Por Alberto Buela.-

Una vez más, y espero que sea la última, salgo a contestar sobre el tema de cómo debemos llamarnos.

Si lo hace la Iglesia, la masonería, el liberalismo, el progresismo, el marxismo que usan el latinoamericanismo a diestra u siniestra no hace falta gastar pólvora en chimangos, que lo sigan haciendo y cada cual se cueza en su propia salsa.

Yo lo hago porque Miguel Barrios, profesor de ciencias de la educación y otras yerbas y que me llama “maestro” salió a escribir totalmente lo opuesto que venimos sosteniendo nosotros desde hace medio siglo. ¿Para qué me llaman maestro si opinan lo contrario en temas graves? Es una tomada de pelo. Hablé el tema con Barrios y con todos los que me rodearon siempre: el término Latinoamérica es un término espurio, es un término falso que nos extraña a nosotros mismos desde el momento que nos designamos como latinoamericanos.

Si será una creación ideológica que ni los italianos se dicen latinos (salvo los del Lacio).

El término es una creación francesa por parte del ministro Chevallier de Napoleón III para justificar la intervención en Méjico a propósito de la aventura de Maximiliano de Austria.

Torres Caicedo es un colombiano afrancesado que usa el término por colonización francesa. Se lo cita como el antecedente americano pero nadie le dio bola en Nuestra América. Tan así es que el peruano García Calderón, el hijo del presidente cautivo en Chile y hermano del poeta Ventura, que escribió en 1909 Creación de un continente en donde propone una alianza entre Argentina y Brasil, lo trata de colonizado cultural por los franceses.

Otra estupidez de Barrios, porque no llega ni siquiera a falsedad es afirmar que la generación del 900 impulsa el festejo del 12 de octubre como símbolo de la “raza cósmica”. Cuando el término raza cósmica lo impulsa José Vasconcelos recién e 1925, año en que publica el libro. Recuerdo cuando en la universidad, allá lejos y hace tiempo, el viejo profesor de pensamiento americano. García Acevedo, nos dio a leer el libro nosotros lo bautizamos como “la raza cómica”.

En realidad no existe como pretende Barrios la generación del 900 sino la del centenario, la gira sobre 1910. Y para colmo de dislates afirma que la “idea geopolítica es la de Latinoamérica”. Esta idea no tiene ningún asidero, no tiene ningún apoyo porque todos los autores de la época hablan de Hispanoamérica (Rojas, Lugones, Blanco Fombona et alii) o de Continente (García Calderón, Vargas Vilas, Ugarte et alii).

Y hablan de continente o de Hispanoamérica porque a ellos lo que los conmueve es la guerra de Estados Unidos contra España. Allí, y por eso, se desayunan que existe un enemigo real de Nuestra América.

Sobre este tema tan poco tratado hay un trabajo excepcional de Horacio Cagni La guerra hispanonorteamericana, comienzo de la globalización que publicamos nosotros en Disenso allá por 1998.

Pero como Barrios escribe mirándose el ombligo, estas cosas reales no las tiene en cuenta. Y encima, me dice maestro. Debo de ser el único caso de maestro que genera discípulos en contra de él. Lo más probable es que sea falso para Barrios que yo sea su maestro.

Fue tan grande la conmoción que provocó la intervención norteamericana que Vargas Vilas dejó a su familia en Colombia en 1902 y le dijo a su mujer: me voy a vivir entre los bárbaros y se fue a USA y luego sacó su famoso libro Ante los bárbaros donde en la tapa figura el mapa de América del Norte y otro con el titulo América del Sur y un pulpo con la bandera norteamericana que busca engullirla. No figura Latinoamérica en ningún lado.

Y para terminar de rematar el dislate dice Barrios que habló con Ardao, Methol, Zea, Ramos y el cura Farrell y todos lo apoyaron. Cómo no lo van a apoyar sin Arturo Ardao es un historiador ilustrado uruguayo de las ideas. Y los ilustrados y afrancesados son los máximos sostenedores en llamarnos latinoamericanos. Luego dice que habló con Tucho Methol, yo también lo hice y muchas veces, sobre todo cuando viajábamos a Formosa al Fogón de la Utopía para perorar juntos (allí conocí a Barrios que iba de la mano del luego senador por Misiones, Salvador Cabral, uno de los grandes corruptos que produjo izquierda nacional). Methol usó siempre por principio y de manera acrítica el término de Latinoamérica porque era un hombre de la Iglesia y ésta adoptó como los ilustrados el término. Recuerdo que en esas charlas le ofrecí mis razones y me dijo: somos latinos porque el castellano viene del latín. A lo que le respondí: querido Tucho, dedicate a la historia que de la filología latina me dedico yo. “El castellano viene del osco, según se cansaron de probar Menéndez Pidal y Antonio Tovar). El único testigo vivo que queda es Pedro Godoy porque Soliz Rada ya partió. Sobre Zea, colega de filosofía, ya se encargó de él, el peruano Salazar Bondi en ¿Existe una filosofía de nuestra América?. Y al cura Farrell le sucede lo mismo que a Methol.

Hay que ser un mamarracho intelectual para no tener en cuenta juicios como los de Hernández Arregui: esta versión que el lector tiene en sus manos es igual a la primera salvo en el reemplazo del falso concepto de América Latina, un término creado en Europa y utilizado desde entonces por los Estados Unidos con relación a nuestros países y que disfraza una de las tantas forma de colonización mental. (Qué es el ser nacional).

O la que me dio Helio Jaguaribe a propósito de mi libro El sentido de América (1990): su libro es una clara respuesta a ese vacuo y difuso latinoamericanismo que no nos permite construir la Patria Grande que anhelamos”.

Y finalmente la pregunta, a quién beneficia esta defensa extemporánea de Barrios a la denominación de América Latina, treinta años después de zanjado el tema. A nadie, pues a Barrios lo deja desnudo como un tonto de capirote, a la Iglesia, el liberalismo, el marxismo que son los que usan en término no les significa nada.

Sería bueno que reconozca que fue una tontería, un hablar por hablar sin decir nada.

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