Por Carlos Manuel Sánchez (XL Semanal).-

Este profesor ha logrado lo imposible. Que un sesudo libro sobre el crecimiento económico sea ‘best seller’ mundial. Incluso se habla de la pikettymanía. Defiende que la brecha entre los ricos y todos los demás está aumentando, así que los popes del progresismo lo adoran, pero también parte de la vieja guardia como el ‘Financial Times’. Hablamos con él de España, Grecia, Merkel… Así lo ve.

El economista francés Thomas Piketty (Clichy, 1971) y su libro El capital en el siglo XXI no dejan a nadie indiferente. ¿Por qué? Porque ha demostrado con datos y ecuaciones que la desigualdad crece y seguirá creciendo si no se corrige una desviación anidada en el mismo corazón del capitalismo: cuando el rendimiento del capital (los ahorros) es superior al crecimiento del PIB, aumenta la brecha de riqueza entre los que más tienen y la inmensa mayoría. En fin, que vamos para atrás, camino del siglo XIX.

Arriba y abajo. Piketty, además, es ameno. Buen escritor, excelente orador. Sabe defenderse incluso de sus peores enemigos, pues no solo le tiran a dar desde el neoliberalismo, también lo hacen sus excompañeros socialistas. Piketty no se cansa de decir que no quiere acabar con el capitalismo, solo corregirlo. Y se siente como pez en el agua en su papel de oráculo. Le preguntamos por el futuro. Y estas son sus predicciones. Palabra de Piketty…

España y la recuperación

XLSemanal. La economía española lleva siete trimestres registrando las tasas de crecimiento del PIB más altas que sus socios europeos. ¿Es este crecimiento sostenible?

Thomas Piketty. España aún tiene un nivel de producto interior bruto muy inferior al de 2007-2008. Así que no estoy seguro de que haya mucho de lo que alegrarse. Ha sido una década perdida para España, como para el resto de Europa. Si España, junto con Francia e Italia, hiciera propuestas para cambiar el gobierno económico de la zona euro y hacerlo más democrático, entonces Alemania y otros países tendrían que aceptar que deben cambiar sus puntos de vista. Pero no basta solo con quejarse de Alemania, hay que poner nuevas propuestas sobre la mesa.

Europa y la falta de iniciativa

XL. ¿Las medidas estructurales impuestas por Angela Merkel y la Troika a los países mediterráneos contribuirán a aumentar la productividad y el crecimiento de estas economías o, por el contrario, estrangularán sus posibilidades de progreso?

T.P. Hace cinco años, en 2010, la tasa de desempleo y los niveles de deuda y déficit eran los mismos en la eurozona y en los Estados Unidos. Hoy, el desempleo ha bajado en los Estados Unidos, mientras que se ha incrementado enormemente en Europa. Y con bajo crecimiento y alto desempleo no hay manera de que podamos reducir una gran deuda pública. Ya va siendo hora de reconocer que nos equivocamos en nuestras decisiones y que necesitamos un cambio en la gobernanza de Europa.

XL. ¿A qué se refiere con un cambio de gobernanza?

T.P. Si las decisiones sobre el nivel de déficit público y de inversión pública se tomaran democráticamente en un nuevo Parlamento Europeo, diferente al actual, donde cada Parlamento nacional estuviese representado de manera proporcional a su población, entonces estoy convencido de que tendríamos menos austeridad, más crecimiento y menos paro. Todavía estamos a tiempo. Y a partir de ahí sería mucho más fácil hablar de todas las otras reformas.

Draghi y el Banco Central Europeo

XL. ¿Qué piensa de las políticas impulsadas por Mario Draghi, erigido en ‘salvador’ de Europa al frente del BCE, como la reciente compra de bonos?

T.P. Creo que le estamos pidiendo demasiado a una política monetaria ‘creativa’. Es fácil imprimir miles de millones de euros. Pero a veces no sabemos realmente qué hacer con ellos: podemos terminar creando burbujas de precios que no beneficiarán a los grupos sociales a los que nos gustaría ayudar. Pero, claro, es mucho más complicado cambiar las leyes fiscales, los impuestos, adoptar por ejemplo un impuesto común de sociedades, invertir más dinero en las universidades europeas… Pero al menos así sabríamos de dónde nos viene el dinero y qué hacemos con él.

