Por Luis Tonelli.-

Alexis de Tocqueville se sorprendía de encontrar después de la Revolución Francesa una y otra vez elementos persistentes del Viejo Régimen. El domingo pasado por primera vez en nuestra democracia recuperada, fue elegido un presidente sin militancia política tradicional, que no pertenece a ninguno de los dos partidos tradicionales, si no a un “partido nuevo”, con escasa inserción territorial, pero con fuerte presencia en redes sociales y que aglomera a un vario pinto elenco de profesionales, empresarios y avezados políticos provenientes especialmente del peronismo.

Lo Nuevo es evidente. Incluso y fundamentalmente en una “estética” aparentemente sin mensaje político, aunque condensa en sí mismo, la palabra política por excelencia “esperanza”, catalizada en la sigla del espacio de convergencia que para esta elección se dio el nombre de Cambiemos. Se trata en realidad, de un paso más allá de la video-política de Giovanni Sartori, que veía que el medio televisivo impedía la deliberación democrática reduciéndola a una repetición de slogans. La campaña de Cambiemos recordó al chiste en las vísperas de las Glasnost soviética, cuando un joven repartía volantes en la Plaza Roja y es interceptados por temibles agentes de la KGB que cuando lo requisan se dan cuenta que los volantes están en blanco. Y cuando le piden explicaciones de porque los reparte si no dicen nada, el joven se limita a decir “Y si la gente ya sabe!”

Sin embargo, por un lado, la “continuidad” obtuvo apenas punto y medio menos reales (ya que se sabe que en un ballotage, lo que gana uno lo pierde el otro), y por el otro lado, no todo “cambiemos” representa lo Nuevo en política: la política tradicional radical llevó el mensaje del Cambio allí donde todavía las redes y la mercadotecnia no llega.

Más importante aún, a pesar de las nuevas metodologías de campaña y de comunicación política, los patrones de voto territorial parecen repetirse una y otra vez: las clases medias-medias y altas no votan como era de esperar al populismo (salvo que se defina al menemismo como neo populista, pero como es antitético con la política populista a la argentina, o sea, “estatista”, siempre preferimos entenderlo como “conservadorismo popular”). Las clases populares si siguen siendo fieles al peronismo, en todas sus expresiones, y la clave electoral parece estar en el péndulo del sector de la clase media baja, que es la que oscila entre uno y otro modelo.

Por otra parte, en la victoria de Cambiemos, está incluida en la derrota del Frente para la Victoria la derrota del peronismo oficialista. Otra continuidad entonces es que el electorado, y la política está, a grandes rasgos, todavía constituida en términos bipolares, y que las expresiones que se distinguen del oficialismo, si no se coaligan con la oposición (como en algún momento supo hacer el FREPASO) tienen grandes posibilidades de ser derrotadas, aunque aspirando a renovar ese oficialismo del cual se alejaron.

La excelente performance del oficialismo (derrotado tanto por no haber repetido los números que siempre ostento en la “Madre de todas las Batallas”, la del conurbano, como por perder sin atenuantes en la “Madrina de todas las Batallas” que fue Córdoba) resta poder a la Renovación de Sergio Massa, y coloca en esta elección a Juan Manuel de la Sota como el peronista que más colaboró (después obviamente de Cristina Fernández de Kirchner, y Aníbal Fernández) con la derrota del oficialismo.

Por otra parte, Daniel Scioli, el precursor y decano en la democracia mediática y en el discurso de buenas ondas, se convirtió en el portavoz del modelo kirchnerista socio-económico, pero que comunicado como “campaña del miedo” no solo lo desperfiló sino que lo convirtió como portavoz del “kirchnerismo político”, justamente el aspecto más rechazado del Viejo Régimen. De ahora en más, se abre en el peronismo la lucha abierta por la jefatura.

Una vez más, la coalición “no populista” buscará regresar al Mundo occidental y congraciarse con los organismos de crédito Internacional, para satisfacer a una economía que en la crisis del populismo está ávida de dólares.

Mauricio Macri, con un gabinete integrado a medias por “desarrollistas” y “neo-liberales” tiene por delante la tarea de cortar con el péndulo. No será el suyo un gobierno de coalición, sino de personalidades. Lo cual detonó la crisis de la novísima alianza, minutos después de su triunfo, con el sorprendente retiro de la política de Ernesto Sanz.

Toda esta por verse pero una sola cuestión es evidente: la suerte de Cambiemos en el poder será también la suerte que tenga la posibilidad del desarrollo argentino. (7 Miradas, editada por Luis Pico Estrada)

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