Por Elena Valero Narváez.-
La pandemia le ha servido al Gobierno para esconder o enmascarar problemas que tienen su causa en razonamientos contradictorios, los que aumentarán la incertidumbre y el malestar social desembocando en conflictos donde, probablemente, no escasee la violencia.
La política económica está provocando descapitalización, atraso económico y subdesarrollo. El Gobierno debería apelar a la razón para poder encontrar los medios idóneos que impidan la tan temida desintegración social, garantizando un mejor nivel de vida. Al periodismo y a la oposición, también a la Justicia, les cabe la indispensable tarea de desenmascarar los errores y refutarlos en el menor tiempo posible.
Observando al gobierno y a la oposición vemos que el odio y el dogmatismo enturbian las interacciones entre ambos, no se escuchan propuestas serias y bien definidas porque provienen del bando contrario. Casi no las hay, porque se pierde el tiempo en la ofensa mutua, en vez de buscar errores y soluciones para salir de la compleja situación en la que nos encontramos. Sin cooperación será imposible resolverla porque primará el dogmatismo a la búsqueda de alternativas.
La cooperación implica un clima de paz. Cuando se tienen fundamentos para defender las ideas se discuten, es necesario, así progresó el Conocimiento, con el debate, y la crítica racional. Lo malo es batallar por tener razón, en vez de por llegar a la verdad. En las dictaduras no se puede decir: “estas son mis ideas, si quieres síguelas y si no quédate con las tuyas”. Stalin es un ejemplo, mató a sus camaradas. El examen crítico de las acciones de gobierno es fundamental, la violencia no es el camino sino la cooperación.
Se debería rechazar a quienes conciben al poder como una fuerza que permite imponerse por métodos violentos, el Gobierno, por ejemplo, apela a La Càmpora y otros equipos subalternos para que impongan las órdenes recibidas, están intentando someter voluntades sin vacilaciones ni escrúpulos. Esto es sumamente peligroso.
El mercado, la competencia, son creaciones no deliberadas, las relaciones sociales son dominadas por principios que no han sido creados por el hombre, pertenecen al orden espontaneo. La economía y la democracia responden a leyes inmanentes que no cambian y hay que respetar, ir en la misma dirección. Luego viene la etapa de contrastar, poner a prueba las acciones o teorías con la realidad, aquí tiene un papel fundamental la tolerancia, dejar de lado los antagonismos para dar paso a soluciones consensuadas, en vez de pregonar el aniquilamiento del contrincante. Por lo general no se difiere tanto en los fines, es importante tener en cuenta los métodos y medios para alcanzarlos. Esa es la cuestión.
Toda política que no tenga en cuenta la extensión de la cooperación social está destinada a fracasar, la división del trabajo es elemental para la preservación y funcionamiento de la sociedad. La democracia presupone un orden legal y Estado de Derecho, que imperen leyes que respeten la Constitución, no cualquier ley. No es así en el estado autoritario, que se pretende imponer: el Presidente procura gobernar por encima de la ley, con controles de todo tipo, intentando algo que está demostrando, por ahora, ser imposible en nuestro país, someternos a sus caprichos, que marchemos como en las dictaduras al son del tambor.
Un problema para dar el paso adelante es que una gran parte de la sociedad adhiere a doctrinas erróneas, que no pasan por el filtro de la realidad, prefieren las regulaciones económicas, los subsidios, el estatismo y el intervencionismo. Mientras ideas nacionalistas y socialistas sigan arraigadas en la mente de los argentinos, con la ayuda de profesores universitarios, maestros de escuelas, periodistas y políticos, difícil va a ser poder realizar un cambio positivo. Por eso es tan importante convencer a los argentinos de que para vivir mejor no deben rechazar ni el capitalismo ni la democracia. Existen grupos a los que le fascinan las utopías, las desean, son el sustituto del ideal, se sigue creyendo en la astrología, la magia, creencias que ha superado el conocimiento hace cientos de años, lo que muestra que, por inercia cultural, seguirá siendo difícil desprendernos de teorías equivocadas.
