https://www.youtube.com/watch?v=N9c0SIjy6ro

Por Luis Américo Illuminati.-

Este video que registró la demolición por implosión del complejo edilicio llamado albergue Warnes, lo cual se llevó a cabo en 1991, sirve como símil o espejo equivalente de la autodemolición de esa asociación ilícita llamada kirchnerismo que ha comenzado a colapsar en varias etapas, lo mismo que el desaparecido “albergue Warnes”.

Como se ve en el video, la demolición del edificio no fue una sola sino que el deteriorado complejo fue cayendo por parte, primero un ala, después la siguiente y así hasta que cayó la última. Este video es una perfecta metáfora de lo que le sucede al edificio tambaleante del oficialismo.

Hace rato que había peligro de derrumbe, pero lo fueron apuntalando con vigas que lo sostuvieran hasta el traspaso del mando. Pero, como dice el antiguo proverbio latino: “Quos vult perdere Jupiter dementat” (Júpiter vuelve locos a aquellos a los que quiere perder).

Cristina Fernández violó ciertos límites sagrados e inmutables y los traspasó para perpetuarse en el poder ella y su familia. Y, su hijo Máximo no se queda atrás, como dice el refrán: De tal palo, tal astilla”. Madre e hijo creen que los argentinos son estúpidos. Ella y su difunto esposo nunca fueron verdaderos peronistas. Es evidente que siendo ellos de ideología marxista, se infiltraron en el Movimiento Nacional Justicialista, fundado por Juan Domingo Perón.

Cuando llegaron al poder, rápidamente pusieron en práctica la divisa “divide y reinarás”. Dividieron y fracturaron al Peronismo. A este efecto, recordemos ese artilugio o chicana llamada “transversalidad”, locución que los Kirchner usaron para cortar el justicialismo en dos pedazos.

La palabra transversal es un adjetivo de tipo calificativo que se utiliza para designar a todo aquello que atraviese, que corte algo por alguna de sus secciones. La idea de transversalidad proviene de las ciencias exactas, por ejemplo, en la matemática y en la geometría, cuando hablamos de una línea o de un elemento geométrico que se cruza con otro y lo divide en diversas partes.

Esta mala y perversa idea hizo que muchos elementos y grupos incompatibles con la esencia del peronismo clásico, se infiltraran en el peronismo, sobre todo, las facciones de tendencia izquierdista que en el pasado preconizaron la violencia armada. Sectores que provocaron al Gobierno justicialista presidido por el mismo General Perón. Fallecido éste, la siguieron con su viuda, a quien obligaron a tomar medidas drásticas.

¿Qué argentino honrado que haya vivido esa época y aún esté vivo no recuerda los espantosos crímenes de los guerrilleros? Fue una época en que murieron muchas personas inocentes por el accionar de la guerrilla. Llegó un momento en que la gran mayoría de los argentinos exigió la urgente intervención de las Fuerzas Armadas, las que, finalmente, apremiadas por el clamor de la gente, debieron hacerse cargo de la conducción del Estado. Esto es un hecho histórico innegable. Los que niegan esta verdad histórica es porque han oído una sola campana de la historia.

Los que no aceptan la otra campana es, o porque pertenecieron a las organizaciones de izquierda y fueron miembros, o apoyaron, de alguna u otra manera, la demencia criminal de la subversión marxista.

Y existe un tercer sector que son las nuevas generaciones que han sido engañadas y prefieren creerle, según la acertada frase de Almafuerte: a los impuros que se hacen los puros (los asesinos del pasado que conspiraron contra el bien común y bienestar de su país).

Esta ideología es incompatible con la doctrina del peronismo clásico, como el agua y el aceite.

Examinemos ahora la naturaleza intelectual e ideológica del candidato del kirchnerismo, Daniel Scioli. Los argentinos que el domingo 8 de octubre pasado vieron por televisión el programa PPT (periodismo para todos) en que el periodista Jorge Lanata hablaba con dicho candidato, se dieron cuenta que es una triste marioneta, más chirolita que nunca.

