Por Juan José de Guzmán.-

Es probable que haya tenido que ver más con la influencia de algún consejo cercano que de su buen olfato sobre el humor social, del que hizo gala desde su asunción a la fecha la decisión del presidente de postular al doctor Lijo a la Corte.

Si la probidad debiera ser el argumento de mayor peso cuando se trata de elegir a una persona para integrar el supremo tribunal, entiendo como ciudadano, que el Doctor Campagnoli ha dado sobradas muestras de lo que es ser un hombre del derecho que vive a derecho, y que se rige por la ley (que es lo que tanto necesita la Argentina, hoy).

Tras enviudar en 2011, el calvario judicial que debió soportar durante el kirchnerismo lo enalteció, como padre de familia (5 hijas menores) y hombre de bien al final de cuentas, cuando se le rebajó el sueldo a la mitad durante la suspensión (que duró 9 largos meses) y juicio político al que fue llevado durante la procuraduría de la Dra. Gils Carbó; él buscó y encontró pruebas para defenderse pero jamás pronunció la palabra lawfare.

Como tantas veces se ha dicho (y en más de un caso el presidente lo ha hecho desde su breve acceso al poder), “siempre” hay tiempo para un cambio de último momento.

Es de esperar que ese “siempre” siga vigente.

La historia, la sociedad y la justicia lo necesitan (¡más que nunca!)

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