Por Hernán Andrés Kruse.-

Acabo de leer las obras completas de Lisandro de la Torre. Son tres volúmenes publicados por Editorial Hemisferio (Buenos Aires) en 1952. Emerge en toda su magnitud la erudición del “Fiscal de la Patria”. Era dueño de una poderosa formación académica en derecho constitucional, filosofía, historia de las ideas políticas y teología. Implacable polemista, demolía a sus adversarios apoyándose en argumentos. Además, su valentía carecía de límites. Había que tenerlas bien puestas para desafiar la corrupción del régimen conservador encabezado por el presidente ilegítimo general Justo. De la Torre quedará registrado para siempre en los libros de historia política por su denuncia en el parlamento del negocio de las carnes, es decir, del monopolio ejercido por un puñado de frigoríficos apañados por el gobierno de facto y, fundamentalmente, del Convenio de Londres (pacto Roca-Runciman) que dio el okey a dicho monopolio.

Quisiera utilizar este espacio que con tanta gentileza me cede El Informador Público para rememorar la sesión parlamentaria más dramática de nuestra historia. Me refiero a la sesión que tuvo lugar en el Senado de la Nación el 23 de julio de 1935. En un momento de la agitada sesión entró en escena Ramón Valdez Cora, un matón al servicio del orden conservador, quien extrajo un arma, apuntó al fiscal de la Patria y disparó. En ese preciso y dramático momento se interpuso entre la bala criminal y don Lisandro el senador demócrata progresista por Santa Fe Enzo Bordabehere, quien recibió el disparo mortal. En un acto de heroísmo sin precedentes un senador nacional demócrata progresista se inmoló para impedir que su colega del mismo partido fuera asesinado.

A continuación y a manera de homenaje a De la Torre y a don Enzo paso a transcribir la exposición de don Lisandro en aquella, reitero, memorable y trágica jornada parlamentaria.

PROYECTO DE LEY

“Paso a otro punto de la réplica del ministro de Agricultura (Luis Duhau). Paso a su conformidad con la cláusula del Convenio de Londres que inhabilita a los argentinos para exportar carne argentina a Gran Bretaña, persiguiendo propósitos de beneficio privado. El objeto de esa cláusula es poner a cubierto de cualquier competencia posible en el futuro a las empresas frigoríficas que han logrado asentar en la Argentina el monopolio más escandaloso del mundo. Dije que esa cláusula fue presentada por funcionarios británicos a la misión argentina, pero que no podía haber sido redactada, sino en la gerencia de un frigorífico. No ampara el interés de los consumidores ni de los productores británicos; ampara el interés de las empresas dueñas del monopolio argentino. El ministro de Agricultura protesta en contra de mis lógicas suposiciones, pero no ha dado razón alguna que justifique la exclusión del comercio de importación de carnes argentinas a Gran Bretaña, de los argentinos que se propusieran realizar un comercio lucrativo. Explíquese en alguna forma racional la exclusión de los argentinos de ese comercio lícito y me convenceré; pero mientras se limiten, como se ha limitado el ministro de Agricultura, a reclamar en contra de mis justas protestas y de mis sospechas perfectamente lógicas, no convencerán a nadie.

En mi anterior exposición dije que los hechos que no tienen una explicación lógica y honesta, deben tener necesariamente una explicación ilógica y deshonesta. Déme la explicación lógica el ministro de Agricultura, déme la explicación honesta de un hecho como ese: que los argentinos deben abdicar en los norteamericanos y en los ingleses el derecho de exportar su propia carne. Démela. ¿Cuál es? No hay explicaciones lógicas y sólo se dan razones sin sentido, como ser que Gran Bretaña ha querido seguir la política del respeto absoluto de las situaciones creadas. ¿Acaso antes del Convenio de Londres existía una situación en la que no se permitiera a los argentinos exportar carne al Reino Unido? No es cierto que existiera (…) ¿Cómo explican que a los argentinos (en referencia al mencionado Duhau y al ministro de Hacienda, Federico Pinedo, presentes en la sesión) les está prohibido exportar carne, persiguiendo propósitos de beneficio privado? No lo saben. Yo dije todo esto en mi primera exposición. ¿Por qué no han contestado? ¿No iban a levantar todos los cargos, a disipar todas las dudas, a volver por el buen nombre del gobierno? ¡Y se han callado! ¿Por qué no replican a consideraciones ilevantables de esta clase? No pueden contestar. Entonces, señor presidente, mientras no se demuestre que la inhabilitación de los argentinos para ejercer el comercio de importación de carnes argentinas en Gran Bretaña no lesiona la soberanía argentina y deriva de razones aceptables, yo seguiré creyendo que es una claudicación deprimente, aun cuando ella tenga defensores. Y lejos de arrepentirme de lo que dije en sesiones pasadas, la crítica acerba, pero infundada del ministro de Agricultura me induce a afirmar mi posición y a presentar al Senado en este acto un proyecto de ley, que incorporo a los demás que ya he presentado.

