Por Carlos Tórtora.-

Con su frase “me encantaría meterle el último clavo al cajón del kirchnerismo con Cristina adentro”, Javier Milei no sólo batió su propio record en materia de agravios sino que realizó una fuerte operación política. La amenaza a Cristina reforzó la imagen de que el presidente polariza la política nacional con ella. La vuelve así a ubicar a ella como la máxima figura del peronismo. Esto que hace el presidente contradiga abiertamente lo que está ocurriendo en el propio peronismo, donde el crecimiento de Axel Kicillof empieza a eclipsar el sol de Cristina.

Es obvio que Milei cada vez está más interesado en que la expresidenta no sólo se quede con la conducción del PJ sino que encabece el año que viene la lista de candidatos a diputados nacionales por la provincia de Buenos Aires. Por el contrario, una derrota de ella en la interna partidaria y el surgimiento de nuevos liderazgos como Kicillof y Ricardo Quintela levantarían las expectativas de la sociedad sobre el futuro del justicialismo. Para ganar el año que viene, Milei necesita ante todo que ella siga dando la impronta de corrupción, autoritarismo y setentismo.

Todo para perder

Tal como van las cosas, la realidad va colocando a Cristina en el camino hacia su caída. Si la interna del 17 de noviembre se realiza -sobre lo cual quedan muchas dudas- tendría que imponerse por un margen abrumador para que su liderazgo quedara intacto. Los indicadores señalan, en cambio, que Quintela podría obtener una importante minoría, lo que implicaría que la autoridad de ella está seriamente cuestionada. Y si la interna, por diversos motivos, no se realiza, la expresidenta quedaría como que intentó presidir el partido y no lo logró.

No hay dudas de que Cristina, acostumbrada a mandar sin límites, no alcanzó a ver la rebelión que se estaba incubando y actuó como siempre. Se dispuso a concentrar el poder y escribir con su lapicera las listas de candidatos para el 2025.

Evidentemente muy preocupado por la evolución del PJ, Milei está resuelto a ignorar la existencia de Kicillof y de Quintela. Él sólo se pelea con Cristina y trata así de que los peronistas sigan pensando en ella. El amplio rechazo de la clase media a la expresidenta le permitirá entonces a La Libertad Avanza liderar un amplio frente antiperonista y tal vez ganar en Buenos Aires, lo que parece cada día más difícil.

El 13 del mes que viene, la Cámara Nacional de Casación Penal ratificará la condena de Cristina en la causa Vialidad y con seguridad el presidente aprovecharía para redoblar su duelo personal con ella.

Si Cristina finalmente diera un paso al costado, el gobierno debería enfrentar entonces a un peronismo renovado y sin la carga de los fantasmas del pasado.

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