Por José Leopoldo Decamilli.-

Comunidad de Trabajo Internacional “Libertad y Democracia”, Berlín.

Al Señor Presidente de la República Argentina

Ing. Mauricio Macri

Casa Rosada, Balcarce 50

Ciudad Autónoma de Buenos Aires

Sr. Presidente:

El triunfo de la agrupación política bajo su dirección en las últimas elecciones ha sido acogido con júbilo por la inmensa mayoría de las organizaciones dedicadas a la defensa de los derechos humanos y de las instituciones democráticas y libres en Hispanoamérica

La Argentina de los Kirchner había sumido al país en un estado de crónica postración económica, social y cultural al servicio de sus abominables intereses. La ley estaba al servicio de la arbitrariedad, de la corrupción y de la persecución a los que se consideraba enemigos por haber osado defender la justicia social y el equilibrio de las instituciones republicanas. Y todo esto bajo una pátina revolucionaria y la solidaridad internacional de gobiernos de vocación totalitaria (Cuba, Venezuela).

Ud. ha devuelto la esperanza en el futuro de una nación libre del odio y de la miseria.

Es evidente que el trabajo de reestructuración del orden social es arduo y que todos los males no pueden ser suprimidos de una sola vez. Pero un tema debería ser objeto principal de sus desvelos, a saber, el que se refiere a los casi dos mil presos políticos, condenados por magistrados prevaricadores al servicio del fanatismo político, que perviven en condiciones deplorables, por no decir inhumanas.

Ud. sabe mejor que nadie que en la lid guerrera que tuvo lugar hace decenios -promovida por la conjuración de las izquierdas totalitarias (“Convertiremos los Andes en la Sierra Maestra del continente” (Fidel)- ambas partes cometieron actos de barbarie que deben ser expiados. Injusto a todas luces es sin embargo que la justicia haya soslayado los desmanes del terrorismo y se ensañe en el castigo indiferenciado de la totalidad del ejército argentino (al que el gobierno constitucional de la época había encomendado la tarea de aniquilar la insurrección). Más de 300 de estos presos -muchos sin juicio ni condena legal- han perecido en las mazmorras. Liberar a estos presos -inocentes mientras no se demuestre lo contrario- es un imperativo moral urgente. Confiamos en la rectitud de su conciencia.

Le saludamos con los sentimientos de nuestra más distinguida consideración.

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