Por Paul Battistón.-

Las analogías suelen ser una forma elegante de burdas búsquedas de patrones, de esas cuestiones que por su semejanza de desarrollo se espera que den resultados paralelos. O a la inversa, ante desenlaces repetidos se trata de encontrar el déjà vu (a veces invisibilizado) de sucesos conducentes al mismo.

La imprecisión o la imposibilidad de asignar indicadores de mediciones concretas hacen a la existencia de la analogía. La precisión la transformaría en una ecuación matemática.

De la misma forma que en una supuesta sucesión numérica azarosa la posible superposición de patrones juegue ocultando los mismos, nuestra existencia podría ser deconstruida en la búsqueda de repeticiones enmascaradas en la amplificación o supresión de las mismas debido a su propia superposición.

¿Qué tan extenso debe ser el azar para mostrar un patrón? ¿Qué tan extensa tiene que ser nuestra historia para que el patrón de fracasos sea visible como para aceptar analogías?

Que la historia se sale del intervalo de las generaciones!!!

Bueno…para eso están los historiadores, algo así como los analistas de la inexactitud.

Los matemáticos aún no han encontrado el patrón repitente de Pi. Los historiadores parecen querer evitar el encuentro del patrón periódico de nuestros fracasos.

Quien sabe Alicia, este país
No estuvo hecho porque sí

Canta Charly… ¿seremos la necesaria muestra del fracaso a modo de advertencia?

Y es que aquí, sabes que…
El trabalenguas, trabalenguas
El asesino, te asesina

Nada que no sea lógico. ¿Qué ciega la percepción de lo que está claramente expuesto?

El patrón que los historiadores no previenen se pone de nuevo en marcha y los fracasos nuevamente ofrecidos como soluciones.

Una tendencia por sobre todos los cíclicos fiascos se muestra claramente con su declive (lejos aún de mostrar un propio ciclo) nos dice que todo es para peor. Para mostrarlo alcanza con un pequeño ejercicio de memoria. Cuando la vuelta de la democracia nos ponía a Alfonsín, Luder, Allende, Frigerio, Alsogaray, Ramos, Zamora y otros en el frasco de elegir, a ninguno se le podía imputar falta de intelecto. A ninguno de los partidos que representaban se les podía indicar ausencia de propuestas (a la distancia, la mayoría hubieran sido ineficaces pero esa es otra cuestión). El manojo de candidatos que hoy ocupan ese lugar se encuentran intelectualmente muy por debajo de la peor oferta de aquel 1983 en que elegíamos la salida de nuestro fracaso, pero nos engañaron con progresismo sólo en valor absoluto. Sería nuestro primer gran fracaso elegido en el éxito de nuestra superación institucional.

No se trata de una circunstancial oferta de baja calidad; es una constante caída de la calidad política y negación de los conocimientos acreditados. ¿Es un patrón de frecuencia muy superior a las cíclicas repeticiones de atrocidades elegidas del que aún no tenemos perspectiva para percatarnos?

Estamos en la tierra de nadie
pero es mía
los inocentes son los culpables
dice su señoría

Todo se parece a las zigzagueantes gráficas serrucho ascendentes con las que Maslatón pretende convencernos de la existencia de un singular punto indicador para un repentino despegue sólo que la de nuestra realidad se ha convertido en un serrucho siempre en caída. Maslatón siempre encierra en un círculo ese pico indicador surgido de un retorcido cálculo del futuro acontecimiento prometedor (la crisis de oportunidad).

En nuestra caída zigzagueante de desplomes y repuntes nadie ha osado calcular el punto indicador de la inversión de las tendencias. Siempre parece haber sido alcanzado en la suposición de la peor posición pero acabamos sorprendiéndonos que más bajo aún podemos caer.

Haber alcanzado el hito de un presidenciable con posibilidades sembradas en su fracaso más estrepitoso (150% inflación anual proyectada) debería ser sin duda un pico en la gráfica de puntiagudas penurias.

También podría ser la entrada a nuestra mexicanización, donde alcanzar la candidatura del PRI era el triunfo mismo (alcanzarla necesitaba de todas las destrezas ajenas al buen sentido democrático, la muerte inclusive).

¿Queda algún escalón más en el descenso?

Estamos en la tierra de todos,
en la mía
sobre el pasado y sobre el futuro,
ruinas sobre ruinas,
querida Alicia.

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