella que enfrenta la Argentina en su negociación con los holdouts: es que si no se resuelve este tema,  no habrá sencillamente dinero para bancar al gradualismo ajustador.

Y pareciera que la opinión pública entiende (al menos todavía) la aceleración inflacionaria y los tarifazos como un sinceramiento de la situación artificial generada por Cristina Fernández y Axel Kicillof para irse con unas banderas tan altas que, incluso si ganaba Daniel Scioli, el sucesor tenía que arriarlas un tanto. Suficiente, como para que lo que hoy es políticamente lo más parecido a la Armada Brancaleone, grite delirando “Macri Neoliberal!!”

Ciertamente poca plata en términos de lo que se mueve a nivel internacional, haría a Macri y al resto de los argentinos, muy felices. Pero las necesidades de financiamiento para los estándares argentinos son muy altas. La pregunta que todos se hacen es: ¿si es necesario ajustar más, la sociedad, la política y las corporaciones se lo van a bancar. ¿Y si no hay más remedio, no convenía hacerlo de un tirón, con el recuerdo negativo K bien vivo?.Contrafácticos, sin embargo, decisivos mientras se mantienen como posibilidades.

El principal activo del macrismo es el haber logrado transmitir en campaña y ahora en el gobierno un cambio de estilo, un cambio especialmente estético,  adjetivo que no peyorativo ni mucho menos. Se podrá discutir si la dinámica verticalista de Macri tiene algo de la de Kirchner y Señora. Pero lo cierto es que el “relato K”, más que adoctrinar, saturó, empalagó y generó un enorme rechazo que hoy disfruta el macrismo con solo retirarse del centro de la escena política, y cambiar los gritos por buenos modales, a Máximo por y Antonia, a Milagro Sala por la Awada, y al “petiso” Ottavis por el “handsome” Prat Gay.

Que dos meses es poco para evaluar a un gobierno lo demuestra el hecho que el macrismo no ha podido tomar control del aparato de Estado -para decirlo de algún modo, ya que si algo dejó el kirchnerismo fueron cotos de caza y patrullas perdidas, y poco y nada de islas de eficiencia burocráticas-. Hoy el Estado no funciona de oficio, y lo que funciona muchas veces es para generar males públicos y dividendos privados -lo que antes se denominaba corrupción-

Al poco tiempo que ha pasado se le suma, primero, que el PRO es una fuerza nueva, con algunos calificadísimos cuadros de elite, pero que le falta expansión profesional para llenar los cargos estatales de las tres jurisdicciones políticas más importantes del país  (el radicalismo ha aportado muy marginalmente con cuadros, lo cual, es todo un indicador de que, como dijimos aquí en varias oportunidades, este no es un gobierno de coalición, sino una convergencia política entre varias fuerzas que tienen como eje la presidencia Macri).

En segundo lugar, al problema cuantitativo se le suma el cualitativo: pasar de la administración de la Ciudad a la de la Nación no es solo una cuestión de escala, sino una milonga totalmente diferente. Y si es cierto que a Macri le llevó un tiempo agarrarle ritmo de gobierno en la administración porteña lo mismo parece sucederle en la Nación, con urgencias políticas un tanto más acuciantes: verbigracia, la realización de elecciones de renovación legislativas el año que viene.

Un punto importante -totalmente opinable, pero de interés al menos para quien escribe estas líneas- es lo que justo guía la escueta lógica comunicativa del Gobierno: basta de “relato”, ¡res non verba!. Pero parecería que lo meramente estético y los incentivos concretos a veces no alcanzan para marcar un rumbo nacional, entusiasmar a los actores claves y hacerlos salir un poquito de como venían haciendo las cosas -siempre en su interés-. En estas épocas postmodernas no se trata de andar a los gritos en Plaza de Mayo, pero sí de volver claro un rumbo, que cumple la misma función que la seguridad jurídica: saber que, al menos, ciertas cosas, no van a darse tan fácilmente. El discurso que inaugure las sesiones ordinarias será una buena oportunidad para hacerlo.

Pero claro, diría Tato, de todos modos, el show recién comienza. Se verá si es bueno, y si al menos, hay vermouth con papas fritas. (7 Miradas, editada por Luis Pico Estrada)

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