Por Claudio Valdez.-

El hombre primitivo pudo superar la caverna y mediante propia realización cultural instalarse en “la polis” (ciudad Estado) gozando de ciencia, arte, religión, comercio, deporte, educación, tribunales y gobierno como lograda expresión de evolución. El progreso desde el mundo clásico fue consecuencia del orden y puso en evidencia que la idea de “cosmos” (el todo ordenado y armonioso en oposición a confusión, desorden, “caos”) también ejerce su influjo en la vida individual de las personas y en la convivencia social. Poetas y pensadores analizaron este fenómeno en sus obras literarias que legaron desde la antigüedad a la humanidad. Por su parte la religión y sus “saberes revelados” presentaron siempre similar interpretación. Así se confirmó a través de los tiempos que con esfuerzo no exento de sacrificio, genio y organización “se puede”.

No obstante, Platón, en su obra “República” (380 a.C.) no deja de señalar: “…o si los demás viven en paz dedicarse uno a la guerra, si la paz no le place; y el que pueda uno, por otra parte, ser gobernante y juez cuando se le antoje, aunque exista una ley que le prohíba desempeñar ambas funciones, ¿no son todas estas, a primera vista, condiciones de vida maravillosamente agradables?” Continúa más adelante: “¿Y no te parece exquisita la benevolencia con que se trata a ciertos condenados? ¿O no has visto nunca en este sistema de gobierno a individuos condenados a muerte o al destierro que permanecen, sin embargo, en la ciudad y se pasean por todos lados…?” Califica en consecuencia a esa relatada forma de gobierno como “encantadora, anárquica y pintoresca, que establece una especie de igualdad tanto entre los iguales como entre los desiguales”. ¿Quizás estaría refiriéndose a La Argentina de nuestras últimas décadas y no a la democracia de entonces?

Sin duda sus apreciaciones sociopolíticas resultan de validez universal y atenderlas ahorraría muchas de las penosas consecuencias de la “fiesta contracultural” tolerada en nuestro país. Concluye su crítica en que por querer evitarse el despotismo de los hombres libres, se “cae en el fuego del despotismo de los esclavos y cambia una libertad excesiva y desordenada por la más cruel y la más amarga de las esclavitudes: la esclavitud bajo los esclavos”. El caos social, como cualquier “caos” (desorden, confusión) siempre es transitorio pero no deja de orientar hacia un “nuevo orden” que por experiencia política sabemos “termina conculcando la mayoría de las libertades”: lo conocemos en sus versiones de “regímenes de izquierda o de derecha”. ¡Y vaya que de eso sabemos!

Manuel Belgrano dejó escrito: “Mi amigo, todo se resiente de los vicios del antiguo sistema, y como en él era condición sine qua non el robar, todavía quieren continuar. Es de necesidad que se abran mucho los ojos en todos los ramos de la administración y se persiga a los pícaros por todas partes, porque de otro modo, nada nos bastará.” (Carta a Mariano Moreno. Entre Ríos, 20 de octubre de 1810). ¡Visionario el abogado y general en campaña!

En la actualidad la ineficaz persecución “a los pícaros” es publicitada con profusión… “Pero no pueden”.

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