Por Carlos Tórtora.-

Hace unos días escribí que, inmediatamente después del 26-O, una vez electa senadora, Patricia Bullrich tomaría distancia de Javier Milei presentándose como una libertaria disidente. Pero la velocidad de la crisis hizo que la ministra, en plena campaña electoral, contradijera la defensa que el presidente hizo de José Luis Espert para condenarlo sin miramientos.

De este modo, Bullrich empieza a posicionarse como cabeza de un movimiento libertario disidente que podría salir a condenar a Karina Milei planteando que el presidente debe rectificar el rumbo haciendo cambios urgentes.

Éste sería entonces el modo de ir iniciando la era post Milei sin abandonar el calor del oficialismo, tal como le gusta a ella, que detesta ser opositora.

El cálculo es obvio: antes de que caiga el propio Milei, se produciría el derrumbe del karinismo, hoy ya acosado por Santiago Caputo y la disidente Marcela Pagano, que pronto podría encabezar un bloque de diputados disidentes con unos 10 miembros.

El rey de la dualidad

Más sofisticado que Bullrich pero con objetivos parecidos, Mauricio Macri volvió a conversar con Milei sin ocultar sus pretensiones. Para poder mostrar que el PRO sigue a su lado, el presidente debería cederle a Macri dos o tres ministerios, empezando por la cancillería para Federico Pinedo.

Iniciaría así el expresidente un proceso inverso al que impulsaran los Milei desde el año pasado. Ahora sería el PRO el que empezaría a absorber a muchos dirigentes libertarios que huirían de la hecatombe del gobierno.

Tanto Bullrich como Macri compartirían el mismo diagnóstico: que Donald Trump terminaría cansándose de sostener un gobierno en ruinas y apoyaría un nuevo llamado a elecciones con un Frente antiperonista liderado por el PRO.

Por el momento y hasta el 26-O, ambos se dedican a ir cercando a un presidente ya casi sin reflejos.

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