Por Carlos Tórtora.-

En los últimos días, una serie de hechos de significación estratégica se sucedieron en torno a la Argentina. En Brasil, Lula da Silva, una figura comparable a CFK, aunque con otra dimensión política, fue conducido a declarar por la fuerza pública por el escándalo de corrupción del petrolao. Casi simultáneamente, Marcelo Odebrecht, millonario y ex presidente de la constructora Odebrecht, la empresa de ingeniería y construcción más grande de América Latina, fue condenado a 19 años y 4 meses de prisión por un escándalo de corrupción que involucra a la petrolera estatal brasileña Petrobras. El juez federal Sergio Moro lo declaró culpable por el pago de más de US$ 30 millones en sobornos a funcionarios de Petrobras a cambio de obtener contratos e influencia.

Según la sentencia, que está sujeta a una posible apelación por parte de la defensa, Odebrecht fue hallado culpable de los delitos de corrupción pasiva, lavado de dinero y asociación para delinquir.

El empresario está detenido desde junio de 2015 y en diciembre pasado renunció a los cargos que ostentaba dentro del grupo de compañías Odebrecht, fundado por su abuelo Norberto Odebrecht.

Odebrecht es la empresa de construcción más grande de América Latina. El consorcio realiza grandes obras de infraestructura a lo largo del continente americano y en África. Antes del escándalo, contaba con 181.000 empleados distribuidos en 21 países.

La investigación sobre corrupción en Petrobras ha derivado en el procesamiento de decenas de hombres de negocios, así como de destacadas figuras del gobernante Partido de los Trabajadores (PT).

La semana pasada, el ex presidente Lula da Silva, líder del PT y uno de los políticos más populares de Brasil, fue detenido para ser interrogado sobre este caso. Este hecho, inédito en la historia judicial de Brasil, no sólo acentúa el tembladeral del gobierno de Dilma Rousseff, sino que la está llevando al borde de apuestas máximas, como la posibilidad de que Lula sea designado Jefe de Gabinete para recibir protección oficial y combatir por un gobierno que agoniza.

Al mismo tiempo, en la residencia de Santa Marta, el Papa Francisco y Mauricio Macri protagonizaron un frío diálogo de 22 minutos, cuya imagen la prensa vaticana quiso que fuera formal, distante y sin signo de calidez alguna. El Papa es un líder espiritual con un estilo excepcional que no se deja condicionar por su entorno. Él no se maneja a través de terceros, habla personalmente, a solas y su ritmo de trabajo es impresionante para alguien de su edad y sus condiciones de salud. Un cardenal argentino comentaba: “nunca vi un Papa que dé tantas audiencias personales”. Como semblanza de este estilo, Francisco casi no camina; se pasa muchas horas sentado recibiendo una tras otra visita. Es difícil pensar que con Macri no se inició una negociación, o varias, sobre distintos temas.

El otro hecho a computar es que el Departamento de Estado ratificó que la visita del Presidente Barack Obama a la Argentina tendrá lugar los próximos 23 y 24, en el aniversario número 40 del golpe militar. Una fecha que no parece, a simple vista, la más apropiada para que un presidente de los EEUU aterrice en Buenos Aires. Por último, el gobierno nacional aprovechará la visita del presidente Barack Obama a la Argentina para pedirle la apertura de archivos clasificados vinculados con la dictadura militar de 1976.

Quien confirmó el planteo fue el Secretario de Derechos Humanos, Claudio Avruj, uno de los responsables de llevar adelante el tema en la agenda diplomática que tendrá lugar el 23 y 24 de marzo próximos. «Yo creo que es uno de los temas que se van a conversar, sin dudas», aseguró.

El funcionario admitió que el reclamo está en sintonía con el pedido que le hicieron los organismos de derechos humanos al Presidente de la Nación, de que el gobierno norteamericano desclasifique información secreta sobre los años setenta y su actuación en el país.

«En la reunión que se llevó a cabo en Olivos dos semanas atrás, Estela de Carlotto planteó esa necesidad y se la transmitió al Presidente. Se tomó nota, se asintió y nosotros estamos totalmente convencidos de que todo lo que aporte información para completar los datos de lo que ha pasado en esa época tan difícil, nos ayuda a todos», explicó el secretario de Derechos Humanos en una entrevista publicada por el diario La Nación.

El planteo levantado desde la Presidencia se inscribe en medio de la polémica sobre la oportunidad de la visita de Obama a la Argentina. Organizaciones que defienden las políticas de Memoria, Verdad y Justicia manifestaron su malestar de que la cumbre diplomática se realice el 24 de marzo mismo, y adelantaron su rechazo a que el mandatario norteamericano visite la ex Escuela Mecánica de la Armada (ESMA), que funcionó como centro clandestino de detención.

«No es conveniente que venga el 24; es una fecha muy delicada. Que venga el presidente de un país que fue el que hizo la Doctrina de la Seguridad Nacional, el país de (Henry) Kissinger y de la formación para reprimir en Latinoamérica…», había dicho la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto.

