Por Hernán Andrés Kruse.-

El domingo tuvieron lugar en la provincia de Santa Fe elecciones para diversos cargos ejecutivos y legislativos, destacándose, obviamente, la elección a gobernador. El triunfo correspondió al candidato del “Frente Juntos”, Omar Perotti, quien obtuvo el 40,52% de los votos (738.936), seguido por el candidato del Frente Progresista Cívico y Social, Antonio Bonfatti, quien cosechó el 36,34% de los sufragios /662.596). En un lejano tercer lugar figuró el candidato de Cambiemos, José Corral, quien fue votado por 345.654 ciudadanos (18,95%).

Los diarios señalaron que la victoria de Perotti fue un batacazo, dando a entender que fue sorpresiva e inesperada. Nada más lejos de la realidad. La derrota del socialismo fue la lógica consecuencia de años de ejercer un gobierno mediocre y, para algunos, bastante reñido con la moral. La del domingo lejos estuvo de ser la primera elección en la que el oficialismo se enfrentó con serios problemas. En 2011 Antonio Bonfatti, candidato a gobernador por el Frente Progresista Cívico y Social, obtuvo 676.805 votos (38.58%), cifra muy similar a la del domingo último. El segundo lugar fue para el candidato del Pro, Miguel Torres del Sel, quien obtuvo el 35.27% de los sufragios (615.368). El Midachi hizo una muy superior elección a la de Corral (17 puntos de diferencia). En un lejano tercer lugar figuró el candidato del PJ, Agustín Rossi, quien fue votado por 388.231 ciudadanos (22,29%). Los números de Rossi demuestran que los votos del peronismo santafesino no K se dirigieron hacia la candidatura del Midachi, esos mismos votos que el domingo le dieron el triunfo a Perotti.

Estas estadísticas llaman a engaño. ¿Por qué? Es bueno hacer un poco de memoria. En un momento dado Del Sel le ganaba a Bonfatti por tres puntos. Sorpresivamente se cayó el sistema. Cuando retornó nos sorprendimos al ver en el primer lugar a Bonfatti, quien superaba por tres puntos al Midachi. Fue algo inesperado porque es muy difícil, cuando está avanzado un escrutinio, que el segundo logre revertir una desventaja de tres puntos respecto al primero. Finalmente quedó consagrado como nuevo gobernador de Santa Fe Antonio Bonfatti. Pero las dudas y las sospechas se extendieron como un reguero de pólvora. El fantasma del fraude electoral sobrevoló la provincia durante un buen tiempo. Hubo periodistas muy bien informados, como Rubén Sauro, que dijeron que lo que pasó en el bunker de Del Sel fue sencillamente desopilante. Parece ser que el Midachi, al confirmarse su victoria, fue víctima de un miedo escénico que no logró controlar. En otros términos: se negó a asumir la responsabilidad de asumir como gobernador de Santa Fe. Luego de arduas negociaciones ambas fuerzas políticas, el socialismo y el Pro, habrían acordado en otorgar el triunfo a Bonfatti. Vale decir que entre 2011 y 2015 fuimos gobernados por un político que perdió en las elecciones a gobernador. Nunca tuvo legitimidad de origen. Días más tarde, visitó el programa “Nadie sabe cómo”, el programa que conducía Sauro en los estudios de calle Rubén Darío y Avenida Alberdi, un histórico dirigente peronista de la provincia, hoy retirado. Luego de terminada la entrevista, me aseguró, en estricto off the record, que Del Sel había ganado. Vale decir que en 2011 el socialismo había perdido la elección a gobernador.

En 2015 la historia se repitió. Miguel Lifschitz, candidato del Frente Progresista Cívico y Social, fue votado por 584.017 ciudadanos (30,64%), ocupando el primer lugar. Segundo salió Miguel del Sel, otra vez candidato del Pro, quien fue votado por 582.521 ciudadanos (30,56 de Lifschitz). El tercer lugar fue para el candidato del Frente Justicialista para la Victoria, Omar Perotti, quien fue votado por 558.571 ciudadanos (29.30%). Otra vez, las sospechas y las suspicacias se extendieron como reguero de pólvora. La diferencia entre Lifschitz y Del Sel fue tan exigua que muchos mal pensados hablaron otra vez de fraude. Dicen las malas lenguas que el candidato a vicegobernador del PRO, Jorge Boasso, todavía está que trina.

Este recordatorio tiene como objetivo demostrar que la derrota de Bonfatti no fue una casualidad, una sorpresa, un batacazo. Simplemente lo que debió producirse hace ocho años tuvo lugar ahora.

También se dijo que el candidato a intendente de Rosario por el peronismo Roberto Sukerman, estuvo a punto de dar otro batacazo. Pero tal como pasó a nivel provincial, tampoco hubiera resultado una sorpresa la victoria de Sukerman. En 2015 Mónica Fein, candidata del Frente Progesista Cívico y Social, fue votada por 157.138 ciudadanos (30,21%). Segundo salió Roy López Molina, candidato del Pro, quien fue votado por 145.831 ciudadanos (28,03%). El tercer lugar lo ocupo el peronista Roberto Sukerman, quien fue votado por 119.355 ciudadanos (22,94%). Mónica Fein ganó raspando. Consiguió la reelección gracias a los votos de su rival en la interna, el radical Pablo Javkin. El desgaste de la gestión socialista era evidente.

Cuatro años después Fein recibió el golpe de gracia al perder Verónica Irizar ante Pablo Javkin en la interna del oficialismo por unos diez mil votos. Al igual que su antecesora, Javkin ganó raspando: 34,50% (180.173 votos) contra el 33% (172.363 votos) de Sukerman, quien mejoró ostensiblemente su performance en relación con la de hace cuatro años. Tercero cómodo salió Roy López Molina quien apenas cosechó el 15,41 por ciento de los sufragios (80.484).

Como puede observarse, la victoria de Javkin fue más ajustada que la victoria de Fein cuatro años atrás. Si el radical no hace una buena gestión no sería de extrañar que dentro de cuatro años la intendencia quede en manos de otra fuerza política.

Share