Por Federico Jiménez Losantos (Libertad Digital).-

Este domingo, en el que Marianono y Pedronono, secuestradores de la democracia, revalidarán su derecho a llevarnos a las urnas cualquier Navidad, verá el parto asistido del primer narcoestado de la historia, cuya cuna será la sepultura de la antiguamente conocida como República de Colombia. La madre morirá en el parto, porque no hay república capaz de sobrevivir a una Constitución que no se puede siquiera reformar (ver el análisis del ex ministro Londoño en LD), y que establece un poder judicial no colombiano que podrá absolver a los narcoguerrilleros y condenar, sin derecho a apelación, a los militares y policías que tanto los han combatido.

Esa Carta Magna es una Manga Ancha para el cartel comunista más sangriento de Iberoamérica, con decenas de miles de adultos y niños que han sido secuestrados, asesinados, violados, convertidos en carne de cama y de cañón. La narconstitución redactada en La Habana y asumida por un presidente legal, Santos, pero ilegítimo por estar bajo chantaje o perpetrarlo, reconoce una total y absoluta capacidad constituyente a las FARC que se traduce en presencia parlamentaria al margen de las urnas, prohibición constitucional de los vuelos para fumigar la planta de coca, creación de un poder mediático -cadenas de radio y televisión- pagado por los colombianos con sus impuestos, y, por supuesto, para cuando Obama sea recuerdo, prohibición de extraditar a los USA a los narcos, a los que el aparato mediático de Narcolombia llamará pronto cultivadores sostenibles.

La Constitución soñada por Pablo Escobar

La Constitución que, sobre las cenizas de una Colombia sometida al doble chantaje de los narcoterroristas y de su Gobierno, se refrendará hoy -basta el 13%- parece redactada por Pablo Escobar. Pero este precursor del Derecho Constitucional acuñado por Santos y Timochenko no contó con la logística de los Castro y Maduro, la diplomacia de Obama y la UE, ni la bendición apostólica de S. S. Francisco I de Perón y Guevara. Lástima que Escobar sólo alquilara a la guerrilla comunista M-19 para asaltar el Palacio de Justicia y destruir sus archivos, porque ahora los destruirá el Gobierno salvo los que se conviertan en garantías de empleo. Lástima que se jugara la vida el que impidió que Escobar tomara posesión de su escaño cuando exhibió su ficha policial de narcotraficante, porque las FARC tendrán, sin pasar por las urnas como Escobar en Medellín, 27 escaños. Lástima que Gaviria, presionado por su predecesor Turbay tras la muerte accidental de su hija Diana, secuestrada por Escobar, se arrepintiera al cabo de dos años de aceptar el cese de la fumigación de los cultivos de coca, prohibir la extradición de narcos a los USA y conceder a Escobar el derecho a cárcel particular, con la máxima seguridad y comodidad, dirigida por el propio Escobar y desde la que él seguía controlando su red de narcotráfico.

Es verdad que Escobar asesinó a mucha gente, pero mucha menos que las FARC. Sin embargo, a diferencia del visionario de Medellín y de sus elegantes herederos Rodríguez Orejuela y Ochoa, el cártel de Cali que, según Pastrana, hizo presidente a Ernesto Samper, el actual jefe del cártel de las FARC, Timochenko, puede aspirar, narconstitución en mano, a que esa cárcel de oro que pasma en la serie Narcos sea el propio Palacio de Nariño. Siete mil narcoguerrilleros han puesto de rodillas a cuarenta y siete millones de colombianos, por la cobardía infinita de su gobierno, sin duda, pero también por la colaboración que el nacimiento de Narcolombia tiene en La Habana, Caracas, Washington, El Vaticano, Bruselas y, ay, Madrid.

La capital de Narcolombia será española

Aunque el respaldo de Obama al nacimiento de Narcolombia haya levantado los vetos de países como Alemania o Francia, cuyos dirigentes están harto ocupados por el terror islamista, los migrantes ilegales llamados refugiados y sus colaterales daños electorales, es en España, el país más cercano a Colombia y el que más ha sufrido el terrorismo comunista, donde más poderes mediáticos y políticos -si hubiera alguna diferencia- exhibe el narcoestado recién nacido. El imperio PRISA, cuya presencia americana desde el fichaje de ex-presidentes por Polanco es apabullante, ha arrastrado a la Izquierda que ya apoyó la rendición de ZP a la ETA, a los centristas despistados -Rivera, tras defender a las víctimas de Maduro, felicitó a Colombia por el proceso de paz, apoyado por Caracas- y sobre todo ha guiado a los medios audiovisuales controlados por la Vicepresidenta del Gobierno: el duopolio Atresmedia-Mediaset y RTVE. En los medios de papel, sólo El País ha apoyado abiertamente el pacto con las FARC, con los mismos argumentos que usó para defender el pacto ZP-ETA pero ocultando que esta narco-ETA impone, con el Gobierno de Santos como intermediario, una narconstitución hecha a la medida de un cartel de la droga, jamás de una democracia con separación de poderes, justicia independiente, medios de comunicación libres y leyes iguales para todos.