La violencia con que se expresan muchos políticos indica que los argentinos estamos ideológicamente muy divididos por lo cual existe la posibilidad de que ningún grupo pueda ofrecer un gobierno estable, siempre le amenazará la anarquía, o severos conflictos sociales. Los dogmáticos defensores de la democracia erran al considerar que con ella inevitablemente se progresa, si bien, como afirmaba Churchill, es el mejor sistema de gobierno conocido, las mayorías pueden equivocarse y elegir al gobernante que la destruye. Solo es un sistema que permite la lucha pacífica por el poder y garantiza, de este modo, un gobierno aceptado por la mayoría, depende de lo que piense la gente, trae progreso si se acierta en las metas, técnicas y recursos para vivir mejor.
No deberíamos cansarnos de predicar en Argentina que tanto la democracia como la igualdad ante la ley, la propiedad privada, la libertad y la tolerancia, benefician a toda la sociedad, nos podremos equivocar pero nos dan la posibilidad de corregir nuestros errores, porque tendremos más y mejor información y más cooperación para resolver los problemas. Se debería descartar la lucha irracional entre líderes políticos, el rechazo al sistema de partidos, a las normas que lo hacen posible y los permanentes conflictos con países democráticos. No se progresa eliminando adversarios sino discutiendo ideas, volver a realzar la razón humana, en vez de dejamos llevar por conductas instintivas o impulsivas como las que están debilitando al Gobierno. Las políticas anticapitalistas no le han traído buenos resultados según lo evidencian la realidad política y económica.
Se acerca un periodo eleccionario, la competencia por la cual cada postulante a un cargo público compite por superar a sus rivales. Es necesario que se realicen dentro de un orden de cooperación, respetando las normas que hacen a una convivencia pacífica. La gente decidirá quién ocupara tal o cual lugar mediante el voto. Llegarán quienes puedan demostrar que pueden satisfacer y servir a los sufragantes de un modo mejor, con un programa de gobierno que les permita la libertad necesaria para acceder a la satisfacción de sus necesidades. El peronismo ha controlado la oferta política por décadas. Se ha sabido adaptar a las diferentes circunstancias, lo demuestran los gobiernos menemistas, a veces, también, mediante el saboteo a la competencia y a restringirla mediante artimañas antidemocráticas.
Es preciso evitar que el actual gobierno destruya las bases de la República. El kirchnerismo es especial, pretende disfrutar de las ventajas que les ofrece el poder en el corto plazo mientras que las perniciosas consecuencias de su política dañan a la sociedad en general. Si no se le pone coto en las elecciones futuras, este proceder mafioso se va a generalizar.
Están cobrando sentido las palabras libertad o sumisión, de los argentinos dependerá a cuál de ellas aferrarse, si aceptan la sumisión al Gobierno, tendrán un Estado que no obligara a respetar la ley, continuará dominando la agresión y la rapacidad. Los Kirchner intentarán reducir, más aún, el Estado de Derecho. Gobiernan funcionarios que quieren hacer sucumbir a la ciudadanía bajo la opresión estatal, no debería tirarse en brazos de quienes son enemigos de la Libertad. La Constitución aprueba defender a la República de todo matón que pretenda esclavizarlos y defender la cooperación social bajo el signo de la propiedad privada de los medios de producción, permite rebelarse, no obedecer, ni servir, a un gobierno con actitudes antirrepublicanas.
El Estado tiene el monopolio de la fuerza, si no se lo controla mediante el fortalecimiento de la sociedad civil la acción del Estado irá, sin duda, en contra del bien más preciado sobre la tierra, la Libertad, por ello hay que disminuir el poder estatal, de allí la necesidad de apoyar una reforma integral, profunda, como hace tiempo están proponiendo los pocos que ven mejor la realidad.
Todas las instituciones liberales se han creado para evitar el poder absoluto, el cual, como lo muestra la Historia, ha aniquilado la propiedad privada y al mercado para poder instaurar un sistema totalitario. En Argentina, ya comenzó el trabajo fino, mediante la planificación económica. Están obligando, mediante controles draconianos a la economía, a consumir lo que el Gobierno indica, en qué cantidad y a qué precio. El desempleo y el hambre han convertido en esclavos de dadivas y subsidios, a mucha gente, haciendo olvidar que solo se puede ser libre si el Gobierno no pone trabas a la realización del propio destino. También los empresarios dependen de las decisiones arbitrarias del Estado: no les vale hacer las cosas bien, no se les permite disfrutar de las ventajas que el mercado da solo a quienes mejor entienden los deseos y necesidades de los consumidores.