El impuesto a los ricos

XL. Una de sus propuestas para reducir la desigualdad en Europa es crear un impuesto progresivo sobre el patrimonio, ¿pero no cree que si esta tasa no se implementa en todo el mundo habrá fuga de capitales de Europa hacia otras regiones?

T.P. No, no lo creo. Si los europeos cooperamos, tendremos la masa crítica para conseguir muchas cosas: más justicia fiscal, más inversión en innovación y educación superior, y más crecimiento. La primera prioridad en términos de cooperación fiscal en Europa sería imponer un impuesto común de sociedades. El hecho de que los pequeños y medianos negocios a menudo paguen más impuestos que las grandes multinacionales es muy malo, tanto por una cuestión de justicia como para el crecimiento.

Paraísos fiscales

XL. ¿Qué se puede hacer para disuadir a los grandes evasores del fisco?

T.P. Desarrollar un registro global de bienes financieros, así podríamos luchar contra la evasión fiscal de las grandes fortunas. Se ha hecho algún progreso, pero los países europeos han sido muy lentos. El principal cambio ha venido del Gobierno estadounidense, que impuso sanciones a los bancos suizos para acabar con el secreto bancario. Si colaboran, los países europeos son tan grandes como los Estados Unidos en términos de PIB total, así que tendríamos la misma capacidad para imponer nuestros propios estándares fiscales, legales y sociales. Y tenemos mucho más que perder dejando que los paraísos fiscales centroeuropeos hagan lo que quieran.

Un seguro contra la desigualdad

XL. ¿Qué opina de la propuesta del premio Nobel de Economía Robert Shiller de crear una especie de póliza de seguro universal para evitar que siga creciendo la distancia entre ricos y pobres, de la que se beneficiarían los ciudadanos que pierden capacidad adquisitiva y que se financiaría aumentando impuestos a los ricos cuando la desigualdad empeora?

T.P. Creo que es una excelente propuesta y tiene todo mi apoyo. Solo añadiría algún retoque… Pero lo cierto es que, según los rankings de multimillonarios de la lista Forbes, los ingresos de los más ricos han ido creciendo entre un seis y un siete por ciento anual en términos reales en las últimas décadas, por entre un uno y un dos por ciento de los del resto de los ciudadanos. Lo que esto sugiere es que hacen falta impuestos a esas grandes fortunas para estabilizar la desigualdad de la riqueza.

El impuesto progresivo al consumo

XL. Otra propuesta que se ha puesto de moda: un impuesto progresivo al consumo. Algo así como que pague más IVA el que más tiene… ¿Cómo lo ve?

T.P. Sería un sustituto muy imperfecto del impuesto progresivo al patrimonio y las herencias… Primero, los valores meritocráticos implican que se quiera tasar solo la riqueza heredada, y no la riqueza que uno ha logrado por sí mismo, algo que es imposible de hacer con un impuesto solo al consumo… Segundo, y más importante, la misma noción del consumo no está bien definida para los más ricos: el consumo personal de alimentos y ropa sería una fracción muy pequeña de las grandes fortunas, que a menudo emplean la mayoría de sus recursos en comprar influencia, prestigio y poder. Cuando los hermanos Koch [petroleros, la segunda empresa familiar más grande de los Estados Unidos] gastan su dinero en campañas políticas, ¿debería contabilizarse como consumo? ¿Cuando los millonarios usan sus aviones privados, lo incluimos como consumo? Un impuesto progresivo al patrimonio parece mucho más deseable que un impuesto progresivo al consumo, primero porque la riqueza neta es más fácil de definir, medir y monitorizar que el consumo, y segundo porque es un mejor indicador de la disposición de los contribuyentes ricos a pagar impuestos y a contribuir al bien común.

Grecia y la deuda

XL. El nuevo gobierno de izquierdas de Grecia no está resultando muy convincente. ¿Cree que Tsipras será capaz de poner en marcha la economía griega?

T.P. Grecia no podrá mover nada por sí sola. El impulso tendrá que venir desde Francia, desde Alemania y desde Bruselas. El Fondo Monetario Internacional admitió hace ya tres años que se había ido demasiado lejos con la política de austeridad. La imposición a los países afectados de la obligación de reducir sus déficits en un plazo de tiempo excesivamente breve ha tenido unas consecuencias terribles sobre el crecimiento. Los europeos, tan mal organizados como estamos, hemos convertido lo que originariamente surgió como una crisis financiera en los Estados Unidos en una crisis de deuda por culpa de unos inadecuados instrumentos políticos. Por desgracia, al final ha derivado en una crisis de confianza en toda Europa.

