Por Hernán Andrés Kruse.-

Más de un mes tuvo que pasar para que la mesa chica de la CGT volviera a reunirse. En la tarde del martes 19 de noviembre se hicieron presentes en la sede de la Unión del Personal Civil de la Nación (UPCN) Héctor Daer (Sanidad), Andrés Rodríguez (anfitrión), Gerardo Martínez (UOCRA), Juan Carlos Schmidt (Dragado y Balizamiento), José Luis Lingeri (Obras Sanitarias), Sergio Romero (UDA), Rodolfo Daer (Alimentación), Alejandro Amor (municipales porteños), Julio Piumato (judiciales), Jorge Sola (seguros), Cristian Jerónimo (vidrio) y Miguel Paniagua (espectáculo público). Para la dirigencia sindical existen evidentes síntomas de una mejoría de la situación económica. En algunos sectores, como la construcción, por ejemplo, se detectan signos de recuperación de fuentes de trabajo, aseguraron. De ahí la necesidad, coincidieron los popes sindicales, de acelerar el diálogo con el gobierno de Javier Milei para “comenzar las negociaciones tripartitas para definir políticas a futuro” (fuente: Infobae, Ricardo Cárpena, 19/11/024).

Confieso que no pude resistir la tentación de comparar a estos sindicalistas con Agustín Tosco, aquel combativo líder sindical que iba al frente de las manifestaciones luego de haber cumplido la jornada laboral, como cualquier trabajador. El martes 13 de febrero de 1973 Tosco debatió con el todopoderoso Secretario General de la CGT, José Ignacio Rucci, en un programa de Gerardo Sofovich (Las dos campanas) que se emitía por Canal 13. Fue en ese momento cuando Tosco (lector de José Ingenieros) acuñó la frase “burocracia sindical” para caracterizar a la dirigencia sindical liderada por Rucci, a la que acusaba de ser funcional a los intereses del poder. De haber resucitado en estos días Tosco hubiera lanzado la misma acusación.

Hoy, como hace medio siglo, la clase trabajadora está a la intemperie. Ningún líder sindical se juega por ella, tal como lo hizo Tosco. Hoy está más vigente que nunca la burocracia sindical, ese rejunte de dirigentes sindicales tan poderosos económicamente como lo más granado del empresariado nacional. Buceando en Google me encontré con un ensayo de Mauricio Tome (Facultad de Ciencias Sociales-UBA) titulado “Reflexión teórico-política sobre la burocracia sindical” (Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales-2013). Saque el lector sus propias conclusiones.

“Hace unos años algunos sectores de la academia escribieron acerca de la pérdida de vigencia del concepto de Burocracia Sindical dado que el fenómeno sociohistórico que iluminaba revelaba una mayor “complejidad”. Desde nuestra enfoque esa tesis era producto de un planteo teórico-metodológico tradicional que tenía como derivación consecuencias políticas negativas en la realidad concreta donde la burocracia sindical operaba (y opera) diariamente en contra de los intereses, mediatos e inmediatos, del conjunto de los trabajadores argentinos. En efecto, tenemos el propósito de comprender y caracterizar teórica y políticamente a la burocracia sindical. Para ello buscamos desde una posición crítica debatir con el planteo que expresan los historiadores Ghigliani y Belkin sobre la burocracia sindical “existente”, tratando de observar sus límites. Nuestras argumentaciones están sostenidas en el estudio histórico de los conflictos y el accionar de la burocracia de la Unión Tranviario Automotor en el Subterráneo de Buenos Aires, entre 1994 y 2003.

El asesinato del militante del Partido Obrero Mariano Ferreyra a manos de la burocracia sindical de la Unión Ferroviaria dirigida por José Pedraza fue el punto más alto, hasta el momento, de una escalada de violencia ejercida por los sectores burocráticos de los sindicatos allí donde se les presenta un sector político-sindical que intenta dar una lucha por representar los intereses inmediatos y mediatos de los trabajadores. Una serie de hechos sucedidos en los últimos años reflejan esta situación: los distintos acontecimientos ocurridos a los trabajadores del subte como la irrupción en el Hotel Bauen cuando el cuerpo de delegados se disponía a realizar una conferencia de prensa en 2007, el atentado a la familia del delegado Néstor Segovia en 2009 en el marco de la creación de un sindicato (AGTSYP) independiente de la UTA, la violencia ejercida sobre delegados y trabajadores en enero de 2010 cuando se intentaba iniciar el plebiscito para la creación del nuevo sindicato, los atentados sufridos a los delegados Daniel Farella y Marcolín de la línea 60 a fines de 2011, entre otros.