Como siempre, con Escobar, con ZP o con Santos (no los equiparo, me parecen moralmente peores Santos y ZP, que juraron defender las libertades en sus países que el narco vil que por dinero las atropelló) la Paz es el señuelo para que la ciudadanía acepte la corrupción institucional. Pero hay una diferencia esencial entre defender la rendición ante una banda terrorista o una guerrilla, que es una banda venida a más. La diferencia la explica muy bien Herman Terstch en su videoanálisis para LD: la cocaína. Lo que ha hecho poderosas a las FARC no es el salvajismo con los civiles o la infiltración mediática y judicial del proyecto marxista-leninista, sino el inmenso poder del dinero que, de forma casi ilimitada, le ha dado la droga.

¿Y cabe suponer que ese dinero de la droga que ya ha corrompido a jueces y fiscales, periodistas y religiosos, diputados y hasta presidentes en Colombia no está pagando o no pagará en el futuro a los jueces, policías, políticos y periodistas de todos los países en que opere Narcolombia? No se sabe cuánto dinero, aunque es muchísimo, pone el Gobierno de Santos y cuánto, aunque ilimitado, pone el cártel de las FARC, ambos igualmente interesados en la campaña para legitimar el nacimiento de su narcoestado. Si Santos usa pródigamente el dinero de todos los colombianos, las FARC no escatimarán el necesario para engrasar el necesario apoyo internacional. ¿Cuántos políticos y medios de comunicación inclinados sobre la cuna de Narcolombia lo hacen por el patológico buenismo progre y cuántos por el billete discreto del narco? Es imposible saberlo, pero legítimo sospecharlo.

La presión para llevar al Rey

En España ha habido una presión brutal para que el rey Felipe VI asistiera, es decir, legitimara a ese íncubo dictatorial que es Narcolombia. La cabeza de esa presión en el área decisiva, que es la del Gobierno, ha sido Margallo, ese metomentodo que ocupa la cartera de Exteriores, Asuntos Catalanes y Tinglados Varios, amén de aspirar a Vicepresidente, Presidente del Gobierno o Cardenal de Manila, lo que sea. Y probablemente ha sido la entrevista de Pérez Maura a Pastrana en ABC, detallando cómo el acuerdo suponía entregar a las FARC un terreno cultivable de 3 o 4 millones de hectáreas, casi la mitad del total, además de señalar a Samper como criatura del Cartel de Cali y futuro hombre fuerte de Narcolombia, lo que decidió a Zarzuela para no acudir. A cambio, representó a los poderes fácticos que aquí apoyan ese engendro Campechano I, que con Margallo representa todo lo corrompido o corruptible de nuestra política. El caso no merecía menos.

Pero se equivoca quien piense que el naciente narcoestado se limitará a Colombia. En su novela El Puñal, el periodista y escritor argentino Jorge Fernández Díaz (nada que ver con el ministro espiado en su propio despacho) explica cómo la ruta Colombia-Río de la Plata-Europa pasa por dos polos españoles: Tarifa y las Rías Bajas gallegas o eventualmente algún lugar del Cantábrico. Ahí, el soborno en las fronteras, los abogados ricos y los políticos corruptos complementarán a las planeadoras del contrabando que hace años merodean en el Estrecho, con parada en Gibraltar.

Con el dineral que a diario ingresará Narcolombia, dudo de que un país como España pueda resistir. Es el lugar natural para entrar en Europa, por mar y por tierra, por aire y en mula. Por todas partes entrarán, pero en buena lógica, serán Tarifa y Vigo las primeras puertas de la penetración narcolombiana en Europa. Y Madrid, el Miami del blanqueo de su dinero. El narcotráfico asaltará Europa por España, de abajo arriba y de arriba abajo. Y Narcolombia, capital Tarifa, acabará mudando su sede a Madrid.

Dentro de Colombia, lo que Santos ha firmado es la guerra civil a medio plazo, dentro de la estrategia comunista que se dice bolivariana pero que ya desarrolló Mao propugnando alianzas temporales con sectores no revolucionarios obreros, campesinos o estudiantiles. La diferencia con los análisis marxistas clásicos es que la potencia de fuego del dinero del narco es superior a cualquier división acorazada. Las FARC fraguarán, lo han hecho ya con Santos, una alianza contra esos aparatos del Estado que se les han resistido durante 40 años. Pero el dinero del narco no lo puede todo.

No toda Colombia se rendirá

No todos se rendirán. Uribe, Pastrana y la parte de la izquierda colombiana opuestos al pacto con las FARC representan a lo mejor de esa nación y lucharán. La narconstitución irrevocable acabará siendo revocada. Esa sociedad falsamente unificada por el señuelo de la Paz barata saltará en pedazos. Pero antes, la inevitable guerra entre cárteles y la guerra sucia de las Autodefensas o los paramilitares provocará la descomposición social revolucionaria que sufre Venezuela y que buscan las FARC. Creer que el Poder corromperá a los terroristas, como se finge en España con la ETA, es inmoral; pero es además estúpido si se trata de los narcoterroristas de las FARC.

Cuando las instituciones democráticas albergan terroristas para corromperlos lo que se corrompe son las instituciones. Lo que firma Santos es lo que Mao denominó guerra civil prolongada. Y si una nación no merecía ese destino es la Colombia que hoy, envuelta en el sudario de la Paz, entierran Santos, Obama y Campechano, con la bendición apostólica de Su Santidad el Papa Francisco, que Dios confunda y el Diablo se lleve.

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