Por Juan José de Guzmán.-

Cuando ponderamos los valores morales de una persona es harto probable que no nos estemos refiriendo a cualquiera de los políticos que han transitado los ministerios, o peor aún, los más altos cargos en nuestro país en los últimos años (es preferible no mencionar la cantidad), los “honorables” que el devenir trágico de nuestra dirigencia nos regaló no merecen tener un lugar en ninguna estadística que mencione valores éticos porque ellos, brillaron por su ausencia, y así es que estamos como estamos. La casta, como muy bien los bautizó quien terminó siendo una sorpresa electoral mayúscula al vencer a las 2 fuerzas que representaban lo más granado de la política que nos condujo hasta aquí, sólo quiere conservar sus privilegios, aunque eso signifique más pobreza y menos comida para niños y adolescentes que viven en hogares indigentes (donde se come una vez al día y se complementa con mate cocido y pan, para engañar al estómago aunque no al hambre). Nada detiene su voracidad por mantener el status quo que les proporciona vivir con privilegios a los que muy pocos acceden.

Por ello es que cuando logran tomar posesión de una banca, lista sábana mediante, buscan la manera de continuar indefinidamente en ese lugar para seguir viviendo como reyes, lejos de las privaciones del ciudadano común.

Una prueba de ello la hemos visto los otros días cuando los senadores, en una jugada artera y premeditada se aumentaron sus dietas de una manera desproporcionada y obscena, salvo honrosas excepciones. Una de ellas tiene nombre y apellido y no nos extraña, porque a través de toda su historia política ha dado muestras de su acabada hombría de bien, honestidad y probidad; el senador Juez, a quien ni las temibles denuncias públicas de Elisa Carrió lograron hacer mella en su integridad personal.

Le bastó con levantar su nivel de exposición para retrucarle “yo no miento, señora” y todos le creímos, porque sabemos que él “no miente”.

Por suerte no ha bajado los brazos ante las miles de zancadillas y trapisondas a las que tuvo que enfrentar a lo largo de los años.

Y nos sigue dando muestras de que vale la pena aferrarse a la creencia de que “no todo estará perdido” mientras haya ciudadanos comprometidos con la verdad y la honradez como Luis Juez.

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