En términos objetivos, luego de la crisis política, social y económica de fines de 2001 y 2002, Argentina entró en un proceso de recuperación económica, en comparación con los años previos, y de recomposición institucional. La mejoría del mercado de trabajo producto de una serie de medidas orientadas al mercado interno y la incentivación estatal de paritarias controladas (acuerdos de cúpulas entre la Confederación General del Trabajo, la Unión Industrial Argentina y el gobierno nacional) dio un marco para el desarrollo de reclamos y luchas sindicales en las cuales las direcciones de los gremios comenzaron nuevamente a tener relevancia. Por otro lado, este contexto potenció que determinados sectores político-sindicales de izquierda que venían desarrollando un trabajo previamente a la crisis de 2001, así como otros que se conformaron en ese período, empezaran a ser percibidos como una molestia en tanto afectaban de manera progresiva el poder de las burocracias al defender los derechos de los trabajadores. Son los ejemplos de los trabajadores de subterráneos, Kraft, FaSinPat, ferrocarriles (ex línea Sarmiento), la línea 60 de colectivos, docentes universitarios (AGD-UBA), entre otros. Muy lejos de desaparecer, la clase que trabaja apareció con mayor fuerza: la realidad revelaba que no se sostenían las tesis de la “crisis y el fin de la sociedad del trabajo” (Gorz; Offe; Habermas), intentos de aniquilar la teoría marxista y a su sujeto histórico”.

SEGUIDISMO DEL OBJETO O DE CÓMO CONSERVAR LO EXISTENTE

“La revista de historia Nuevo Topo incluyó en su número 7 (2010) un dossier con un debate teórico y político acerca del significado del concepto de burocracia sindical en Argentina. Entre las diferentes posiciones se encuentran la de los historiadores Ghigliani y Belkin, quienes sostienen una crítica a la visión ortodoxa y a la posición revisionista del mencionado concepto. Tomamos aquí el artículo de Ghigliani y Belkin para desarrollar un debate teórico-político porque nos ayuda a establecer los conceptos en nuestro estudio histórico. La elección de esa visión radica en: Que en el ámbito académico expresa tendencias político-sindicales que ganaron terreno en experiencias concretas. La relativa influencia que ha tenido, y tiene, en debates teóricos políticos en los sectores donde intervienen sindicalmente diversos sectores de la izquierda. Que plantean complejizar el fenómeno y diluir el concepto de burocracia sindical como categoría explicativa.

A continuación los puntos problemáticos que pensamos como susceptibles de ser cuestionados desde nuestra posición. Según los autores, “…los esquemas ortodoxos separan tajantemente a las dirigencias de los trabajadores de base hasta el punto de volver irreconocible el mundo sindical realmente existente… denunciar la separación que establecen los análisis ortodoxos entre dirigencias y bases, demostrar la relativa representatividad de los primeros y criticar el esencialismo de la premisa de la que usualmente parten, esto es, el carácter ontológicamente revolucionario de la clase obrera”. Desde hace algún tiempo se ha desarrollado en el mundo académico un debate acerca de la existencia o no de la burocracia sindical y de su pertinencia como categoría teórica. En estas líneas haremos el intento de observar los límites de esta visión “crítica”, que se elabora a partir de una confrontación polémica, sobre todo, con la visión denominada por ellos “ortodoxa”.

Este interlocutor (ortodoxo) es construido de modo imaginario por los autores, dado que no establecen en su texto ninguna referencia bibliográfica de la posición criticada. Desde nuestra posición, la existencia de la burocracia sindical no depende de si se le da luz y comprensión desde el ámbito académico o en las líneas de un artículo. La entendemos como una fracción de la clase trabajadora que existe en la realidad y cumple una tarea fundamental en el capitalismo que es la de darles a los trabajadores una dirección política-sindical que no busca su emancipación sino mantenerlos cautivos de la explotación por parte del capital. Así, entendemos que el concepto de burocracia sindical está compuesto de dos elementos principales que lo constituyen: las formas antidemocráticas de toma de decisión (en un extremo la utilización de la fuerza) y, fundamentalmente, su práctica e ideología capitalista (en sus distintas variantes).

A partir de garantizar cierta paz social esta fracción genera y reproduce sus propios intereses. Para sostenerlos, necesitan subordinar las formas colectivas de tomar decisiones a decisiones de cúpula, centradas, en general, en el líder del sindicato, y al mismo tiempo necesitan dilatar y relegar las demandas inmediatas y mediatas que puedan plantear los trabajadores. Esta conceptualización busca hacer una delimitación a grosso modo de los elementos básicos que contiene una burocracia sindical y que no niega las especificidades u otras características de las burocracias en contextos históricos concretos. Así entendida, la burocracia sindical, y tomando una posición marxista, se encarga de reproducir al interior del sindicato las prácticas y los valores que mantienen la explotación capitalista en el todo social. Los sindicatos son una de las trincheras a través de las cuales el estado capitalista penetra con su ideología y sus políticas en la sociedad civil. En efecto, es portadora y diseminadora de la filosofía de la dominación impregnando a los trabajadores de sentido común tal como lo define Gramsci. Sentido que le permite sellar las relaciones de poder entre ellos. Los valores contenidos en las prácticas de la burocracia están en sintonía con los existentes en la vida social, donde lo que predomina es el sostenimiento del orden vigente.

