Por Luis Alejandro Rizzi.-

“Es un negocio, como cualquier otro, y tiene que pagar en el sentido material para vivir. Pero es mucho más que un negocio; es una institución; refleja e influye en la vida de toda una comunidad; puede afectar destinos aún más amplios. Es, a su manera, un instrumento de gobierno. Juega con las mentes y conciencias de los hombres. Puede educar, estimular, ayudar, o puede hacer lo contrario. Tiene, por lo tanto, una existencia tanto moral como material, y su carácter e influencia están determinados principalmente por el equilibrio de estas dos fuerzas. Puede hacer del beneficio o del poder su primer objetivo, o puede concebirse a sí mismo como cumpliendo una función más elevada y exigente…” Cien años de The Guardian editorial.

Es obvio que el periodismo es un negocio, como lo es no sólo toda profesión sino todo medio honesto para ganarse la vida. La salud, la educación, la justicia, son negocios, ¿por qué no lo sería el periodismo?

Ahora bien, en general, el honorario de un profesional o su salario, como el de todo oficio o actividad, la rentabilidad comercial, depende de varios factores: el nivel de idoneidad, la calidad de los resultados, la realidad del mercado, la capacidad de pago de la gente.

Viene a cuento esta introducción a raíz de la situación que según algunos portales se le estaría planteando a Marcelo Longobardi, con relación a su continuidad en Radio Rivadavia.

El supuesto motivo serían los agravios y falsas imputaciones que el presidente Milei le hizo al periodista, como a muchos otros, sobre su honestidad profesional.

Parece ser que los “pases” son fatales para Longobardi. Recordemos el originado con Jorge Lanata, en Radio Mitre. Chocaron de frente dos “egos”.

Longobardi se enojó, creo que injustamente, con Viale, porque no habría mostrado una efusiva solidaridad con él durante uno de los pases; fue una víctima no compadecida.

Longobardi, a su vez, es muy crítico del gobierno y en eso no podemos negar que sus comentarios son libres, lo que no quiere decir que sean acertados o equivocados, y se sustentan en hechos reales, son los “hechos sagrados” del editorial al que nos referimos al inicio. Es obvio que Longobardi no miente. comenta «libremente» hechos reales.

Pienso que el equivocado es Longobardi, porque él debe respetar que haya colegas y oyentes que consideren innecesario expresar algún tipo de sentimiento o empatía, porque la propia personalidad del agraviado, sería suficiente para desvirtuar los agravios e imputaciones.

Más de una vez, y quizás de modo inconsciente, el papel de “víctima” ayuda en la vida.

No está mal, diría es bueno que haya gente que se solidarice, como hay otros que lo consideramos el riesgo propio de toda actividad. Ser periodista y según las pautas del editorial famoso que nos sirve de guía, implica que estamos expuestos, del mismo modo que lo está un policía, un militar, un médico al que se le mueren pacientes y el abogado que pierde uno o más juicios, el comerciante que quiebra; son los riesgos que asumimos voluntariamente y por el simple hecho de vivir.

Se mezcla también el ingreso económico que genera el programa de Longobardi a la radio, pero ésta debe ponderar que, si pierde o gana clientes, no sólo es por la calidad de sus periodistas y la libertad de sus comentarios, es también su riesgo empresario, mientras acepte que los comentarios son libres y los hechos sagrados.

Para mí es obvio que se trata de un problema esencialmente personal. Somos como somos y en la medida que nuestro ego crece nos creemos más sombra que persona.

Como podría comentarlo Rolando Hanglin, es un tema de calle vs. departamento o para el recordado “El gato y el zorro” con Mario Mactas y Fluencia Ibáñez.

No da para más.

Otra de Raymond Reddington. “Hay historias que no se cuentan, deben descubrirse…”

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