Por Luis Américo Illuminati.-

Moverán el monumento del General Julio Argentino Roca del Centro Cívico de Bariloche. A través de una Resolución, la Comisión Nacional de Monumentos y Bienes Históricos se aprobó las modificaciones integrales del complejo edilicio histórico que incluye el desplazamiento de la obra del líder de la Campaña del Desierto, inaugurada el 14 de enero de 1941 y que hoy ocupa el corazón del Centro Cívico. El jefe comunal había manifestado recientemente que los pueblos originarios se sentían afectados por la presencia de Roca. La propuesta incluye despejar la plaza y construir un monumento a las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, a unos metros entre la barranca donde estará el monumento y la sala Frey donde se realizan exposiciones.

Cuesta creer que los barilochenses permitan el desplazamiento del monumento al General Roca por la presión de un grupúsculo apátrida de seudo mapuches y no se remueva el monumento del Che Guevara en Rosario que asesinó y fusiló a campesinos inocentes que no adherían a la revolución cubana. El zurdaje argento quiere imponer la «patria marxista» en reemplazo de la única Patria -indivisible- que tenemos los argentinos en detrimento de Roca que es uno de los Próceres que la engrandecieron. Quienes calumnian al General Roca son lisa y llanamente unos «historicidas». El verdadero pueblo mapuche nada tiene que ver ni participa de esta ignominiosa conspiración ideológica. Los zurdos del gobierno olvidan que Manuel Namuncurá, hijo del cacique Calfucurá y padre de Ceferino Namuncurá (araucano santificado), fue nombrado Coronel del Ejército Argentino. La llamada Campaña del Desierto emprendida por Roca tuvo como principal objetivo terminar con los salvajes ataques de los araucanos -malones- a las indefensas poblaciones del sur, donde mataban a sus habitantes, incendiaban las casas de los «huincas» (cristianos), se robaban la hacienda y se llevaban cautivas a mujeres y niños a sus tolderías. Denostar la figura del general Roca es una forma repudiable de sembrar la discordia y dividir a los argentinos.

Ricardo Rojas (1882-1957), insigne escritor, poeta e historiador argentino, nacido en San Miguel de Tucumán -en su honor se festeja el 29 de julio el Día de la Cultura Argentina- bregó cabalmente por la integración de los pueblos originarios, pero no hay una sola página que haya escrito incitando a desmembrar el territorio argentino, que es la absurda posición de la izquierda, que pretende volver atrás el reloj de la historia. Es lo mismo que si los descendientes de los celtas, galos y vikingos se aglutinaran y reclamaran territorio a los países europeos donde habitaron sus antepasados. Una cosa es integración y otra cosa es la fragmentación y achicamiento del suelo patrio. Los pueblos originarios tienen los mismos derechos y obligaciones que el resto de los argentinos, ni más ni menos. No son extranjeros, son argentinos.

El árbol de quebracho, símil de la Patria

Cuando leo el poema «Rapsodia del Quebracho Volteado», de Ricardo Rojas, dedicado a un árbol muy querido: el quebracho, viene a mi mente y mi espíritu la figura de la Patria, hoy lamentablemente volteada por los pillos, pícaros y malvados que nunca la han amado como la amó el General San Martín, «el Santo de la Espada», tal el título del libro que Ricardo Rojas le dedicó al Libertador. Por eso me repugna y se me revuelve el estómago cuando escucho en épocas electorales las consignas vacías de los candidatos en sus propagandas proselitistas que todos los argentinos pagamos.

La madera del quebracho es de color castaño a rojizo, es muy dura, pesada y fuerte; es sumamente resistente a la humedad, por lo que se emplea en ebanistería y ha sido la principal madera para confeccionar los «durmientes» que soportan los rieles de los ferrocarriles en gran parte de nuestro país. Lo cual me parece ¡hermanos! una metáfora o símbolo muy claro -noble viga y generosa madera- de lo que fue en una época la Argentina. En 1956 el quebracho fue declarado «Árbol Forestal Nacional». Mucha gente no sabe que, en Córdoba, -departamento Río Primero- existe un pueblo llamado «El Quebracho».

Rapsodia del quebracho volteado *

A la orilla del camino
levantándose corpulento,
el tronco alto, duro,
de follaje fresco.

—¡Lindo quebracho!
Decían al verlo,
descansando a su sombra
los que iban al pueblo.

No pudieron voltearlo
ni el sacudón del furibundo viento
ni aquel inicuo rayo
que le partió una vez el pecho.

Pero un día llegaron al pago
unos forasteros
que con aviesas máquinas
al quebracho vencieron.

Por el pie lo aserraron
en inverso degüello,
y pareció venirse abajo
una columna del tiempo.

Los pájaros volaron
espantados al cielo…
y los criollos sollozaban
como ante un abuelo muerto.

En el rugoso tronco le encontraron
suave, una flor del aire, y en el hueco
que le abriera aquel rayo,
un gran panal de miel, dulce y secreto.

¡Lindo quebracho! Semejaba
carne de toro el pecho,
y había miel y flores en su entraña
como en el corazón de un hombre bueno.

¡Oh, lección misteriosa,
la de este cuento,
la aprendí en mi terruño,
libro de Dios, abierto.

* Ricardo Rojas, La Victoria del hombre y otros cantos, Buenos Aires, Editorial Losada, 1951, p. 368-369.

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