Por Luis Alejandro Rizzi.-

Mucho se escribió sobre el gatopardismo y su significado político, pero me parece obvio que la expresión cabalga sobre la necesidad de un cambio, ya que en esa necesidad habrá interesados en mantener existente el régimen vigente. No me refiero a régimen político, sino más bien a las políticas de estado.

En ese sentido, comparto algo que escribió una persona con la que nunca he podido coincidir, salvo parcialmente en este caso, José Pablo Feinmann, en Página 12, cuando decía: “Para que exista el gatopardismo tiene que existir una clase social de reemplazo, que intente superar a la hegemónica, una clase social a la que el gatopardista intente controlar por medio de concesiones. Hoy, esa clase social no existe. La historia está en manos de los dueños del mercado, que se dividen entre halcones y palomas. Los pobres, los marginados, dependen de la bondad de las palomas. Dependen, como Blanche Du Bois, de “la bondad de los extraños”.

En verdad discrepo con la última parte de la transcripción precedente, ya que en la Argentina, y desde hace más de 70 años, salvo pequeñas excepciones, la historia ha estado y sigue estando, a pesar de “CAMBIEMOS”, en los dueños del estado, que dividiría entre políticos populistas y gremialistas y empresarios prebendarios, habiendo sido estos últimos doce años “K” la cabal expresión de esa alianza decadente expresada en una dirigencia inculta por donde se la mire.

Sus gustos eran chabacanos, sus argumentos eran y siguen siendo agresivos, su discurso cínico, sus sentimientos hipócritas, pero con todo eso recrearon y modernizaron sofismas que arrancaron, por poner una fecha, en 1930, pero quizás mucho antes.

En cuanto a la “bondad de los extraños”, en verdad fue una práctica que se generaba por el crecimiento de la pobreza y los planes sociales que formaban parte de un espurio mercado político, en el que a muchos votos se lo ponían precio para demostrar la “bondad del populismo”.

Por eso, como creo que lo anticipó José Luis Espert, muchos de los que creyeron en el “cambio” lo confundieron con un “kristinismo con modales”, como también lo refirió Alexander Güvenel en el diario La Nación. Y ello aparece demostrado, reconociendo a diario nuestros males tales como inflación, pobreza, baja calidad de los servicios públicos, etc., mejorando formalmente el trato diario y recurriendo a una forma de “gradualismo” que está convirtiendo la acción de gobierno, quizás correcta en sus decisiones, paradójicamente en un castigo diario para nosotros, lo que se evidencia en los periódicos ajustes que también paradójicamente exacerban la inflación y para muchos agravan su situación social hasta convertirla en precaria.

Beatriz Sarlo dijo en “A dos voces”: “El Presidente no es un hombre de grandes principios ni convicciones; una de sus primeras medidas fue poner por decreto dos jueces», expresó la pensadora; más bien diría no es una persona culta y en consecuencia cree que la gestión se mide en resultados matemáticos, siendo un emblema cuando habla de “pobreza cero”, porque pobreza, aunque más no sea en términos relativos, habrá siempre.

En verdad no sé hasta qué punto la sociedad, es decir nosotros, queremos cambiar las políticas preexistentes y en verdad preferimos un gatopardismo y tratar de construir un “populismo de buena gente” o un “populismo bueno”. Sería lo mismo que pretender una delincuencia honesta…

Muchos representantes de PYMES siguen reclamando por el proteccionismo, pero entendido como una forma que el estado garantice un piso de ganancias. En todo caso, el proteccionismo tiene que ver con la protección de una competencia legítima; es más bien una garantía de la libre competencia, no de rentabilidad.

Los gremialistas y empresarios y periodistas, insisten con los controles de precios y de empleo, como si la inflación y la destrucción de fuentes de trabajo se debieran a una suerte de “satanismo” de nuestros emprendedores y empresarios, que hacen necesarios el mantenimiento de ciertos controles que además siempre son fuente de corrupción, para mantenerlos en caja o en regla.

En definitiva, pienso que para una mayoría de nosotros, de los que pretendemos cambiar usos y costumbres, abusivos por otros normales y que respetan ciertos valores clásicos de nuestra cultura, para otra mayoría de nosotros, “Cambiemos” es jugar al reformismo para que el poder cada tanto cambie de manos y de ese modo nada cambien, salvo las formas y como los versos de Yupanqui, “las penas serán de nosotros, el poder será ajeno…” siempre de los populistas; a veces éstos serán “GCU” (gente como uno) y otras no….

No hay en este gobierno gente culta. Puede haber buenos gerentes, aunque a algunos de ellos no les haya ido bien en sus negocios privados, como pasó con una cadena de supermercados que desapareció dejando deudas impagas. Pueden existir otros que fueron socios o trabajaron en conjunto con Lázaro Báez o que cedían a las “presiones K”, eso sí, era para poder subsistir, y otros que, si bien demostraron su integridad y dignidad, confunden su ministerio con una Gerencia General.

En fin, falta la visión holística del país y del mundo, y eso lo da la cultura, no la profesionalidad, aunque fuere excelente.

Share