XL. ¿A qué se refiere cuando habla de instrumentos políticos inadecuados?

T.P. Tenemos una moneda común para 19 países, pero cada uno de estos países tiene un sistema fiscal diferente, y la política financiera nunca se ha armonizado. Es imposible que eso funcione. Con la eurozona hemos creado un monstruo. Cuando todavía no existía la moneda europea, los países simplemente podían devaluar para volver a ser competitivos. Este recurso, antes muy habitual y contrastado, ahora le está vedado a Grecia como miembro de la eurozona.

XL. Recuerda un poco a Tsipras. La culpa es de otros y no hay que pagar las deudas…

T.P. No soy ni miembro de Syriza ni apoyo a ese partido. Simplemente intento analizar la situación en la que nos encontramos. Y hay una cosa que está muy clara: los estados no pueden reducir sus déficits si la economía no crece. Sencillamente no funciona. No hay que olvidar que Alemania y Francia, altamente endeudados en 1945, nunca devolvieron las deudas en su totalidad. Sin embargo, estos mismos países les dicen ahora a los europeos del sur que tienen que pagar sus deudas hasta el último euro. ¡Eso es amnesia histórica! Pero con unas consecuencias muy graves.

XL. ¿Y quién debe pagar las décadas de mal gobierno de Atenas?

T.P. Lo que hay que hacer es pensar en la nueva generación de jóvenes europeos. Muchos de ellos tienen problemas para encontrar un puesto de trabajo. ¿Hay que decirles: «Perdón, pero la culpa la tienen tus padres o tus abuelos»…? ¿De verdad queremos implantar en Europa semejante modelo de castigo colectivo intergeneracional? Ese egoísmo de raíces nacionalistas me preocupa más que cualquier otra cosa.

Alemania y el pacto de estabilidad

XL. ¿No es usted muy partidario del pacto de estabilidad, acuerdo que obliga a los países del euro a mantener la disciplina presupuestaria?

T.P. El pacto es una auténtica catástrofe. Acordar reglas de déficit para el futuro, no, eso no puede funcionar, es imposible. No se pueden resolver los problemas de endeudamiento mediante reglas de aplicación automática, reglas que hay que poner en práctica siempre de la misma manera, independientemente de las diferentes situaciones económicas.

XL. ¿Qué se puede hacer para que la gente se sienta atraída por la idea de Europa?

T.P. Sus dirigentes deberían, por ejemplo, explicarles a los votantes que ya ni siquiera Alemania o Francia pueden tasar de forma eficiente la actividad económica de las multinacionales por sí solas, porque lo que hacen estas compañías es enfrentar a unos países contra otros. Un impuesto a esas grandes empresas común para toda la eurozona sería de gran ayuda… y también muy popular entre los votantes.

El verdadero capital de Piketty

Seamos realistas. ¿Cuál es la probabilidad de que un ‘tocho’ de casi 700 páginas sobre una materia tan abstrusa como la historia comparada de la recaudación fiscal se convierta en un best seller traducido a 30 idiomas y supere el millón de ejemplares vendidos? Pues eso es lo que ha conseguido el economista francés Thomas Piketty, de 43 años, con El capital en el siglo XXI (editado en España por Fondo de Cultura Económica). ¿Cuál es la receta de su éxito? Apunte…

-Concienzudo: El principal ‘capital’ de Piketty lo sugiere Pierre Jaxel-Truer en Le Monde: «Para que un buen libro se transforme en un fenómeno, hace falta que se amalgame con el espíritu de los tiempos y que se convierta en la caja de resonancia de una sociedad y de las preocupaciones políticas del momento». ¿Cuál es el argumento de Piketty? Que la desigualdad está creciendo. La concentración de la riqueza en unas pocas manos es mayor que nunca desde la Depresión de 1929… Pero eso salta a la vista, ¿no? Puede ser, pero Piketty ha hecho una labor de hormiguita durante quince años para probar su tesis, desmenuzando los datos fiscales de dos siglos en una venteina de países y haciendo sus cuentas en hojas de cálculo. Es un economista de la vetusta generación Excel…

-Alarmista: Y Piketty va más allá y suelta una bomba: esta brecha es inevitable y seguirá creciendo porque el sistema económico está ‘trucado’ en favor del capital y en contra del trabajo. O hacemos algo ahora para revertir la tendencia o la riqueza seguirá concentrándose.

