Por Alfredo Nobre Leite.-

Los émulos de Al-Qaeda, el Estado Islámico (EI o ISIS), se han ensañado con Inglaterra, cometiendo tres atentados terroristas en tres meses, siendo el último del sábado 3, en que con una camioneta, tres terroristas islámicos atropellaron a las personas en el Puente de Londres y, luego, con cuchillos de 30 cms. asesinaron a siete personas e hirieron a otras 48, siendo los tres terroristas abatidos por la policía. La premier Theresa May, declaró, tras el doble atentado, que «se acabó la tolerancia» y que «Derrotar a esa ideología es uno de los grandes retos de nuestro tiempo, pero no se puede hacer tan solo con intervenciones militares», fijando como una prioridad «regular el ciberespacio».

Es indudable que la civilización está sometida a una guerra de fanáticos, cuyas mentes son trastornadas en las mezquitas por imanes islamitas con promesas de falsos paraísos a fin de que inmolen, masacrando a inocentes en todo el mundo, como viene sucediendo en Francia, Bélgica, Alemania, Estados Unidos, Canadá, Egipto -donde masacraron a unos 30 cristianos coptos-, Suecia, Rusia, Turquía, Irak, Israel, Pakistán, Afganistán, matado a mansalva a más de 90 personas.

Por siendo el EI, desplazado de Siria e Irak, los fanáticos europeos, convertidos al Islam, por las ideologías extremistas tanto de extrema izquierda como de extrema derecha, están regresando a sus respectivos países -Francia, Alemania, Inglaterra…-, siendo los lobos solitarios que atentan contra sus propios conciudadanos -convertidos al islam yidahista entrelazado con delirios de violencia, odio y frustraciones sociales-; recordemos lo que sucedió hace años atrás en los suburbios de París, en que los desplazados inmigrantes musulmanes de las ex colonias francesas de África (peligro que fue advertido por el Arzobispo monseñor Marcel Lefebvre, que fue misionero en África durante 30 años), asentados en los suburbios de esa orbe, influenciados por los imanes, incendiaban automóviles de noche, producto de que por no adaptarse a las condiciones sociales del país, no aprender la lengua, ni estudiar, hacían los peores trabajos que no realizan los franceses, sintiéndose despreciados, y reaccionaban cometiendo esos desmanes.

Se trata nada más y nada menos que de una guerra no declarada contra la civilización occidental, que no respeta ninguna convención o ley, y que se proponen cometer las peores atrocidades, por lo cual la reacción ha de ser proporcional para combatirlos y neutralizarlos con todas las armas y la tecnología a un enemigo solapado que no tiene contemplaciones para nadie, y para quienes la vida carece de valor, hasta para ellos mismos; por lo cual, tienen que probar su propia medicina, haciéndoles recapacitar o perecer; que el bien a tutelar son las vidas humanas de nuestra civilización.

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