Por Pedro García Otero (PanAmPost).-

Siguiendo el ejemplo de Rafael Correa, el Gobierno de Maduro comienza a amenazar a los generadores de memes y a las redes sociales en general.

Venezuela es un país “chévere”. Es la cuna del “jodedor”, el ciudadano de a pie que de todo hace un chiste. Es una sociedad con buen humor a pesar de todos los problemas que la aquejan -o quizás, precisamente, por todos los problemas que la aquejan.

El humor se vuelve un mecanismo de defensa, desmitifica el poder, le quita peso a los dramas cotidianos. Por no sacralizar, no sacralizamos ni la muerte, como lo prueban los refranes que tienen que ver con el momento final de la existencia: “Llorando y vistiendo al muerto”, se le dice a alguien cuando se le pide prisa; “el muerto al hoyo y el vivo al bollo”, para simbolizar que a pesar de las desgracias, hay que seguir ocupándose del sustento.

Durante 40 años, (los de la democracia) los venezolanos se acostumbraron a burlarse de sus gobernantes. Era obligado que cada presidente tuviera su imitador en “Radio Rochela” histórico programa de humor que transmitía el canal televisivo RCTV.

Hasta que llegó el chavismo, que cerró este canal en 2007; si a Hugo Chávez no le gustaba que hicieran mofa de él, a Nicolás Maduro, mucho más inseguro (y de pobrísimos carisma y oratoria) le gusta aún menos.

Paranoico como es, que ve magnicidios, conspiraciones y guerras en todas partes, el Gobierno del postchavismo (tras la muerte de su líder) está a punto de emprender una batalla definitiva. Controlada en su totalidad la TV local, casi completamente (salvo dos o tres jirones) la radio y la prensa, ahora la emprende contra las redes sociales. Y como siempre avisa lo que va a hacer, el Gobierno ya lo anunció a través de un programa llamado “Cafecito Psicológico” en el canal estatal VTV.

Allí, el psiquiatra Ángel Riera denunció que el de Maduro es un Gobierno sometido a “guerra memética” (…) de “sexta generación” y que es una herramienta del “neuromarketing viral” para que “deforme la realidad y genere depresión” entre los venezolanos.

Así, no es que los memes contra Maduro exploten, jocosamente, los dislates del mandatario, o sus frecuentes actitudes desafortunadas, o la crisis que vive el país: empeñado, como lo está el chavismo, en presentarse como el mejor de los mundos posibles, a pesar de lo que significa para los venezolanos su miserable existencia del presente (luego de un despilfarro y una corrupción que dejan en pañales a todos los restantes Gobiernos del continente… juntos) todo lo que signifique una crítica es, forzosamente, un intento desestabilizador.

Se pregunta este “experto”: ¿por qué se pone más atención a los memes alusivos a la revolución venezolana? porque simplemente las grandes corporaciones se han encargado pues de hacer una campaña de descrédito internacional contra la revolución”. Palabras domingueras para esconder una vulgar voluntad de arreciar la censura.

Los memes no son una burla al presidente que ve a Chávez, su padre político, en los pajaritos; que habla de la “multiplicación de los penes” o que reflexiona (como puso en Twitter su adulante exministra de Comunicación, Jacqueline Faría) a la orilla del Mediterráneo, para burla universal.

Maduro (probablemente no con sinceridad) cree que su Gobierno es un éxito, que es “admirado y apoyado en el mundo entero”, como lo dijo luego de pasar el fin de semana en Rusia (es bonito Moscú en la primavera, sobre todo cuando en tu país te lanzan mangos y pañales).

Es la misma práctica de negación sistemática de la verdad de todos los regímenes comunistas, llevada, además, a unos extremos de mania persecutoria casi semejantes a los de Corea del Norte. Probablemente, Maduro haya aprendido la lección de Rafael Correa, el presidente de Ecuador, quien tiene su propia oficina para “trolear” a todos los que lo adversan en Twitter, y logró cerrar Crudo Ecuador, sitio que precisamente, hacía mofa de su Gobierno a través de memes en Facebook.

Sin embargo, “Mashi Rafael” no se ha atrevido, como si lo ha hecho Maduro, a encarcelar a tuiteros; seis de ellos están presos en la policía política, incluyendo, desde hace siete meses, Inés González, @inesitaterrible, que se ganó 40 mil seguidores con sus ácidos comentarios.

Ya Luisa Ortega Díaz, la fiscal general, que en vez de representante de la justicia funge como abogada del chavismo, ha advertido que las redes sociales “deben ser reguladas”; el Ministerio de Comunicación del Gobierno, que maneja decenas de televisoras y periódicos y centenares de radioemisoras y páginas web, tiene ahora, además, un “Viceministerio de Redes Sociales” que diariamente inunda Twitter de “Etiquetas Basura” de presunto apoyo al Gobierno, que son obligatorias para todos los tuits que todos los ministerios emiten. Tanto es así, que los domingos y feriados el Gobierno desaparece de la tuitósfera.

Pero lo que no pueden lograr estos marxistas que no se han leído a Marx, y mucho menos a Lenin (quien decía que “la realidad es más terca que un inglés”) es que, paranoias aparte, los productos aparezcan nuevamente en los anaqueles; que la gente no sepa, aún con todo su cerco mediático, de su inmensa prevaricación e incapacidad; y mucho más allá, no pueden lograr que Maduro no siga emitiendo declaraciones desafortunadas, producto de su escasa preparación y del hecho de que no quiera ser nada más que un heredero de Chávez, un hombre a quien lo que le sobraba en redaños y astucia le faltaba, por cierto, en cultura y prudencia.

Y que así dejó a Venezuela, hecha una ruina, el país con más inflación del mundo, el segundo con más homicidios, uno de los más corruptos y en los que se vive peor, a pesar de la montaña de petrodólares que llovió sobre el país. Contra esto no hay aparato de propaganda que valga, y por eso es que los memes. Esa expresión de burlona libertad, se hacen virales, para sorpresa tarifada del psiquiatra Ángel Riera.

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