“Artículo 1: El Poder Ejecutivo gestionará del gobierno de Gran Bretaña, dentro de la cuota de importación de carne, establecida, que se permita a los argentinos que persiguen propósitos de beneficio privado, importar carne al Reino Unido, en las mismas condiciones en que los súbditos británicos importan a la República Argentina manufacturas británicas, persiguiendo propósitos de beneficio privado. Artículo 2: En caso de no dar resultado las gestiones a que se refiere el artículo anterior hasta el 31 de diciembre del corriente año, el Poder Ejecutivo fijará al carbón de procedencia británica una cuota de importación cuyo 85% sólo podrá ser importado a la Argentina por firmas no británicas y el 15% restante podrá ser importado por firmas británicas que no persigan propósitos de beneficio privado. Artículo 3: Comuníquese, etc.” El Convenio de Londres no se opone en forma alguna a la gestión a que se refiere este proyecto, puesto que al delegar en Gran Bretaña la distribución de la cuota del 85%, pone en sus manos no hacerlo únicamente a favor de las compañías que han monopolizado la exportación argentina de carnes. Obtenido el éxito en la gestión, tanto el Frigorífico Gualeguaychú como las cooperativas nacionales que se organizaran o bien simples empresas particulares argentinas, podrían solicitar un sitio honorable dentro de la cuota. El Poder Ejecutivo, naturalmente, estará en contra de todo lo que signifique un beneficio posible para los productores argentinos”.

EL GRÁFICO DEL ANGLO

“El gráfico de costos del Frigorífico Anglo, encontrado en un cajón de “corned beef” en la bodega del “Norman Star”, tema predilecto de los chistes del ministro de Agricultura, ocupó una tercera parte de su discurso en todo un día de sesión. Se propuso demostrar que los costos que consigna ese gráfico no corresponden al precio F.O.B. de la carne elaborada y que los contadores de la comisión (investigadora del comercio de las carnes) que por unanimidad lo interpretaron en ese sentido, cayeron en un torpe error, al que yo habría adherido a consecuencia de mi mala fe y de mi ignorancia. Esa deducción la saca el ministro de Agricultura del encabezamiento del gráfico, que dice: “Costos después de las transferencias”. De esas palabras, extrae lo contrario de lo que indica el sentido común: deduce que a esa altura avanzada del proceso de industrialización, no se ha computado el gasto de industrialización. La tergiversación no se explica sino en quien no ha tenido inconveniente en citar como un caso de Juan Pueblo, el de sus novillos de 590 kilos, pagados por el Frigorífico Swift a $ 106, en momentos en que a Juan Pueblo le pagaba 80 u 85 pesos. La expresión “después de las transferencias”, usada por el Anglo al confeccionar el gráfico, demuestra que el proceso de industrialización había concluido.

Las transferencias se hacen en dos oportunidades. A la primera se le llama “graduación en playa”, y se realiza después de la faena; a la segunda se le llama “regraduación en cámara”, y se realiza cuando las reses faenadas y debidamente limpiadas han sido colocadas en las cámaras de frío, más o menos a las cuarenta y ocho horas. Después de las transferencias, el gasto de industrialización está completo y sólo podría encontrarse que faltan el embolsado y el embarque, gasto este último insignificante en el Anglo, que está situado en el Dock Sud, al costado de los vapores. La pretensión de excluir el costo de industrialización en este caso, es insostenible. Yo podría alegar que de existir algún error en la traducción del gráfico, no sería error mío, puesto que yo he aceptado lo hecho por tres contadores, los tres contadores de la comisión. Pero no existe error; me solidarizo con los contadores de la comisión”.

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