Por Claudio Chaves.-

La selección nacional es, usando una caracterización moderna, un colectivo social inmerso en otro mayor que es el país. Como toda organización tiene objetivos que los miembros que la conforman comparten, como también valores comunes y una historia en la cual se reconocen, o debieran hacerlo. Los argentinos, amantes del fútbol o no, comentaristas deportivos o periodistas de sesgo político, gente del común, más o menos futboleros, nos ponemos la camiseta, la observamos y al día siguiente de una mala actuación o derrota, como viene ocurriendo últimamente, opinamos. Finalmente siempre se cae en la misma idea: ¡que bajo hemos llegado! Lo cual supone que hemos estado alto. ¡Y esto es absolutamente cierto!

De modo que nos reconocemos en un pasado más exitoso que el actual. La memoria, el recuerdo o la historia según sea la rigurosidad con que abordemos el asunto nos trae al presente lo que hemos sido en fútbol en épocas memorables.

Un deporte, vale decirlo, que ha adquirido importancia geopolítica mundial como lo revela el enorme esfuerzo realizado por Henry Kissinger para que su país, los EEUU lo practicara de modo de no quedar afuera de una fiesta mundial donde, para colmo de males, participaba su archienemigo, la Unión Soviética. Hoy los chinos atrapados por la seducción del poder mundial invierten sumas millonarias en la compra de jugadores. El fútbol continúa su gloriosa marcha hacia el Olimpo.

Si esto es así para el mundo y también para los argentinos memoriosos causa extrañeza que no lo sea para los componentes de la selección. Esto es desconocimiento de su rol, del espacio que ocupan en la sociedad moderna, de donde vienen y quienes han labrado un camino de gloria en este deporte.

En esta línea son altamente ilustrativas las palabras de Gabriel Batistuta, enunciando verdades de a puno. No sólo aplicables al deporte. Dijo el notable jugador:

«Entré a saludar al vestuario de la selección y la mitad no me dio pelota. Lo tomé como algo generacional, porque yo con estos pibes no tengo nada que ver. Me hubiese gustado que me saluden, pero no por quien soy, sino porque jugué y estuve en ese ambiente. No me hago mucho problema. En todo caso creo que no lo hicieron porque no lo sentían. Esta Selección no está muy conectada con la gente a pesar de haber jugado tres finales, que no es poco deportivamente. Pero nunca llegó a conectarse por falta de carisma, por los comportamientos de los chicos, no sé. Nosotros nos movíamos como mortales, como lo que éramos, más terrenales y la gente eso lo sentía. Ellos no fueron ayudados por los dirigentes que tuvimos hasta hace poco. No veo a ningún campeón del mundo dando vueltas ni hay un reconocimiento. Nadie sabe lo que se hizo porque nadie se los cuenta.”

Repasemos algunas de sus ideas: Me hubiese gustado que me saluden, pero no por quien soy, sino porque jugué y estuve en ese ambiente. No lo hicieron porque no lo sentían. Esta Selección no está muy conectada con la gente. Ellos no fueron ayudados por los dirigentes que tuvimos hasta hace poco. Nadie sabe lo que se hizo porque nadie se los cuenta.

Y acá entonces viene la pregunta del millón ¿alcanza sólo con jugar bien? ¿Con ser hábil y diestro en el deporte? ¿El fútbol es sólo un problema técnico o algo más?

Veamos, todo colectivo social (familias, clubes, partidos políticos, credos, gremios, escuelas, etc.) tienen tareas que llevar adelante, podríamos decir cuestiones técnicas a resolver, pero tienen además una historia que le da dirección y sentido ¿Qué se es sin historia, sin saber de dónde venimos, sin identidad, sin una cultura que nos contenga y nos integre? Puro presente, algo no natural, ajeno a todo. Sin historia vivimos aislados unos de otros.

Batistuta ha enunciado una verdad muy profunda dicha con palabras simples. Estos chicos no están conectados con la gente porque no saben de dónde vienen y nadie los ha ayudado. Pero a no desesperar al parecer es una característica de los tiempos que corren. La historia no importa, lo central es la ruptura con la trama del tiempo. Desentenderse del pasado y resolver técnicamente los asuntos como lo realiza un ingeniero con sus fórmulas y cálculos matemáticos.

Este problema no embarga sólo a la Selección, todas las instituciones o colectivos se hallan bajo esta influencia de época: esto es, una cultura nihilista, radical, en el fondo suicida que solo acepta el valor de lo nuevo. Saliendo del deporte y metiéndonos en ámbitos non santos como la política diría que el gobierno anterior algo de esto tenía claro pero no pudo con su genio he hizo un enchastre con el manejo de la Historia. Se sentían herederos de Mariano Moreno, de José de San Martín, un disparate colosal. Pero corrernos a la nada es también un serio problema.

¡Ni pelado! ¡Ni tres pelucas!

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