Por Hugo Modesto Izurdiaga.-

«Dime de qué presumes y te diré de qué careces» (refrán popular)

Cristina Fernández parece estar deshojando margaritas, tratando de saber si se postula o da un paso al costado. En el acto del martes 27 de diciembre en Avellaneda, no dejó bien en claro si será candidata en 2023; es todo una incógnita. La doctora exitosa vuelve a demostrar una necesidad imperiosa de ser escuchada; buscando que le presten… ¡Atención y admiración!

La señora va construyendo con infinidad de palabras «el eterno relato» mientras que un séquito de aplaudidores la respaldan, va elaborando grandilocuentes discursos. Lo que si queda de manifiesto en sus monólogos, es su egocentrismo. Piensa que sus propias opiniones e intereses, son más importantes que las de los demás.

Se cree la dueña de la verdad y con su figura dominante, arremete con fiereza contra el periodismo, la justicia, y la oposición. A ellos les apunta para caerles con sus críticas. Se siente con derecho a descalificar a quien pretenda opinar distinto. Indudablemente es una reina. La prueba de ello es que actúa como si en lugar de ciudadanos fuéramos sus súbditos. ¿Por qué la vicepresidenta no habla de la inseguridad, inflación, desocupación, narcotráfico, si estos son los temas que más preocupan a la ciudadanía? La respuesta es sencilla: no tiene nada bueno que informar.

Un grato placer será sí, en vez de criticar, busca la concordia y armonía entre los argentinos. Dejando de dividir a la sociedad, para comenzar a sumar. Cambiar de actitud, para empezar a preocuparse por el bienestar del Pueblo Argentino. Beneficioso para todos será, si intenta ser más empática para con nosotros.

Si así lo hace… Le estaremos eternamente agradecidos.

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