Por Manuel Lichtenstein.-

El pasado miércoles 7, el seleccionado argentino perdió por dos goles a cero contra el seleccionado de Ecuador en el Estadio Monumental.

Está claro que éste es un comentario que a más de uno nos costó más de un lagrimón, no solamente porque les dimos a los ecuatorianos el regalo de una impensada victoria, nada menos que contra un equipo legendario y prestigioso como el argentino.

Pero el meollo de la noticia está centrado en el desarrollo del cotejo, más que en su resultado. Hoy ya no quedan dudas de que el engranaje principal de este movimiento de relojería es Lionel Messi, dato que echa por tierra a todas las críticas que injustamente recibió este astro, que después de este olvidable partido, hoy es mas indiscutido que nunca.

Sin su inclusión en el equipo, la selección no existió, se perdió en intentos individuales de cada uno de sus integrantes, que en su accionar no pudieron evitar que la hinchada llorara por el mesiánico Messi.

Desde cualquier ángulo que se analice la actuación del seleccionado, fue muy notoria la ausencia de Lio, ya que faltaron sus habituales genialidades, que desde que tocó una pelota por primera vez son parte de su libreto, que de pronto le afloran en cualquier pasaje de los partidos jugados por él.

En el caso de este último encuentro con el seleccionado ecuatoriano, debido a su forzada ausencia, dimos la sensación de ser un rejuntado de barrio, sobre todo, que ninguno de los que jugaron ese partido, pudo reemplazar a Lio.

Nuestro técnico actual, el Tata Martino, tiene bien en cuenta lo que gravita su presencia de genio intuitivo y preciso ya que es tal vez el único que en la cancha, tiene en su mente un diagrama completo de la posición de cada uno de los que integran el equipo, virtud que hasta el presente no se observa en ninguno de los futbolistas de la actualidad.

Desde mi condición de futbolero que veo fútbol desde que estuve en condiciones físicas de asistir a los partidos, hasta el presente, no tengo registradas en mi memoria jugadas que combinen la velocidad mental con la elección del instante justo para realizar el pase al compañero mejor ubicado, que en el caso de Lionel Messi, en la mayoría de los partidos, se termina la jugada perforando la red del contraria, para disfrute de las tribunas adictas, demostrando la tremenda influencia de Lio Messi en el desarrollo del juego en cualquier encuentro donde el intervenga.

Finalmente, creo que Messi llega, aun lesionado, al pináculo de su frondosa carrera, mostrándose como si fuera el Einstein de la N° 5, mientras que ninguno de los jugadores argentinos de la actualidad, tienen en sus entrañas, los valores sobre naturales de los que se nutre Lio, ya que nadie, ni los más adelantados técnicos, puede desentrañar lo que nace en Messi desde sus neuronas hasta la N° 5 pegada a su pie izquierdo.

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