-Marx 2.0: Suena a discurso de izquierdas. «Marx 2.0», como lo bautizó la revista Time… Y eso que Piketty confiesa no haber leído El capital, de Karl Marx, aunque sí El manifiesto del Partido Comunista. Piketty es, al fin y al cabo, un intelectual de la izquierda, hijo de comunistas que abandonaron la ciudad para irse al campo a cuidar cabras.

-Discreto: Piketty es a su vez muy suyo. No le gusta hablar de su vida privada. Está casado con una economista, Julia Cagé, formada como él en la Escuela Normal Superior de París y pieza fundamental a la hora de contrastar ideas. Tiene tres hijas de su primera mujer, historiadora. Y tuvo un romance que acabó muy mal con la actual ministra de Cultura, Aurélie Filippetti, que fue a comisaría a denunciarlo por malos tratos, aunque después retiraría la denuncia.

-Indomable: Piketty es indomable. Los socialistas franceses lo ficharon y lo repudiaron cuando vieron que no tenían a un muñeco de ventrílocuo recitando lo que ordenaba el partido. Ha rechazado incluso la Legión de Honor porque considera que el Gobierno de Francia no es quién para decidir qué persona es honorable. Y ahí tenemos el segundo ingrediente: un autor que llega a sus propias conclusiones y dice lo que piensa, pese a quien pese… Un tipo que ocupa un gris despacho de profesor asociado en París que parece una celda monacal, donde no queda sitio para un libro más. Un sabio con cara de niño que completó su educación en el MIT y la London School of Economics. Alguien a quien solo conocían los expertos en materias tan apasionantes como… la legislación tributaria. Y que, además, escribe bien, salpimentando la prosa técnica con citas de Austen, Fitzgerald o Balzac… Un diamante en bruto para un editor que sepa sacarle brillo con una buena ‘estrategia’ de marketing.

-Honrado: ¿Qué estrategia? Convertir a Piketty en el niño inocente del cuento que le dice al emperador que está desnudo. Y ese es el tercer ingrediente: honradez. Su discurso ha sido bendecido por las voces críticas con la deriva actual del capitalismo; popes del progresismo como los Nobel Paul Krugman y Joe Stiglitz lo arropan. Pero también ha sido tomado muy en serio por analistas como Martin Wolf (Financial Times), nada sospechoso de querer dinamitar el sistema.

-Provocador: Eso sí, tampoco está mal provocar. La propuesta de Piketty de crear un impuesto mundial a los ricos que gravaría con hasta un 80 por ciento las rentas más altas provocó que el liberalismo sacase toda su artillería y abriese fuego contra él. The Economist y Bloomberg han puesto en duda desde su método hasta sus conclusiones y propuestas, que consideran, como poco, ingenuas. Pero la conclusión más aceptada la resume desde Washington Matthew Yglesias, editor de Vox: «Piketty no es el anticapitalista radical que sus críticos temen, sino alguien que quiere reparar el propio capitalismo».

El terror de Piketty… y de los terratenientes

A Piketty le han salido críticos y refutadores hasta en la sopa. Y de momento, ha salido bien parado de la mayoría de las trifulcas con eruditos, pero un joven doctorando del MIT, Matthew Rognlie, le está poniendo en aprietos. Rognlie plantea tres objeciones a la tesis central de El capital en el siglo XXI, esto es, que la desigualdad no para de crecer. La primera es que Piketty no ha tenido en cuenta la depreciación del capital; la segunda, que tampoco le ha dado suficiente peso a los rendimientos de Bolsa. Pero la tercera es la más interesante: el componente del capital que acumula los mayores rendimientos son las propiedades inmobiliarias.

¿Por qué? Así lo explica el politólogo Roger Senserrich: «Un trabajador o una empresa que quiera ser competitivo tiene incentivos muy fuertes para mudarse a Nueva York, Londres, París o Shanghái. Estar en una ciudad te proporciona ventajas enormes. Los terratenientes en cada una de estas áreas metropolitanas son un oligopolio y tienen una capacidad casi ilimitada para establecer precios: la demanda de suelo en las grandes metrópolis siempre será mucho mayor que la oferta». La consecuencia: la herramienta más efectiva para reducir la concentración de la riqueza es la política urbanística, no los impuestos sobre el capital, como sostiene Piketty.

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