Por Mariano Aldao.-

No hace tanto, digamos medio año, tras recibir el Doctorado Honoris Causa de la Universidad del Chaco Austral, CFK hizo hincapié en la desigualdad social que padece la Argentina (una verdadera pena que en 12 años de kirchnerismo no se haya dado cuenta de ello, para revertir esa situación). Aunque claro, siempre tendrá, a flor de labios, la muletilla tantas veces pronunciada “Ah, pero Macri”, que vino después y arruinó todo lo hecho por el matrimonio en la década ganada.

Aprovechó aquella clase magistral en Resistencia para cuestionar a la oposición por impulsar el proyecto de una boleta única de papel, a la que comparó con «una ristra de ajos o de chorizos», y consideró que la sociedad tiene problemas más importantes, entre ellos que «no tiene laburo y no le alcanza la guita», así, con ese tono bien de rioba.

Como a la ex siempre le ha gustado intercalar en sus discursos analogías a las que le suele agregar silencios finales (que dan paso a los aplausos y vítores de “sus enfervorizados militantes”), fue entonces que se la escuchó decir “nunca tomo decisiones desde las hormonas sino desde las neuronas». ¿Habrán sido ellas las que la impulsaron a exigir que le abonaran las dos jubilaciones que percibe (ante una Raverta sumisa) que equivalen a 140/150 jubilaciones mínimas y un retroactivo de 200 millones?

Cristina está desprestigiada por muchas otras cosas, cierto es, pero si los políticos (de quienes ella es parte) tienen el nivel de desprestigio que tienen, es porque, entre otras linduras, se desviven por enunciar “palabras, sólo palabras”, no hechos.

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