Por Roberto Fernández Blanco.-

En el Siglo I dC, el autor romano Juvenal describió con certitud, en la Sátira X de sus Sátiras, el plan clientelista populista diseñado por los políticos romanos para asegurarse el respaldo de la plebe, puesto en práctica a partir del año 140 aC (pre-Nerón), un siglo y medio antes del nacimiento de Jesús.

Con la célebre expresión Pan y Circo (panem et circenses), se refería Juvenal a las dos maneras que tenían los emperadores de Roma para mantener al pueblo distraído y livianamente sometido: Pan y Circo, regalando comida y realizando entretenimientos (gladiadores, carreras de carros, etc.) que absorbían la atención de los romanos y lograban una alienación del pueblo el cual, satisfecho por esa hipócrita generosidad de los gobernantes, resultaba inhibido, enajenado en su espíritu crítico y paralizado en su desarrollo cultural.

Este mecanismo demostró ser (en el imperio romano, hace 2300 años) una forma muy efectiva de acceder, enriquecerse y perpetuarse en el poder.

La historia vuelve a repetirse. De aquel “Pan y Circo” del Imperio Romano pre-Nerón, la Argentina post-Perón ha venido sufriendo la reiteración de esta práctica perversa (instalada por este sistema político residual del decadente socialismo populista) que pasará a la historia con el apropiado título de “Argentina, Plan y Circo” (Planes Sociales y Festivales Artísticos), responsable de la involución social y cultural que estamos viviendo reeditando la decadencia de la antigua Roma.

El trastorno delirante hubris se exterioriza cuando el empleado público funcionario que está en una posición que considera de poder, en un brote de engreimiento despliega ínfulas de superioridad arrogándose virtudes que no posee ni atribuciones que no le han sido conferidas y que, impulsado por sus desbordadas pretensiones y desbocadas ambiciones, integra asociaciones con ilícitas contraprestaciones.

Por un lado se da el milagro de la multiplicación de los planes con miles de personas en condición de pobreza (que hoy superan el 50%) manipulados como vulgar trata de pobres por cabecillas piqueteros en contubernio con los funcionarios políticos (gobernadores e intendentes) que malversan sumas millonarias del erario para enriquecer a los componentes de estas asociaciones ilícitas a cambio de apoyo político y retornos pecuniarios.

Por el otro lado, instalan un Circo de banalidades disfrazadas de cultura y distracción, contratando espectáculos que poco o nada tienen de aporte cultural y civilizador y que nuestros perdularios empleados públicos, al estilo de la antigua Roma, reeditan (y abusan) para ganar y sostener poder político y corruptos enriquecimientos, malversando los dineros públicos aportados por los sufridos y abusados contribuyentes, para que -con fingidas veleidades de protector y difusor de la cultura- el perdulario funcionario pueda sustraer significativas sumas del erario en ilícita complicidad con los artistas contratados con sobreprecios canalizando corruptos beneficios para su rédito personal, esto es, apoyo político y la conocida exigencia de un impúdico retorno encubierto que el artista contratado (hipócrita cómplice del ilícito acto) devuelve a un operador del funcionario (un 15 a 25% o suma fija) en negro o contra facturas de unas empresitas creadas para recaudar por servicios varios.

Un simple correlato del tema de los cuadernos de la corrupción.

Deberá la ciudadanía reasumir activamente su condición de Soberano (Autoridad Suprema) para denotar, enfáticamente, a presidentes, gobernadores e intendentes, su condición de empleados a sueldo del Consorcio de Ciudadanos (Estado) para que se limiten a ejecutar las determinadas y específicas tareas que les fueron establecidas como servidores públicos, dentro de las acotadas atribuciones que les fueron delegadas y todas ellas estricta y exclusivamente vinculadas al mantenimiento y óptima funcionalidad de los bienes y servicios públicos de su competencia y responsabilidad.

Los impuestos (quita coactiva de riqueza) que el pueblo aporta al erario con específico y exclusivo carácter de expensas para el mantenimiento de los bienes públicos no pueden ser aumentados y/o desviados por el perdulario mandatario para satisfacer caprichos personales y/o propósitos que son ajenos a su función específica, cabiéndole imputación judicial y remoción de su cargo.

Por su lado, toda oferta y realización de una propuesta artística ha de ser independiente, por iniciativa, costo y riesgo de cada protagonista, tal como sucede con todo profesional de cualquier especialidad.

Y serán los ciudadanos -en el pleno ejercicio de sus inajenables libertades- quienes decidan -a su costo- el asistir a la representación artística de su elección sin ser rehenes, con el pago coactivo de impuestos, del manipuleo de burdos autócratas envanecidos que se arrogan la condición de rectores culturales, condición que, por añadidura, lejos suelen estar de gozar de tal capacidad.

Y -lo esencial- no los ha empleado el pueblo para dar rienda suelta a tales veleidades o maniobras.

El correcto concepto Cultura, preservado de subliminal adoctrinamiento, implica un libre proceso de desarrollo mental y suma de conocimientos para el óptimo desarrollo del juicio crítico de los habitantes, instrucción, educación, ilustración, formación científica y humanista, erudición, evolución, civilización, mayor sabiduría, todo esto lejos de las banales manifestaciones de funcionarios políticos anegados de autoritaria ideología, que al estilo de la antigua Roma solo piensan en sus mezquinos intereses, su perpetuación en el poder y el arbitrario y descontrolado manejo del erario, consolidando una expoliación antojadiza y desmesurada de estos miserables personajes con veleidades de monarcas o señores feudales.

Share