Por Máximo Luppino.-

No es casualidad que, en el marco de la pandemia atroz que la humanidad padece, Estados Unidos de Norte América sea el país con mayor número de muertos del planeta. Lamentablemente ya llegan a 60.000 personas fallecidas en Estados Unidos. La oleada de cadáveres amenaza con aumentar. Mientras, muchos gobernantes continúan “pensando” en las finanzas antes que en preservar la vida de su población.

Donald Trump optó por la economía, entregando a las infames fauces de la muerte indigna a miles de personas. La superpotencia del planeta es la Nación con más recursos económicos disponibles para cuidar a sus habitantes, pero la vida de las personas para el presidente estadounidense está claramente en segundo orden. Primero los dólares, ese es el principio capitalista. Aberrante e inhumana actitud de los cultores de la materia por encima del alma humana.

Los cortesanos vocacionales del capitalismo voraz plantean enérgicamente la necesidad de que la rueda económica del mundo se movilice, y vuelva a girar velozmente. Esgrimen que el quiebre económico es tan o más lacerante para la humanidad que la misma pandemia que sufrimos. Está claro que es un falso dilema expuesto con cierta malicia utilitarista por los adoradores de los dorados lingotes de oro.

Claro está que la economía debe retornar a su propia dinámica, pero sin poner en riesgo la salud poblacional. Las grandes comunidades deben ser cautelosas y sumamente responsables. En nuestras pampas la vida es sagrada y valiosísima como tal. Es la prioridad que no posee sombras de duda alguna. Cada persona es protegida con todos los recursos disponibles que nuestra patria tiene y con una enorme vocación solidaria por los enfermos. Es la Nación Argentina la que brilla solemnemente con estos valores impostergables de la divinidad reinante en cada corazón humano.

Los cipayos de nuestras latitudes son gorilas depilados pero gorilas al fin. No se atreven a evidenciar lo que todos sabemos, la doctrina yanqui es aberrante y reprochable desde todo punto de vista humanitario. Sólo los bárbaros podrían dejar de lado a sus semejantes con tal de sumar arteras riquezas para que las corporaciones sean aún más ricas de lo que ya son. La responsabilidad política funcionó correctamente desde el presidente de la Nación. Alberto Fernández junto al gobernador Axel Kicillof, el jefe porteño, Rodríguez Larreta, y demás gobernadores sumaron esfuerzos en común para combatir al Coronavirus. Los efectos de estos esfuerzos nos permiten transitar con relativa calma estos momentos de pandemia global.

Los números de infectados y fallecidos hablan claramente del correcto orden argentino. Hay 207 fallecidos en nuestra Nación, contra 27.000 en algunas naciones europeas y como ya mencionamos 60.000 en EEUU. Pero poco mencionan esta inocultable realidad. Más bien “buscan” la falla o el error mucho más que manifestar las irresponsabilidades criminales en un primer mundo que se quedó protegiendo a las bolsas de valores más que a los seres humanos.

Si la vida florece la economía se orientará rápidamente. Si no hay vida, ¿qué sentido tiene el valor del oro? Los fallecidos marchan a lugares donde vale la conducta que llevaron en la tierra. Las tarjetas de crédito nada pueden comprar en los mundos sutiles del alma.

Es bueno recordar que muchas muertes e infecciones reinantes son producto de la desmesurada avaricia de los salvajes capitalistas: Los banqueros, las corporaciones multinacionales, la usura del Fondo Monetario Internacional y demás organismos de intocables “Ladrones de guantes blancos”. Hay que temerle más a una financiera que a los barras de “la 12”. Los cazadores de delincuentes deberían de vez en vez depositar su mirada en las mafias reinantes que socavan el esfuerzo colectivo de los pueblos.

Las tumbas comunes de Nueva York son un triste emblema del capitalismo criminal que se resiste a morir. La hora de las riquezas obtenidas a costa de la vida de nuestros hermanos debe perecer. Un nuevo amanecer con humanos criterios se aproxima velozmente.

El pensar y sentir de las personas como artífices de la felicidad de sus semejantes es el nuevo orden humanista que está emergiendo.

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