Por Otto Schmucler.-

Algo huele a podrido en Entre Ríos (y no son los pescados)

Condenado a 8 años de prisión e inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos por actos de corrupción, el exgobernador de Entre Ríos, que también nos representó ante el mundo por haber sido designado embajador argentino en Israel, resulta que hoy pretende volver al lugar que reditúa más y mejores beneficios, “la política”, la sucia política que desde hace mucho tiempo campea entre nos, los ciudadanos que, ilusos, creemos (tontamente) en las mentiras de quienes nos prometen “sacarnos de la decadencia a la que ellos mismos nos han llevado” votándolos para que cumplan con sus promesas.

Sergio Urribarri presentó su Fundación HICe (Hambre Infantil Cero), con un festival de música (en su paupérrima Concordia natal) porque dijo que nunca le había sacado el cuerpo al asunto de la pobreza, “a pesar del lawfare que nos hacen a CFK y a mí”.

Lo grave de esto no es lo hasta aquí detallado -sabemos de la bajeza y falta de moral del 80% de los políticos- sino que a ese festival asistieron alrededor de 15.000 personas.

¿Qué estaban mirando/pensando esas personas asistentes?

¿Por qué mientras ello ocurre, la procuradora adjunta Goyeneche, que fue quien acusó y logró la condena en la justicia, fue destituida por el jury de enjuiciamiento, conformado por representantes que integran el Superior Tribunal de Justicia local y responden a Gustavo Bordet?

¿Hasta cuándo vamos a permitir que nos sigan tomando por boludos?

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