La difusión de los primeros datos laborales emitidos por el INDEC en su proceso de normalización generó alarmas. La información más comentada es el crecimiento de la tasa de desempleo. Sin embargo, el aumento se debe a que personas que hace un año se registraban como inactivas ahora se registran como desocupadas. Más allá de la cuestión estadística, la escasez de empleos es grave y justifica una estrategia integral que demanda mucha innovación y audacia política.

El INDEC dio a conocer los nuevos indicadores laborales. Según el organismo, se están corrigiendo las manipulaciones que sufrieran durante la gestión anterior. Lo que más llamó la atención fue que la tasa de desempleo en el segundo semestre del año 2016 creció al 9,3% de la población económicamente activa. Esto implica un gran salto respecto al 6,6% que el INDEC había reportado en el mismo trimestre del año anterior.

La clave para explicar el inusual incremento en la tasa de desempleo es que el año pasado se registraban 11,9 millones de personas conformando la población económicamente activa, mientras que este año se reportaron 12,5 millones. El aumento en 600 mil personas participando del mercado laboral se distribuye en un incremento neto de 200 mil ocupados y 400 mil desocupados. Es decir que hubo una fuerte transformación de desempleo oculto (inactivos involuntarios) en desocupación explícita.

Lamentablemente las manipulaciones a las que fue sometido el INDEC generan muchas suspicacias. Más allá de las correcciones, siguen resultando reveladoras las diferencias regionales. En este aspecto, para el segundo trimestre del año 2016 aparece que:

  • En los tres grandes aglomerados urbanos del país (GBA, Córdoba y Rosario) la tasa de participación laboral es de 48% y la de desempleo de 11%.
  • En el resto de las zonas centro y sur la tasa de participación laboral es de 44% y la de desempleo de 7%.
  • En NOA y NEA la tasa de participación laboral es de 42% y la de desempleo de 6%.

Estos datos muestran la estrecha correlación entre tasa de participación (gente que trabaja más la que busca trabajo) y tasa de desempleo (gente que busca activamente un empleo y no lo encuentra). En las regiones más dinámicas (Buenos Aires, Córdoba y Rosario) las altas tasas de desempleo se asocian con más gente participando en el mercado de trabajo. En sentido contrario, en las zonas productivamente más rezagadas (norte del país) las tasas de desempleos bajas no reflejan abundancia de oportunidades laborales sino una alta proporción de personas que consideran estéril buscar trabajo.

Esta situación desnuda problemas laborales estructurales que van más allá de los impactos del ciclo económico negativo. La derivación más relevante es que el crecimiento económico es condición necesaria pero no suficiente para resolver los déficits de empleo. En otras palabras, es imprescindible dinamizar la inversión y la producción, pero para que el crecimiento acelere las soluciones a los problemas sociales hacen falta buenas políticas tributarias, educativas, laborales y asistenciales.

En el tema tributario, hay que establecer condiciones que permitan de manera general la creación de empleos “en blanco”. Un tema clave son las muy altas cargas sociales. La discriminación impositiva que sufre el trabajo asalariado conspira contra la generación de empleos formales. Hay que dejar de poner foco en bajar la presión impositiva de los salarios vía disminución del impuesto a las ganancias (que sólo afecta al 10% que ya tiene empleo y altos salarios) y priorizar la reducción de la presión sobre los salarios vía reducción de las cargas sociales (que beneficiará a los que no tienen empleo o que, teniéndolo, ganan poco).

Además es necesario dinamizar la inversión en educación, capacitación y las políticas acompañantes. Esto ayudará a que los beneficios del crecimiento lleguen a las familias pobres y a las zonas más rezagadas. Por caso, una estrategia de promoción del empleo tiene que articularse con políticas de maternidad responsable y centros de cuidado infantil. No hay que perder de vista que las mujeres de los hogares pobres son las que enfrentan barreras infranqueables para incorporarse al mercado de trabajo.

La normalización del sistema estadístico es una recuperación importante. El dato más relevante no es el aumento de la tasa de desempleo, ni la migración desde desempleo oculto a explícito, sino la confirmación de la insuficiencia estructural de empleos. Para resolverla, se necesita crecimiento económico, menos cargas sociales y políticas educativas, laborales y asistenciales que fomenten la participación laboral. (IDESA)

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