Por Oscar Edgardo García.-

El pueblo argentino está presenciando una cruenta lucha entre los precios y los salarios.

La inflación siempre es la devoradora de los salarios por la pérdida que ocasiona en el poder adquisitivo de los recursos monetarios de la gente.

En los períodos de inflación las grandes empresas y los supermercados aumentan automática y secuencialmente los precios de los bienes que producen y comercializan más allá de los niveles racionales y la cobertura desmedida del riesgo eventual ocasiona que el incremento de los precios deviene anticipadamente y en exceso a los efectivos índices inflacionarios contingentes.

Los hechos demuestran en la realidad que por esa circunstancia no quiebra ninguna importante cadena empresarial, productora o proveedora de alimentos o de medicamentos o de servicios de medicina, en razón de que el pueblo se ve obligado a pagar los precios que se les imponen para poder subsistir y mantener su salud.

Argentina es un país perverso y siniestro y la mayoría de su ciudadanía parecería actuar masoquistamente al momento de elegir a sus gobernantes. Los resultados confirman esta aseveración.

La transferencia patrimonial que produce la inflación es letal y los más perjudicados son los que menos recursos tienen.

En este contexto, los jubilados, triste y desidiosamente, son de los más castigados por lo que su calamitosa situación exige una urgentísima solución a su problema económico a fin de evitar que se produzca la extinción de la clase pasiva. El Gobierno Nacional y los legisladores son responsables de solucionarlo, antes de que sea demasiado tarde.

Share