Por Alexis Di Capo.-

Con el envío al Senado del pliego de Alejo Ramos Padilla, el gobierno dio un paso decisivo hacia el control de los resortes fundamentales de la justicia federal. El nombrado le pondrá fin a la larga vacancia de 6 años del Juzgado Federal Uno de La Plata, que tiene competencia electoral, que ocupara durante dos décadas el fallecido Manuel Blanco.

Ramos Padilla tiene a su cargo el caso D’Alessio y actuó incisivamente para demostrar la conexión entre el macrismo y la estructura ilegal de inteligencia que coordinaba aquél. Puede decirse que se trata de un juez francamente enfrentado con Juntos por el Cambio y que su actual nominación sería una recompensa a su compromiso político. Distintas fuentes coinciden en señalar que, en los últimos tiempos, el juzgado electoral platense trabaja con serios problemas de funcionamiento que en parte se deben a la ausencia de un juez permanente.

La importancia del cargo que va a ejercer Ramos Padilla es tal que puede resultar decisivo en el balance de una elección distrital y hasta puede gravitar en la suerte de una elección nacional, ya que Buenos Aires representa el 40 por ciento del padrón nacional de electores.

La designación de Ramos Padilla es el segundo éxito oficial de esta semana, porque el primero es la media sanción por el Senado de la reforma la ley orgánica del Ministerio Público. Esto es, en síntesis, un mandato de 5 años para el Procurador General y sólo mayoría absoluta para de votos en el Senado para su designación. De este modo queda prácticamente descartado que Daniel Rafecas acepte continuar como postulante, ya que éste se opone a una reforma que abandona la idea de un consenso amplio -dos tercios de los votos- para elegir Procurador, dejando todo en manos de la primera minoría, que es el oficialismo.

Esta así abierto el camino para que surja como Procurador un nuevo Ramos Padilla, esto es, un incondicional.

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