Nuestros gobernantes van contra la sociedad de consumo, la única en la historia, que arremetió contra la pobreza y la hizo retroceder, van contra los empresarios, la producción y la productividad. Condenan con intervenciones a la industria y al comercio y con ideas locas como subrayar la rapacidad y egoísmo del sistema capitalista en vez de pensar cómo se puede solucionar el problema de vestir, alimentar, y emplear a los sectores que están penando por culpa de un estado acaparador.
La Argentina del revés no entiende, aún, que las relaciones sociales no deben ser impuestas, ni por el grupo y sus tradiciones, ni por el Estado, deben ser buscadas y elegidas por cada persona como entidad libre, y por lo tanto responsable, condición necesaria para garantizar la autonomía y la libertad de los otros.
Casi todos los políticos argentinos olvidan que la sociedad liberal ha promovido el cuidado y la ética por el trabajo como ninguna otra, basta enumerar algunas de sus creaciones institucionales: el derecho laboral, la seguridad en el trabajo, la seguridad social y el sindicalismo. Ha llevado, también, en pocos siglos, y a velocidad creciente, la idea y la práctica de la justicia igualitaria, creando limitaciones a las arbitrariedades del poder, sea político o económico, garantizando la autonomía y la integridad de la persona permitiéndole un espacio social para el ejercicio de sus potencialidades individuales.
En las escuelas de nuestro país no se subraya que la libertad es, en Occidente, un concepto unido al de rechazo a la arbitrariedad política y por lo tanto al de Justicia. Es así como la gente no se percata del intento del gobierno actual por despertarles una exagerada dependencia del Estado, fomentando, para conseguirlo, una extendida incertidumbre e inseguridad, una necesidad enfermiza de subordinación, elemento esencial de las dictaduras y en mayor medida del totalitarismo.
El socialismo trasnochado, que pretende imponer el kirchnerismo, fue un fracaso en todo el mundo, inaplicable, por ello las experiencias fracasaron en la URSS, Hungría, Albania, Polonia, Checoslovaquia, todavía en Cuba y otros países. Partieron de situaciones diferentes pero en todos naufragó el intento de destruir la propiedad privada, como lo deseaba Marx, es que ningún sistema de ideas puede modificar la realidad a menos que se la respete, conozca, y adapte a sus imperativos. Por ello es tan importante reforzar nuestras Instituciones con hombres probos, democráticos, y capaces, para evitar que gobiernos, con pretensiones totalitarias, tengan éxito en igualar la mente de los argentinos, con lo cual, se haría imposible el progreso.
12/05/2021 a las 12:12 PM
Dejemos de confundir conceptos esenciales, el Estado es el Consorcio de Ciudadanos, el Soberano, la autoridad suprema, los que generamos la riqueza y le pagamos los sueldos a nuestros empleados públicos en su carácter de funcionarios de instituciones subsidiarias (Ejecutivo, Legislativo y Judicial) establecidas al exclusivo servicio del pueblo, funciones a las que asumieron jurando limitarse a las atribuciones establecidas en el Reglamento Constitucional del Consorcio (Constitución Nacional) acordado con el específico propósito de fijar las reglas y conductas que preserven la convivencia pacífica, armónica y de cooperación productiva de los habitantes de nuestra nación.
12/05/2021 a las 12:12 PM
Los funcionarios del gobierno son nuestros empleados públicos que asumieron con la obligación (juraron) de observar, cumplir y hacer cumplir los lineamientos del Reglamento Constitucional, ejerciendo el transitorio mandato dentro de las atribuciones establecidas en el mismo.
Y nosotros, el soberano (autoridad suprema) pueblo les estamos estúpidamente permitiendo que se arroguen atribuciones autoritarias propias de mentes desquiciadas, de psicópatas obsesivos creídos que pueden hacer lo que se les antoje, tolerando mansamente que sigan destruyendo el orden social, cercenando libertades al pueblo mandante y destruyendo la economía con su ineptitud e insana deriva autoritaria. ¿Somos idiotas?