Por Hernán Andrés Kruse.-

LA VISIÓN COMUNITARIA SOBRE LA TOLERANCIA

Al revisar la propuesta política de Michael Walzer este autor señala que “La tolerancia hace posible la diferencia; la diferencia hace necesaria la tolerancia”. En su obra Tratado sobre la tolerancia este autor describe, al igual que Thiebaut, que la tolerancia vista como una virtud permite la convivencia armónica entre culturas distintas, que las diferencias deben permitir que se tomen en consideración puntos de vista distintos, sin que ello represente un conflicto o un enfrentamiento. La preocupación de Walzer es la práctica de la tolerancia cuando se consideran diferencias culturales o religiosas y se relacionan con diferentes modos de vida, cuando “los demás no son copartícipes y no hay un juego común ni una necesidad intrínseca de diferencia”, considerando a la tolerancia como una actitud. En su libro Tratado sobre la tolerancia Walzer hace una distinción entre cinco actitudes mentales de tolerancia frente al otro grupo cultural como lo son la resignación, la indiferencia, el estoicismo, la curiosidad y el entusiasmo. Como aporte significativo amplía el espectro en el ejercicio de la tolerancia desde la mínima actitud como es la resignación (tollerare) hasta el entusiasmo por el otro y sus ideas (tálanton). Por lo tanto, redimensiona el concepto para ajustar su ejercicio político a las sociedades multiculturales complejas.

Un rasgo importante que quiero destacar y que comparto con este autor es que no es necesario que esta virtud se practique de una manera particular, ni en una misma escala, y esto representa desde el punto de vista práctico una ventaja, ya que demuestra que podemos coexistir con la diferencia, aplicando esta virtud bien sea en mínima o máxima escala. Señala que el problema de la tolerancia se relaciona directamente con la actitud que se asume frente a los grupos culturales y no frente al individuo, de hecho en sus escritos enuncia que “es muy posible que los derechos individuales estén en la raíz misma de toda forma de tolerancia”. Los individuos cuando se encuentran de manera dispersa se van a centrar en la consecución de sus propios intereses, más que en la actuación en el ámbito político, siendo esas diferencias las condiciones necesarias para el desarrollo humano.

Para Walzer uno de los temas más importantes de la filosofía actual a la crítica a la desigualdad producto de las doctrinas neoliberales, que en vez de minimizarlas las han más bien potenciado, creando brechas en espacios que no las poseían, abriendo así nuevos espacios para la aparición de prácticas intolerantes. Para él, en un mundo donde el multiculturalismo desempeña un papel verdaderamente central, la tolerancia se presenta no sólo como una práctica imprescindible, sino también como un problema éticopolítico al que toda reflexión filosófica interesada por la realidad social no puede renunciar; así lo muestra al enunciar que: Las formas de coexistencia nunca se han debatido con tanta amplitud como en la actualidad, porque la inmediatez de la diferencia, el encuentro cotidiano con la otredad nunca se ha experimentado en tan alto grado… “Quizá sintamos la tentación de formular una respuesta única. Incluso encuentros e intercambios enormemente singulares se diferencian necesariamente, cuando en ellos intervienen grupos de personas diferentes y cuando se evalúan por parte de quienes tienen diferentes historias y expectativas. La experiencia viene siempre, necesariamente, mediada culturalmente, y tengo la intención de respetar la diferencia producida por tal mediación. Así pues, sugeriré mi propia visión de cómo deberían ser las cosas, de cómo se podría conseguir mejor la coexistencia pacífica, refiriéndome a mi propio tiempo y lugar, a mi propia realidad”.

La forma como se aborda la práctica de la tolerancia en las sociedades multiculturales es ampliamente desarrollada en la obra de Walzer. Este autor no solamente discute filosóficamente las dificultades que las sociedades multiculturales presentan a la hora de tener prácticas tolerantes, sino que aborda cómo se llevan a cabo esas prácticas tolerantes en los distintos regímenes políticos, ampliando la discusión más allá de un problema meramente subjetivo o de interpretación; la tolerancia no es una virtud borrosa o poco práctica, al contrario, la considera fundamental para las sociedades plurales al momento de plantearse, como lo señala Richard Zapata-Barrero, quién está dentro y quién está fuera de la comunidad política, y la forma como interactúan las relaciones políticas, sociales y económicas que se generan a partir de allí. Como punto de partida para demostrar el ejercicio de la tolerancia en los diversos ámbitos políticos, Walzer realiza una caracterización. Este aporte es, a mi juicio, el más innovador dentro de su obra, ya que representa un análisis no sólo del sujeto que por distintas razones se desplaza, sino del sistema mismo que le da acogida de una u otra forma y lo inserta en su realidad política, permitiéndole una actuación en ella en mayor o menor grado según sea el caso.

La clasificación que aporta partiendo del modelo político e insertando la práctica tolerante dentro de éste, da como resultado lo que denomina los cinco “regímenes” o modelos de sociedades tolerantes: el imperio multinacional, la comunidad internacional, las confederaciones, los estados nacionales y las sociedades de inmigrantes. Cuando este filósofo contemporáneo delimita una noción de tolerancia, considera tanto las diferencias culturales como las religiosas y las relaciones entre éstas con los diferentes modos de vida, propone una explicación más estricta, respaldada en la idea de que la tolerancia debería implicar respeto mutuo. A la luz de ella, analiza algunos de los principales conflictos de las sociedades multiculturales relativos a diferencias de clase, género, religión, educación y –especialmente– religión civil.

