Por Jorge Augusto Cardoso.-

Es deseable e importante que tenga aciertos y vitalidad el gobierno de los Fernández. Sin embargo, lejos está de promover un ideal que se encuentre por encima de las banderías partidarias, los odios y los resentimientos; que procure el logro de los anhelos personales y colectivos aunando así, los esfuerzos de todos los argentinos.

Es tal el número de aduladores pagos que por exceso de oferta han desvalorizado lo que pregonan, creando de este modo un ambiente de escepticismo sobre las bondades que anuncian.

Se ha denunciado, con abundancia de datos, la miseria y el hambre de vastos sectores del país, en el que sin embargo se levantaron, en pocos años, fortunas inmensas injustificables (los Kirchner, Báez, López, Muñoz y tantos otros), con la tolerancia culpable de gobernadores, parlamentarios, jueces, periodistas comprados y ciudadanos indiferentes.

Tal ha sido el despilfarro, las idas y vueltas, y la mala administración de los recursos para enfrentar la pandemia, que el gobierno se ha quedado sin credibilidad ante la ciudadanía y con el personal de salud desgastado y desmotivado.

Los funcionarios públicos, ávidos de lucro en la función administrativa, son complacientes y ciegos ante los yerros del ejecutivo, pues sólo les importa su propia suerte, sin advertir que ésta inexorablemente se les acabará cuando la magnitud de los errores no pueda ya ocultarse.

Todo el crédito del país es manejado por funcionarios adictos quienes sustituyen en sus funciones a las instituciones oficiales. El Estado se encuentra manejado por pseudo estadistas que solamente persiguen sacarle provecho propio.

En lugar de requerirse idoneidad para los cargos en la función administrativa, se exige militancia y obediencia; así la Cámpora en Aerolíneas, no deja de producir elevadísimos déficits diarios; y el PAMI, en picada creciente reduciendo calidad y cantidad de servicios.

Para poder producir, exportar o importar, hace falta la autorización de burócratas que además de no haber producido nunca nada, cambian, a poco de andar, las leyes de juego por capricho o incompetencia.

Llevamos ya dos años sin acuerdo con el Fondo Monetario y sólo se habla de la “herencia recibida”. Se debió haber acordado allá, al inicio de la pandemia; ahí, ante la incertidumbre mundial, el Fondo estaba proclive a aceptar condiciones ventajosas para los países deudores. He escuchado decir que el Fondo, en ese momento, era como un arco sin arquero. Tiempo irremediablemente perdido, y por el atraso, aumentamos lo que se debe.

Se castiga gravemente, tergiversando, sustituyendo o juzgando con retroactividad hechos del pasado, pero con leyes incorporadas en el presente a quienes, en la guerra librada en los setenta, derrotaron a montoneros y erpianos que atentaron contra las instituciones de la patria; asesinaron, robaron, secuestraron y sembraron el terror en toda la población y a éstos, se los premia con reconocimientos, compensaciones y otorgamiento de puestos en la función pública.

Muchos de los seguidores y legisladores del partido gobernante tienen como único objetivo “vivir” de este gobierno, en lugar de comprometerse por el bien común de todos los argentinos.

Con un singular sentido de mafiosa pertenencia, procuran blindarse ante los hechos de corrupción que a diario protagonizan; para ello, atacan a la justicia independiente a fin de enaltecer una justicia obediente y ciega a la depravación partidaria.

La hora exige que los ciudadanos mantengamos una constante vigilancia sobre los hechos del gobierno y usemos de la mejor manera posible la capacidad de intervenir y obrar. Debemos participar dejando a un lado el laissez-faire, laissez passer; no nos ayudó en el pasado, tampoco lo hará en lo sucesivo.

Nuestra actitud democrática debe dejar de ser solamente electora para transformarse en participativa, desarrollando una nueva disposición frente a los valores básicos como solidaridad, cooperación, justicia social, libertad, respeto por las personas y las diferencias. Quedan dos años para, no sin esfuerzo, construir una coalición aglutinante para llegar al gobierno y desde ahí, lograr el tan deseado “porvenir venturoso” de todos los argentinos.

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