A toda costa nos quiere convencer que es un tipo ganador, una suerte de Mandela bonaerense, pero su hibridez le sale hasta por los poros. Ni siquiera es un tipo sinuoso y antipático como Aníbal Fernández.

No logró Lanata sacarle más que burdas generalidades o verdades de Perogrullo. No le pudo arrancar ni una sola definición concreta de algo que lo comprometa. Hasta la sonrisa es forzada. No sólo es resbaladizo, insulso e insípido sino que, a todas luces, de sus gestos se desprende que no es sincero.

La impresión general que dio en dicha entrevista es que todo le cae bien. Nada parece caerle mal. Quiere quedar bien con Dios y con el Diablo. Ninguna pregunta de Lanata logró ponerlo nervioso ni alteró su paz de gurú o faquir embalsamado que ya no le corre sangre por las venas. Pone cara de bueno, con maneras tan aceitadas, igual que los engranajes de Bender, el robot de Futurama, de quien parece su hermano gemelo.

Y, en el debate mantenido con Mauricio Macri -última chance que tenía- le fue para el diablo, ni siquiera dio lástima, salvo sus corifeos, correligionarios y prosélitos -segmento que obviamente tiene intereses creados- el resto del país le bajó el pulgar. No convenció a nadie. Estuvo tan rígido y tenso que, prácticamente, se metió a sí mismo, no uno, sino varios goles en contra, justamente a él que tanto le gusta jugar al fútbol en su campo de “La Ñata”. Al candidato presidencial del kirchnerismo le sucedió lo mismo que a ese pésimo alumno que no estudió la materia en todo el año y se pone a estudiarla el último día.

Quien esto escribe, el día 23 de octubre pasado –dos días antes de las elecciones- le envió este mensaje al kirchnerismo que estaba tan seguro de que su candidato ganaría cómodamente. Decía así el mensaje: “Señores del oficialismo: este domingo es el límite hasta donde llegan y no pasarán” (mensaje que envié a todos mis contactos y está aún como prueba en mi muro de Facebook).

Y los hechos me dieron la razón. ¿Acaso fue una adivinanza, una revelación o una corazonada? Por supuesto que no. Fue una visión anticipada de las cosas. Los propios mensajes y discursos de barricada de la presidente ahogaron las posibilidades reales del candidato.

La jactancia de los kirchneristas y la pasividad del candidato, fueron los factores endógenos que llevaron a la autodemolición del oficialismo, un elefante enfermo cuyo peso cayó sobre la infeliz hormiga que se había hecho algunas ilusiones de reinar en la selva.

Si hasta su demolición al Warnes lo llamaban “albergue”, entonces el kirchnerismo fue “albergue” de aventureros, chantas, trepadores, charlatanes, depredadores y sinvergüenzas de toda laya. Lo que comienza mal, mal acaba”. No se puede edificar sobre la arena. El kirchnerismo se formó mediante la composición de tres ingredientes infernales: corrupción, maldad e hipocresía. Un producto de esta naturaleza, tarde o temprano, debía autodestruirse.

A ese compuesto -totalmente deletéreo- corresponde llamarlo “peronismo mal entendido”. Pues, el peronismo clásico es algo muy distinto. Peronismo bien entendido es circunspección en el obrar y en el hablar, pero fundamentalmente, implica no robar ni mentir ni promover el odio entre los argentinos.

Por eso, cuando hoy lo escuché decir por televisión al Secretario General del SEP (sindicato de empleados de la provincia) de Córdoba, que el peronismo cordobés apoya y votará a Scioli, alegando que hay que votarlo por una cuestión de fidelidad al peronismo, en lugar dejar que cada afiliado vote como mejor le indique su leal saber y entender, no tengo duda entonces que este tipo de declaraciones contribuye a liquidar al peronismo como partido creíble.

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