Por Italo Pallotti.-

Es necesario comprender que en cada ciudadano de bien debería residir, necesariamente, la cuota primaria de sentido común para ayudar al conjunto de la sociedad. De lo contrario, y eso es fundamental, en la medida que abandonemos premisas simples de acción nos iremos hundiendo en un terreno que poco a poco se va convirtiendo en resbaladizo y nos depositará en las antípodas de lo que realmente debe ser. Nuestro país no fue capaz de apreciar, por décadas, aspectos simples de comportamiento y como un pequeño árbol fue inclinando su crecimiento sin los tutores que sostuvieran su despliegue hacia las alturas. En mucho tiempo, llevados por ideologismos y fanatismos hemos tirado por la borda los esfuerzos de muchos que de buena fe pusieron la mira en objetivos superiores. Como esos factores no se dieron en plenitud, sobre todo en lo ético y moral los resultados se manifestaron en la calidad de las instituciones donde el hombre participó. No se fue capaz de sostener un criterio de rechazo a la arbitrariedad y a la prepotencia de los organismos de gobierno, propensos a imponer desubicadas políticas qué con sus caprichos y desviaciones, bajo el rótulo de cambios, a veces estrambóticos, han hecho que la calidad de vida del pueblo cayera estrepitosamente.

Los que han gobernado en los últimos tiempos han hecho de la mentira y el embuste su modo de ejercer el poder. La sociedad no estuvo atenta a esa metodología, fue ineficaz en el control. La consecuencia: terminar gobernado por pésimos dirigentes que nos llevaron a una dependencia enfermiza del Estado, sobre todo en las capas de la sociedad más vulnerables en lo económico y social. Como el cuento de la rana en la olla, cuando se quiso reaccionar ya fue demasiado tarde. Seguramente todos tengamos una cuota de responsabilidad en lo que nos pasó. El pueblo está padeciendo otra de esas terribles crisis, soportando como puede los embates de un momento económico por demás traumático. Se ha borrado de un plumazo algún atisbo de recuperación por esas cosas que el voto popular, que debe ser altamente cuestionado en mi criterio, decidió otra cosa (derrota del Macrismo) para caer de nuevo en un camino gris y mediocre en el ejercicio del poder. Los responsables de este último período (kirchnerismo/cristinismo/albertismo/massismo) deben ser señalados por haber realizado acciones contrarias al bienestar general. Patrones de un populismo explícito cuyas consecuencias tan demoledoras quedaron a la vista. Aquello de “un país mejor para todos” y otras pamplinas usuales, fumigadas por la realidad. Falsas opciones. Fracaso rotundo. Un Estado protector que terminó siendo el más oscuro de las últimas décadas. La oposición (en sus distintas variables) es también responsable, con su tibieza de procederes, de lo apuntado.

Aquí estamos en las puertas de un nuevo desafío. Los que alguna vez fueron críticos acérrimos de Cristina (Alberto y Sergio) deben hoy llamarse a silencio. Ella (la Sra.), lo mismo. Sus hijos políticos, igual. Se necesita tener una carga enorme de hipocresía para desconocer una herencia que a la vista de todos les pertenece a ellos. La posibilidad de la perpetuación en el poder ya les ha dado la espalda. Una sociedad que parecía con la rebeldía silenciada y encapsulada, ha despertado. Esa mamía escandalosa y perversa de poner palos en la rueda. Esa sintonía cuasi golpista permanente (si no gobiernan los del palo) que practican sus adláteres (Moreno, Grabois, Moyano, Navarro, D’Elía, C5N (en pleno), y algún opositor: la izquierda (casi a coro) y otros advenedizos hacia la destituyente política k, deben por un mínimo decoro y sinceramiento sobre el daño causado a la República, alguna vez, mutismo total. Nadie, creo, les pide que apoyen (lo que es una utopía total) pero al menos dejen que alguien distinto (el tiempo lo dirá) intente salvarnos de tanta salvajada impuesta a un pueblo que quiere creer que algo nuevo y bueno puede suceder. O no. Ya se verá.

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