Por Paul Battistón.-

– ¿A dónde nos lleva Milei? ¿Qué país pretende?

– A uno donde se viva bien, algo así como Australia o Nueva Zelanda.

– ¿Y a que te referís exactamente con lo de que se viva bien?

– Que te alcance la plata.

– Ahhh, bueno… eso es puro materialismo.

– ¿Y acaso nuestro malestar no pasa por ahí?

– En parte sí, pero…

– Los que te cortaban las calles todos los días… ¿Qué pretendían? ¿Más amor? Jaja…

– Los sindicalistas suelen pedir mejoras en las condiciones laborales, no siempre es exactamente dinero lo que piden.

– ¿Mejores condiciones? Una mejor condición siempre pasa por acotar alguna actividad sin acotar su remuneración, o sea, un aumento en la relación ingreso/trabajo o una baja de productividad.

– ¿Y acaso está prohibido hacerlo?

– No, pero en definitiva siempre es dinero lo que se pide.

– Eso seguro también ocurre en Australia y Nueva Zelanda.

– Seguro…es lo que te acabo de decir. Es la búsqueda de vivir bien y de dinero se trata. Te lo voy a poner de otra forma: la idea es que el resultado que obtengas de tu trabajo valuado en dinero sea superior a la energía aportada para concretarlo valuada en ese mismo dinero. En definitiva, obtener una diferencia extra que te permita capitalizar, progresar, mejorar tu condición de vida o, en el peor de los casos, mantenerla estable.

– Nuevamente todo lo reducís a dinero.

– Volvés a malinterpretarlo; el dinero es sólo una unidad de medición del bienestar que podés alcanzar. Es un facilitador de intercambio, un valuador de tu capitalización.

– Suena incoherente…

– Te lo pongo más filosófico: el bienestar se logra cuando tu esfuerzo redunda en creación de riqueza (abstraída del dinero en sí mismo).

– Ahhh, otra contradicción; ahora me decís abstraída del dinero en sí, pero primero me dijiste que todo se trataba de plata.

– Se trata de que tu esfuerzo no sea desviado o esquilmado en beneficio de algo que no sea para tu bienestar o, por lo menos, que los desvíos tengan una finalidad acordada y redundantemente fructífera a través de la comunidad.

– Sigue siendo complicado.

– Te lo voy a poner en un ejemplo: ¿en qué momento le cargás energía a los faros de tu vehículo para que te alumbren en el momento oportuno?

– Jamás, las luces simplemente toman energía de la batería.

– ¡Error! La cargás en la estación de servicio. La única fuente de energía de tu vehículo es química y se llama combustible. Y si la batería proporciona energía es porque mantiene una carga inicial almacenando nueva energía que obtiene de la transformación de energía química en mecánica y luego en eléctrica, que se almacena en la misma.

– ¿Cómo llegamos hasta aquí? ¿Qué relación tiene con lo de vivir bien?

– El esquema es parecido ¿Dónde cargás energía?

– ¡Perdón! ¿Dónde cargo qué?

– La energía que tu cuerpo necesita para moverse y trabajar; ¿o acaso creés que es generación espontánea?

– ¿?

– También te lo voy a poner simple: tu energía es de origen químico, son los alimentos que ingerís y tienen un valor. Se pueden cuantificar y valuar.

– ¿A dónde querés llegar?

– El resultado del uso de esa energía debería ser la obtención de un valor monetario equivalente a una cantidad superior de la energía que necesitás para tu recarga energética diaria; de lo contrario estarías en déficit.

– Creo que nuestra vida consiste en algo más que sólo alimentarnos.

– Estoy de acuerdo, nuestra existencia ha llegado a consistir en muchísimo más que sólo alimentarnos y sobrevivir pero toda esa consistencia necesita de energía y toda esa energía siempre puede ser equiparada a un valor monetario.

– Todavía no me convencés.

– La función principal de tu vehículo es movilizarte pero lleva consigo muchas funciones accesorias para tu seguridad y comodidad y todas ellas se alimentan de la misma fuente de energía, conversiones energéticas mediante. Supone por un momento que el consumo energético de todas esas funciones superará el límite que deja el mínimo necesario para que tu vehículo cumpla su función principal de trasladarte. Estaríamos hablando de que la utilidad de tu vehículo se vería anulada por la suma de un montón de cuestiones accesorias que además para su funcionamiento necesitan de dispositivos intermedios de conversión de energía que de por sí tienen un rendimiento imperfecto desperdiciando parte de la misma en forma generalmente de calor. Además, la sola existencia de un radiador (necesaria) y de un escape es la prueba de desaprovechamiento energético propio de tu vehículo. Técnicamente podríamos decir que un 25% del combustible que pagás simplemente lo desperdiciás, estarías pagando un alto porcentaje sólo para calentar el aire a tu alrededor.

– Genial, muy buena la manera de hacerme olvidar lo de nuestro destino en manos de Milei.

– Todos estos mismos conceptos podés aplicarlos a la máquina humana o al conjunto de las mismas, la sociedad. El concepto de sociedad involucra el de civilización y esta última conlleva el uso de un vehículo llamado estado, que nos conduce en una dirección producto de la sumatoria de los impulsos individuales y colectivos que hay dentro del mismo.

Todos usamos nuestra energía en alguna actividad que debería dejarnos como provecho un resultado monetario holgadamente superior al valor monetario de nuestra energía invertida. La cuestión de haber alcanzado el grado de civilización nos hace requerir de muchos más elementos que los rudimentarios para una simple supervivencia y todos cuestan dinero o energía para ser producidos. Cuando pagás por estos elementos extras estás pagando por el consumo energético de infinidad de individuos involucrados en su producción.

Todos en conjunto como sociedad invertimos energía en el desarrollo y ese desarrollo requiere cada vez de elementos más complejos y de algunos hasta en cierta forma molestos pero necesarios para darnos constantemente la forma de civilización. El estado en sí mismo es una molestia (casi un mal necesario) sólo para lograr un estado pactado de nuestro destino. En una Nación desarrollada, la sociedad puede darse el lujo a través del estado de llevar adelante, además de las premisas básicas de equidad (educación, salud y justicia), otros elementos de mayor complejidad y significado.

En una sociedad subdesarrollada, las actividades extras de un estado sobredimensionado pueden acabar consumiendo el esfuerzo de la sociedad para su progreso (o traducido su valuación monetaria del mismo). En nuestro estado, los “extras” han alcanzado un nivel parasitario y además, para mucho peor, los mecanismos redirectores de esas energías necesarias para el funcionamiento de esos extras resultan infinitamente más onerosos que los resultados.

– Larga la perorata…

– ¿La querós corta con nombre y apellidos? Simple, nos han colgado de nuestro esfuerzo infinidad de instituciones onerosas como el INCA, el INADI o infinidad de ministerios, a punto tal que la mitad de la población quedó desentendida de la actividad privada. Pero puedo darte un ejemplo aún peor: para emparchar el daño que el mismo estado dilapidador creó, también desarrolla una costosa tarea social que, con el tiempo, pasó a convertirse de ayuda a sometimiento y deja la misma en manos de mecanismos que terminan siendo monetariamente más onerosos que la finalidad misma.

Milei está desparasitando el vehículo para que recupere su función primordial.

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