Para Walzer cuando la tolerancia se extiende a grupos con diferentes historias y culturas, se hace necesario algún tipo de diferenciación legal y política, mostrando nuevamente que la tolerancia ha dejado atrás el ámbito histórico-religioso para fortalecerse en el ámbito político. Los ciudadanos europeos, por ejemplo, en su tránsito por las distintas regiones de la Comunidad, no sólo llevan consigo sus nuevos derechos, sino también sus religiones y culturas. Esto supone el establecimiento de nuevas ideas y formas de tolerancia.

Este modelo es uno de los más complejos, ya que estos Estados-nación van a estar sometidos a las tensiones que implica el multiculturalismo. También es importante señalar que dentro de su planteamiento el poder juega un papel determinante en el entorno de la tolerancia, ya que “tolerar a alguien es un acto de poder; ser tolerado es una aceptación de la debilidad.” Uno de los caminos para lograr mejoras en esa práctica de la tolerancia es el respeto mutuo, y Walzer afirma que “a veces la tolerancia funciona mejor cuando las relaciones de superioridad e inferioridad política están claramente delimitadas y se reconocen comúnmente”.

De igual manera señala que, independientemente del régimen de tolerancia al que estemos sometidos, es irrefutable que la educación juega un papel fundamental en la formación de ciudadanos más tolerantes frente a las comunidades multiculturales que cada día son más extensas, y así lo señala al afirmar: “Pero el multiculturalismo… intenta utilizar las escuelas estatales para fortalecer las identidades amenazadas o devaluadas. El objetivo no consiste en enseñar a los otros niños lo que supone ser diferente en cierto sentido, sino en enseñar a los niños que se supone que son diferentes a que sean diferentes en la forma adecuada… En este caso el pluralismo se da solamente en el sistema considerado globalmente, y no en la experiencia de cada niño, y el Estado debe intervenir para obligar a las diversas escuelas a enseñar los valores del liberalismo norteamericano, aunque enseñen cualesquiera otras cosas”.

En la posmodernidad ocurre un fenómeno como lo es vivir sin fronteras ni identidad propia, ya que los individuos se liberan de dichos vínculos, se desplazan y se mezclan con otros miembros de distintas comunidades provocando una diversidad multicultural enorme. Y es en éste ámbito donde la práctica de la tolerancia debe comenzar en casa, en el ámbito privado para luego ser expuesto al ámbito público debido a la aparición de familias mixtas, y otros tipos de asociaciones culturales, tal como lo señala Walzer: “El control de los grupos sobre sus miembros es más laxo que nunca, aunque eso no signifique en modo alguno que se haya roto por completo. Y el resultado de todo ello es una constante mezcla y combinación de individuos con identidades ambiguas y matrimonios mixtos, y, a partir de ahí, un multiculturalismo literal, que se observa no sólo en la sociedad en su conjunto, sino también en todas y cada una de sus familias (incluso en todos y cada uno de sus individuos). La tolerancia empieza ahora en el propio hogar, donde muchos de nosotros tenemos a menudo que aceptar étnica, religiosa y culturalmente a nuestros cónyuges, a nuestros parientes políticos y a nuestros hijos e hijas (así como nuestro propio yo dividido o de identidades yuxtapuestas)”.

La libertad individual va a ser la referencia en esta posmodernidad, se debe proteger y tolerar a cada individuo como ciudadanos del Estado; “pero al mismo tiempo necesitamos conformar regímenes de tolerancia que favorezcan a los diferentes grupos y que, quizás, incluso animen a los individuos a identificarse fuertemente con uno o varios de esos grupos”. De igual forma Walzer enuncia que debemos ser tolerados y protegidos como ciudadanos, pero también como extraños dentro de una comunidad política específica. Hay que hallar caminos para comprender esas diferencias, y la práctica de esas cinco actitudes mentales de la tolerancia nombradas anteriormente hacen ese camino más fácil de transitar. Pero es importante señalar que ese respeto a la diferencia no se hace extensivo a las prácticas opresivas dentro de los distintos grupos, así como no se puede tolerar ni el odio, ni la crueldad, ni el maltrato. Así como todo un aparato normativo respalda a la tolerancia como virtud, la internalización de la virtud a través de la formación en el hogar permitirá el desarrollo de ciudadanos más tolerantes y, en consecuencia, sociedades con una identidad común.

Para Walzer el objetivo de la tolerancia es el de “asegurar una interacción continua y una coexistencia pacífica”, sin suprimir a los demás ni a nosotros mismos. Un señalamiento final que hace nuestro autor es que no podemos quedarnos únicamente en una línea política, llámese liberal o comunitarista. El fin debe ser alcanzar un equilibrio que Walzer denomina democracia social, una doctrina política que defienda el sistema, apoye la acción estatal y consiga establecer regímenes modernos de tolerancia. El multiculturalismo debe ser, desde el punto de vista político, una fortaleza para la democracia social, que está dirigida a los individuos y no a los grupos, de carácter abierto y donde se exige que todos se toleren entre sí, ya que las acciones objetos de tolerancia son las acciones individuales. De manera que para Walzer el objetivo de la tolerancia es “asegurar una interacción continua y una coexistencia pacífica.”44 La preocupación que Walzer manifiesta acerca de la práctica de la tolerancia es cuando se consideran diferencias culturales y religiosas y distintos modos de vida. Ante estos planteamientos la democracia liberal no posee suficientes herramientas para abordar el ejercicio de la tolerancia, en vista que no toma en cuenta las diferencias individuales sino que posee un carácter universal, lo que indica que como sistema político es limitado. Para Walzer la tolerancia como concepto debe ser reinterpretado constantemente debido a lo cambiante de las sociedades actuales, lo que señala el dinamismo de dicha categoría”.

(*) Alicia Ambrosino (Universidad Central de Venezuela): “La tolerancia como virtud pública y política. Una aproximación al pensamiento de Carlos Thiebaut y Michael Walzer” (Episteme-Volumen 33-Caracas-2013).

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