Por Luis Alejandro Rizzi.-

El 23 de enero pasado, un dólar valía 1255 pesos y el pasado viernes cotizó a 995 pesos.

Veamos: el producto “x” costaba el 23 de enero mil pesos y el viernes pasado 1200 pesos.

El precio en dólares fue de 0,79 en aquel día de enero y hoy u$s 1,20. ¿Qué pasó?

Primera posibilidad: se revaluó “el peso”. Correcto.

Segunda posibilidad, se devaluó el dólar. Y sí.

Tercera posibilidad: cuando hay inflación, los precios aumentan, los midamos como los midamos. Correcto.

Como vemos, las tres respuestas son correctas, pero ¿cuál sería la más correcta? La última.

La inflación es un tema monetario, pero las causas son varias, no sólo el exceso de emisión.

Como vimos en el ejemplo, el gobierno cortó la emisión y al mismo tiempo controla el tipo de cambio. Si esto fuera una forma del juego del “solitario”, se estaría haciendo trampa a sí mismo, porque la inflación no se detiene.

Los precios siguen subiendo. En el ejemplo, en un lapso de 45 días, ese producto “X” aumentó su precio en pesos y en dólares.

Un error que se comete en política y en economía es creer que las cuestiones o problemas tienen una sola causa, usando una palabra que le gusta a Cristina, los problemas y las cuestiones político-sociales tienen más de una causa, decimos “multicausas”.

Tiene que ver el exceso de gasto público, 46% del PBI, que no tiene financiación genuina, porque los 148 impuestos existentes, según dio cuenta ayer Néstor Scibona en “La Nación”, conforman alrededor del 40% del precio de venta de cualquier bien; en algunos la incidencia es mayor, pero el promedio da más o menos ese 40%.

Los impuestos, es decir el estado o el gobierno, para el caso es lo mismo, contribuyen a la formación de los precios en un 40%, por arriba del costo y margen.

Los gobiernos precedentes contrajeron deuda para financiar gastos corrientes y se generan intereses, que es el costo financiero que también pega en los precios, ya que la deuda interna se termina saldando con emisión. Una cuenta sencilla: cuanto más dinero se emite y se mantiene el mismo nivel de productividad, los precios aumentan. Principio básico de la teoría cuantitativa.

Por el lado del sector externo, las exportaciones resultan insuficientes para asumir el pago de deuda externa. Por eso vivimos, de hecho, crónicamente en “default”. Con el FMI estamos en “default”, como lo estamos con la falta de pago de sentencias y laudos arbitrales, que no se pagaron.

Cínicamente llamamos a nuestros acreedores buitres o recurrimos a la “soberanía” en el caso YPF, cuando voluntaria y soberanamente, se sometió a la jurisdicción de los EEUU para cotizar en bolsa. Nadie obligó.

Económica y financieramente vivimos en caída libre y el incremento de precios viene a ser como una suerte de paracaídas de plomo, porque nos lleva fatalmente a la recesión, como está ocurriendo, y a la reducción de la actividad al mínimo posible.

El gobierno no sabe administrar las dosis y carece de oficio político. Cuando el ministro Francos sugirió que la restauración de ganancias se podría aplicar de modo retroactivo, ¿midió sus palabras…?

Esa declaración lució como un castigo al ya castigado contribuyente que somos todos, incluidos los indigentes que, cuando compran algo, pagan el 40% de impuestos. Ese 40% además impacta en el volumen de las ayudas privadas, por eso varios merenderos o comedores deben cerrar. Una familia del barrio San Carlos en el conurbano me decía: “con lo que cuestan las cosas, compramos mucho menos y las raciones bajan en cantidad y contenido…”

Muchos economistas son optimistas con relación a las medidas que viene tomando el gobierno, pero no responden cuando se les pregunta por la gobernabilidad y su opuesto relacionado, la tolerancia social.

Edgardo Morin decía hace años que la ciencia economía ha tenido avances notables en su perspectiva técnica, pero poco o nada avanzó en cuanto a la sensibilidad social. Se reduce a la persona a un número y a un promedio; en una palabra, se piensa la economía para una sociedad abstracta o virtual para estar a la moda, pero nosotros, la gente, no somos avatares.

“Los grandes problemas humanos -Carlos Floria los llamaría “cuestiones”- desaparecen para el beneficio de los problemas técnicos y particulares… Así, el siglo XX ha vivido bajo el reino de una seudoracionalidad que ha presumido ser la única, pero que ha atrofiado la comprensión, la reflexión y la visión a largo plazo”.

Esa luz de la racionalidad y la técnica nos ha producido una ceguera extrema hacia los problemas globales y complejos de la humanidad.

Volviendo a casa, es posible que el gobierno de Milei apruebe el test o escrutinio tecnológico de las medidas adoptadas, pero el propio FMI lo reprueba en cuanto a la falta de sensibilidad social.

La “casta”, en definitiva, es otro chivo expiatorio, que parece esconder un refinado sadismo de una neuorsis personal extrema.

Nuestra situación es lo suficientemente complicada para que la administren “las fuerzas del cielo…”

Es posible que Milei, más aconsejado por Krishna que por las “fuerzas del cielo”, como lo explica la épica india, esté pavimentado el camino de su propio e incierto destino “anarcocapitalista”, que es como querer al mismo tiempo los dos destinos de los 180 grados… algo imposible.

El pacto del 25 de mayo puede ser una luz de esperanza y también de desesperanza; depende de nosotros, no de unos y de otros.

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