Por Luis Alejandro Rizzi.-

“A medida que las tasas de interés en Europa caen cerca de cero o incluso cruzan el umbral hacia el terreno negativo, legisladores y grupos de defensa de los consumidores en España y Portugal están atacando uno de los principios más antiguos de las finanzas al insistir que los prestamistas pueden deberle dinero a los prestatarios”. The Wall Street Journal Américas, La Nación, 16/5/2016, pág. 15).

Era difícil pensar que las tasas de interés pudieran ser negativas, en términos nominales y reales. Hemos tenido sobre todo en Argentina el caso de tasas negativas en termino reales pero positivas en términos nominales, incluso hoy las tasas del 30% que pagan los bancos es negativa en términos reales ya que las expectativas de inflación superan ese porcentaje.

Más difícil era pensar que los prestamistas tuvieran que pagar “intereses negativos” a los deudores, pero esa es la discusión que se está planteando en Europa.

Más aun los bancos afirman que las tasas de interés variable convenido en un contrato de crédito no significa de manera alguna que el cliente, es decir el deudor, tuviera derecho a percibir un “interés” en el caso que la tasa fuere negativa, como ocurre en algunos países de Europa.

Esta cuestión parece paradojal ya que parecería que los bancos no podrían perder. La tasa de interés es el precio de uno de los productos bancarios disponibles en un sistema de economía de mercado o capitalista, por lo tanto está dentro de las reglas de juego y de los riesgos propios del negocio que la tasa pueda pasar a ser negativa.

En el comercio en general ningún comerciante, tiene una garantía para que los precios de sus productos sean siempre rentables o positivos, pese a que también, no hace mucho tiempo, hubo un “voto no positivo”.

Esta cuestión y lo que parecería en principio una novedosa política de créditos hipotecarios para vivienda propia anunciado por el presidente del Banco de la Nación Argentina, me lleva a pensar sobre la necesidad de pensar en una nueva forma de estimar el valor de la tasa de interés o precio del dinero.

Según el www.cronista.com, el aumento de la cuota de esos créditos “no podrá exceder el aumento de salarios, determinado a partir del coeficiente de variación salarial que se calcule cada agosto, tras las paritarias…” Lo lógico sería que la tasa de interés tuviera relación con los salarios que percibe el grupo familiar. Una cosa es que la cuota tuviera un límite de incremento anual y otra muy distinta es que si ese incremento no alcanzara a compensar el costo del crédito y este se vaya acumulando al saldo deudor con lo cual el crédito podría hacerse eterno. Probablemente de buena fe, se llegaría a lo ocurrido con la famosa “1050”.

Probablemente los créditos para vivienda propia focalizados hacia un específico sector social o hasta un determinado nivel de ingresos, deberían formar parte de un mercado específico y fundamentalmente financiado por la banca pública.

En nuestro sistema legal esta garantizado el acceso a una vivienda digna y propia, pues bien parecería que la efectivización de esa garantía debería estar a cargo del estado, por medio de la banca nacional, hasta tanto el país pudiera tener un sistema económico normal y racional.

Parece sensato que se disponga que el grupo familiar deberá afectar para el pago de esos créditos hasta un 30% del ingreso familiar, pero lo que deberá tenerse en cuenta es la capacidad de pago de las personas que resulten beneficiarias de este tipo de créditos ya que es obvio que la capacidad de pago de la gente, de cualquier sector social, tiene un límite.

Sabemos que son muy diversos los factores que se tienen en cuenta por los Bancos Centrales y la banca privada para fijar el nivel de tasas de interés, pero también es cierto que algo anduvo mal ya que en los últimos años se vive de crisis financiera en crisis financiera y escuchamos permanentemente llamados para hablar de lo que denominamos “ECONOMÍA REAL”, que sería todo el sistema económico, menos los negocios financieros, lo que también sería un absurdo ya que el negocio financiero forma parte de la economía real.

Dicho vulgarmente la “economía real” es aquella de las industrias, el comercio, la agricultura y como dicen algunos “el trabajo duro”.

La economía financiera sería la de los llamados “papeles de comercio”, acciones, bonos, títulos públicos, de los contratos de futuros, de moda luego del fallo del Dr. Bonadío, que sería la cuna de la especulación, o si se quiere de una maldita especulación.

Si aceptáramos esta diferencia deberíamos decir que la tasa de interés deberia depender del beneficio del sector de la economía real al que se destine la financiación.

Este modo de calcular el precio del dinero, podría llevar a una suerte de socialización de los precios y una real relación de precios relativos ya que los beneficios de cada sector deberían ser similares.

A su vez en los casos que no se obtengan beneficios la perdida debería ser pareja para el financista y el productor, lo que ayudaría también a que se volvieran a respetar los límites de la ética y la moral.

Un amigo economista que leyó esta nota, me dijo es un disparate, pero no tan disparatado…

Quizás vuelva sobre este tema.

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