Esta conceptualización puede verse expresada en el accionar de la dirección burocrática de la Unión Tranviario Automotor (en adelante UTA), en el subterráneo y el premetro. Nos referimos a los hechos sucedidos después del segundo paro en mayo de 1997 contra la empresa Metrovías, por parte de un sector importante de trabajadores, por el despido sin causa de una boletera. La burocracia se reacomodaba y operaba de manera meticulosa para desarticular las organizaciones combativas que se venían conformando de manera clandestina. Hablaban cara a cara con los trabajadores, buscaban un trato cotidiano para filtrar su política. En esta dirección varios delegados de UTA lograron convencer a una boletera que había sido despedida por la patronal para que aceptase una indemnización de 160%. El punto clave en esta situación era que una cantidad importante de trabajadores se habían comprometido en su reincorporación a la empresa arriesgando su puesto de trabajo al realizar una huelga. Con esta iniciativa la burocracia reforzaba la idea de generar salidas individuales en el marco de los valores liberales. Además, golpeaba duramente a los obreros que habían ido al paro.

La desconfianza entre los trabajadores se acentuaba, el individualismo se potenciaba y se desactivada la solidaridad creciente para la lucha. Al mismo tiempo, mostraba los distintos mecanismos de la patronal y la burocracia para poder penetrar la subjetividad de los trabajadores. Este impacto negativo fue registrado por la delegada Bouvet: “la renuncia de Silvia Segovia tuvo un efecto negativo sobre el conjunto. Las opiniones de los compañeros de la línea A se dividieron y la gente de la E estaba preocupada por las causas penales que afrontaban por el primer conflicto”. Los historiadores sostienen la premisa de que el trabajador no es ontológicamente revolucionario: el sujeto que vive del trabajo, como ser social, está explotado, alienado y, en su subjetividad, priman los valores del capital. Los núcleos centrales de las tesis de los Manuscritos económico filosóficos, de Marx, no han perdido su vigencia en el capitalismo actual. El obrero a priori no es revolucionario así como tampoco lo es democrático, reformista ni conservador: su esencia como todo sujeto social es ser formado en mutua relación contradictoria con la objetividad social.

Esta afirmación teórica tiene su correlato en lo histórico en el sentido de que el obrero real tiene determinaciones concretas capitalistas. “…ortodoxos y revisionistas operan como si los intereses de las bases fueran algo dado y preexistente. Cuando ello se combina con un determinismo mecanicista, asumen que el antagonismo estructural en el que se encuentra situada la clase obrera basta para identificar las demandas colectivas inmediatas (como un producto natural de la posición objetiva) y las formas de acción que llevaría delante de no mediar obstáculos y desvíos. Cuando no, simplemente deducen, suponen o imaginan los verdaderos intereses obreros. Luego de cumplida esta tarea, ortodoxos y revisionistas pasan a examinar en qué medida y en qué grado, estos intereses son obstruidos o expresados por las direcciones” (Ghigliani y Belkin).

Un análisis del sociólogo Eduardo Grüner que divide analíticamente al proletariado como categoría teórica y como categoría sociológica empírica nos parece pertinente de ser recuperado para poder retomar la división entre los intereses inmediatos y mediatos. Los intereses mediatos toman forma a partir de la configuración histórica del capitalismo entre el sujeto que tiene que vender su fuerza de trabajo para poder vivir y el sujeto que tiene un poder suficiente que le permite comprar esa mercancía. La clase subalterna sufre un proceso de expropiación a manos de los capitalistas, y esta situación provoca que no tenga otra opción que ubicarse en una relación que se estructura a partir de la dominación. Los intereses históricos, mediatos, están conformados por la necesidad de salir de esa situación de explotación y opresión social, de emanciparse de esa configuración histórica. La forma de captar esos intereses es a partir de transitar la experiencia de explotación social al mismo tiempo que comprenderla por medio de una razón crítica. Por otro lado, los intereses inmediatos toman forma a través de distintas situaciones objetivas que el régimen social impone al trabajador en lugares de trabajo concretos. Estos están relacionados con necesidades elementales del trabajador a nivel laboral y humano”.

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