Por Máximo Luppino.-

Lo más importante es ser agradecidos siempre.

En los últimos días, el presidente saliente Alberto Fernández en sendas entrevistas periodísticas manifestó, una vez más, sus disidencias con Cristina Fernández. Ella no sólo fue su vicepresidenta, sino que fue inequívocamente la mentora de la presidencia de Alberto. Sin el “dedo” de Cristina jamás hubiera ocupado la primera magistratura de la Nación. Alberto bien lo sabe. Dijo “Jamás me voy a volver a pelear con Cristina”. Sin duda, el presidente no honró la palabra que otorgó al pueblo de la república.

Que Cristina es difícil de llevar todos lo sabemos y Alberto más que nadie, pero cuando lo señaló como candidato se regocijó. Bien debió calcular que esta arquitectura de la “vice” le otorgaba derechos no escritos sobre el gobierno que ella misma acompañaba.

Se equivoca Alberto con estas declaraciones. Para colmo extiende sus críticas al flamante Gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, recientemente electo por una amplia mayoría.

¿Con qué necesidad, Alberto? Más que el resentimiento y la insatisfacción para con él mismo. Para la opinión pública, Kicillof apoyó al presidente en todo momento que hiciera falta.

Cabe destacar que cuando una fórmula de gobierno es elegida por el pueblo, éste le confiere un mandato que bordea una divina responsabilidad. La patria está por sobre nosotros mismos. Tanto Cristina como Alberto deberían haber hecho muchísimos más esfuerzos para tratarse correctamente, ya que mucho más allá de ellos mismos está el bienestar del pueblo argentino. Decimos claramente que ambos son responsables de las desavenencias y encontronazos con que sometieron a su propio gobierno.

No merece Alberto terminar sus días como presidente de la Nación criticando a sus dos más importantes aliados. Poseo profundo afecto por Alberto, esto me da derecho a señalar sus errores con suma libertad. Sin dudas, la gran falla de Alberto fue la inacción en primer término y luego las “idas y venidas” sobre temas urticantes. El gran problema comenzó con Vicentin. Un anuncio de intervención que jamás ocurrió. De estas promesas vacías es muy difícil volver. Lo segundo, no menos importante, fue la “fiesta” en pandemia en la Quinta de Olivos mientras no se permitía a los deudos más cercanos despedir a sus muertos. El presidente violaba las reglas por él mismo establecidas. Una mezcla de autoritarismo, negligencia y torpeza. ¿Cómo no pensó que iba a trascender semejante despilfarro?

Debería despedirse con un perdón mayúsculo por el 45% de pobreza que nos deja y con agradecimiento a Cristina, a Axel y pueblo argentino por el acompañamiento que le dieron.

Más allá de todo, el peronismo debe continuar adelante, ya que lo que viene puede ser infinitamente peor que los equívocos de Alberto.

Si Javier Milei lleva a cabo las privatizaciones de Aerolíneas Argentinas, ferrocarriles, la criminal y la entreguista dolarización, estaremos en un gran problema sin antecedentes.

En la actualidad, lamentablemente observamos que aun sin haber asumido sus funciones el presidente electo Javier Milei ha sufrido una serie de encontronazos no menores con su vicepresidenta Victoria Villarruel. Roces políticos que parecen acompañar la relación de las fórmulas presidenciales. Muchísimas voces de alarma se pronunciaron por las medidas inconsultas y unilaterales que tomó Villarruel. Por ejemplo, su visita a las cúpulas de las fuerzas de seguridad, actitud que nada bien cayó en el entorno presidencial.

Alberto Fernández padeció serios infortunios en los cuales cumplió profundamente con su deber. Nos referimos a los dos años de COVID. Una pandemia que azotó a toda la humanidad. Luego la guerra de Rusia con Ucrania y para finalizar una atroz sequía que vació las arcas de nuestro tesoro. En todas estas circunstancias, el presidente Alberto Fernández realizó una labor loable a favor de la República.

El Peronismo debe estar unido para que, democráticamente y con los resortes legales vigentes, se oponga a esta entrega apátrida que Milei promete.

El compromiso soberano, cultural y cívico es la herramienta para hacer frente a la entrega de la Nación.

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