La mención de Carlotto hace referencia a la política militar que impulsó en los años setenta el secretario de Estado, Henry Kissinger, bajo los gobiernos republicanos de Richard Nixon y Gerald Ford, denominada como Plan Cóndor. Esa estrategia consistió en el apoyo estadounidense de los gobiernos dictatoriales de Argentina, Chile, Uruguay, Paraguay y Bolivia, y que incluyó el entrenamiento de los militares latinoamericanos en técnicas de terrorismo de Estado que luego terminaron aplicando.

Sin embargo, desde la Casa Rosada apuestan al impacto que podría llegar a significar que Obama formule gestos políticos de repudio contra la dictadura y de solidaridad con su víctimas. Además de la apertura de los archivos, otro de esos gestos sería la visita a la ex ESMA, aunque ese itinerario todavía no está confirmado.

«Muchas veces los gestos dicen mucho más que las palabras. El mero hecho de que el presidente Obama se pare frente a la puerta del Sitio de la Memoria y haga un minuto de silencio, está diciendo claramente: ‘Nunca más a los terrorismos, nunca más a la desaparición forzosa de personas’. Es un reconocimiento a las víctimas, a los organismos y es un compromiso fenomenal con la democracia. Yo lamentablemente no comparto este pensamiento de Estela en este momento», sostuvo Avruj.

Además, el funcionario insistió en diferenciar a Barack Obama de la política de Kissinger, y recordó que luego el presidente norteamericano James Carter ocupó un rol clave en la defensa de los derechos humanos en Argentina en los tiempos de dictadura.

«Obama es un hombre de la democracia, es un hombre del Partido Demócrata, es un hombre ligado a los derechos humanos, viene de un viaje muy importante en Cuba. Pero aparte, si uno hace un puente histórico con Obama, lo junta con (James) Carter, no lo junta con Kissinger», señaló Avruj.

Un hilo conductor

No es sencillo encontrar una interpretación que englobe el sentido de éstos y otros hechos. Pero sí hay indicadores muy curiosos. CFK deberá declarar el próximo 13 de abril en la causa por la venta de dólares a futuro y en el mundo político la pregunta dominante es qué pasará con Hotesur, la causa que verdaderamente la compromete a ella y a su hijo Máximo. El tema surgió en la última reunión que mantuvieron el Ministro de Justicia Oscar Garavano y un nutrido grupo de jueces federales.

La gigantesca ola de anticorrupción que conmueve hasta los cimientos institucionales de Brasil, si repercutiera en alguna medida en la Argentina, significaría el procesamiento de CFK y muchos de sus funcionarios de confianza, lo que contaría con amplio apoyo en las encuestas pero a la vez produciría un tembalderal político y una crisis del proyecto populista que al Papa no le agrada, como ya se vió con sus gestos de simpatía por Milagro Sala.

Tampoco el Departamento de Estado, muy preocupado por el futuro de la crisis brasileña, le agradaría que la segunda potencia regional entrara también en la ebullición de tribunales, arrastrando -gracias a hombres claves como Julio De Vido- conexiones empresarias locales de primer nivel. Como político salido del establishment, Macri no simpatizaría con semejante perspectiva.

La anacrónica aparición del gastado tema de la guerra antisubversiva y los supuestamente reveladores archivos secretos de los EEUU parecen más bien una cortina de humo destinada a correr del primer plano la lucha contra la corrupción. Pero a la vez, reponer los derechos humanos en el centro de la agenda de Obama en Buenos Aires significa abrir sobre la cabeza de Cristina Kirchner un paraguas protector. ¿Cómo procesar por corrupta a la jefa de estado que tanto hizo por el juzgamiento de los delitos de lesa humanidad?

Una vez más -no es la primera- Macri levanta a la viuda de Kirchner como la jefa de la oposición, ya que ella sin duda alguna ejerce el control casi monopólico de los derechos humanos.

Claro que, en materia de consecuencias, también hay más para hilar. Con su paso hacia la izquierda, el macrismo intentaría mitigar de algún modo la impronta neoliberal que sin duda le otorga la aplicación del ajuste. También de este modo les arrebata banderas a muchos dirigentes peronistas.

Claro está que el meter otra vez a la Argentina en el túnel del tiempo no tiene costo cero. Muchos de los votantes del PRO, aun lejos de identificarse con el proceso militar, consideran que el kirchnerismo persiguió sin piedad a las fuerzas armadas y que muchos de los juicios por delitos de lesa humanidad están plagados de irregularidades. Sus expectativas pasaban por que CAMBIEMOS impusiera una visión del pasado menos maniquea y más conciliadora. La apoteosis ahora en marcha de los que prohijaron a las organizaciones guerrilleras estaría produciendo un malestar profundo en algunos sectores.

Como es sabido, en política nada en gratis. El juego de equilibrios inestables entre el Papa, Obama, Macri y Dilma Rousseff es un rompecabezas difícil. Todo esto en un país que casi se ha quedado sin liderazgos políticos nacionales.

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