Por Luis Américo Illuminati.-

Una situación bélica inédita en Medio Oriente. ¿Ser o no ser?

Cuando uno lee Hamlet, el príncipe heredero que se pregunta la cuestión de ser o no ser, quien haya leído esta obra de Shakespeare y sabe cómo termina, hay dos escenas que nos dan una esperanza y a la vez un mal presagio. Una es “No todo está perdido en el reino de Dinamarca” y la otra: “Algo huele mal en el reino de Dinamarca”. Ergo, hay dos caras o aspectos de la realidad: la paz insegura o la guerra, la vida tranquila o la muerte, la cordura o la locura. ¿Es mejor no hacer nada? ¿Vivir o subsistir es lo mejor y más bueno? ¿Todos contra uno o uno contra todos?

El pueblo judío llena toda la historia de Dios y los hombres. ¿Qué período de la historia se puede escribir, omitiendo el origen y la subsistencia y resistencia obstinada de este pueblo? Un pueblo que siempre fue dominado, perseguido y asesinado por los imperios históricos más poderosos del mundo y hasta el día de hoy no hay fuerza que haya podido hacerlo desaparecer de la faz de la tierra.

No debemos olvidar que de este pueblo procede Cristo, pueblo que lo rechazó y lo hizo crucificar por la autoridad romana (Poncio Pilatos). No obstante estos estigmas y karma milenario, el pueblo judío es un pueblo sagrado, elegido por Dios de entre todos los pueblos para cumplir la misión salvífica de la humanidad, según promesa de Dios hecha a Abraham y transmitida a Isaac y a Jacob, padre de las 12 tribus de Israel. De modo que es un misterio teológico la subsistencia, rebeldía y resistencia del pueblo judío, como dice el Padre Meinvielle en su libro «El judío en el misterio de la historia», aunque da otras razones que pueden resultar controversiales, toda vez que para algunos hay una continuidad ideológica irreversible entre aquellos judíos y los actuales y, para otros, esto resulta no sólo antojadizo sino absurdo, ya que sostienen que todos los pueblos cambian con el devenir de los tiempos y no tienen por qué -es injusto- los descendientes cargar con las culpas de sus remotos ancestros.

Este jueves 11 y viernes 12 de enero, la Corte Internacional de Justicia (CIJ) comenzó la audiencia pública que examinará las medidas provisionales solicitadas por Sudáfrica en su demanda contra Israel, en la que lo acusa de actos «genocidas» en la Franja de Gaza. La demanda, presentada el 29 de diciembre, busca que Israel cese las hostilidades. ¿Qué argumenta Sudáfrica y cómo reacciona Israel? ¿Qué considera la ONU como genocidio? ¿Qué contiene la demanda presentada por Sudáfrica? Se trata de un documento de 84 páginas en el que Pretoria acusa explícitamente a Israel de perpetrar actos que de “carácter genocida porque están destinados a provocar la destrucción de una parte sustancial del grupo nacional, racial y étnico palestino”.

En el documento, Sudáfrica también invoca sus derechos y obligaciones para “proteger a los palestinos de Gaza de la destrucción”. Unos que se enmarcan en la Convención de las Naciones Unidas para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio de 1948 +a la que está suscrito, al igual que Israel- y en la que se establece que los Estados pueden emprender acciones legales “para impedir que se cometa un delito de genocidio”.

En el texto se lee: “La conducta de Israel -a través de sus órganos estatales, agentes estatales y otras personas y entidades que actúan siguiendo sus instrucciones o bajo su dirección, control o influencia- en relación con los palestinos de Gaza constituye una violación de sus obligaciones en virtud de la Convención sobre el Genocidio”.

Es muy fácil condenar a Israel sin caer en el error de no ver la ignominiosa masacre y secuestro de su gente por parte de Hamás hace 100 días. ¿Debe dejar Israel a los rehenes de su país librados a su propia suerte y quedarse de brazos cruzados? Si Israel no entiende razones, ¿cuál es entonces el camino correcto para terminar con un terrorismo que se ha propuesto acabar con el Estado de Israel?

Lo primero que hay que plantearse es cómo haría la Argentina o cualquier otra nación del mundo si le hubiera ocurrido lo mismo que le sucedió a Israel. Vale decir, la misma invasión, masacre y secuestro de sus compatriotas por parte de un país vecino donde un grupo terrorista manda y dirige el gobierno. Después de las dos grandes guerras mundiales del siglo XX no ha existido una situación parecida a la de Israel. Por lo tanto, se torna muy complicado dar una opinión a favor o en contra de uno u otro país sin correr el riesgo de ser arbitrarios y caer bajo la sospecha de parcialidad.

A cualquier ciudadano secuestrado -sea del país que sea- le produciría una gran desesperación y decepción que su país no lo rescate pronto y quede a la espera de las interminables deliberaciones de los organismos internacionales. Debemos reconocer que se trata de una situación inédita que puede desencadenar una eventual conflagración mundial de proporciones bíblicas. ¿Tendrá lugar en esa región de Tierra Santa el Armagedón? Más que juntar los dedos, juntemos las manos con los dedos para arriba.

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